Hola navegantes.
Ayer salimos sin prisa de Arzal para dos navegaciones cortas, la primera hasta La Roche-Bernard y la segunda hasta Folleux. En primer lugar os enseño el sitio donde dormimos en Arzal: al fondo de un pasillo del pantalán, cerquísima de la vegetación. Aunque parece un sitio idílico es donde más mosquitos hay. Tuvimos que emplearnos a fondo para defendernos.
La navegación por el Río Vilaine es preciosa, un anticipo de lo que nos espera. Una vegetación exuberante en ambas orillas, con los casoplones de algunos privilegiados a la orilla del río, hasta con su propio muellecito para el barco.
En tan solo una hora llegamos a La Roche-Bernard. Se distingue por el altísimo puente de la autopista, 50 metros, la selva de mástiles del Puerto Nuevo, y las ruinas del puente anterior, bombardeado en la segunda guerra mundial, que podrían haber tirado al construir el nuevo pero que dejaron de recuerdo:
Como no íbamos a pasar la noche nos dejaron amarrar en un pantalán gratuito del Puerto Viejo, justo debajo de la famosa Roca que da nombre al pueblo:
Por cierto que para hacer esta foto me la jugué, porque tuve que entrar por un prado lleno de colmenas y hacerla entre sus zumbidos:
La otra parte del nombre del pueblo, "Bernard", de debe a un jefe vikingo llamado Bern-Hart que, en el año 1.000, ascendió por el Vilaine buscando un sitio desde el que poder controlar el tráfico por el río. La roca fue el sitio perfecto y sobre ella estableció su torre maestra. Luego se convirtió al cristianismo, sus sucesores recibieron en título de barones y se les permitió seguir controlando el tráfico por el río. Al construirse la presa de Arzal el puerto dejó de secarse con las mareas y se reconvirtió en puerto deportivo.
Al “Puerto Viejo” o “Port du Rhodoir”, donde nos quedamos, se entra por la orilla de estribor siguiendo el cauce de un riachuelo con el mismo nombre, que era el puerto original cuando el río no estaba embalsado. Ahora siempre mantiene agua, pero en origen era un puerto de varada que se secaba en bajamar, porque las oscilaciones de la marea llegaban hasta Redon. Ya veréis cuando lleguemos que en el mismo Redon había una esclusa.
Como los de Arcachon, el puerto de La Roche-Bernard no tiene balizamiento luminoso por la noche, probablemente por ser innecesario ya que la esclusa de Arzal no abre en horario nocturno. En lo alto de la roca hay un cañón, y desde ella unas vistas espectaculares del río, la marina y sus puentes.
El Ayuntamiento ha seguido una iniciativa que durante unos años encabezó Bernard Moitessier, que consistía en plantar árboles frutales en vez de árboles sólo ornamentales, para que se pudieran alimentar gratuitamente los sin techo.
Moitessier incluso ofreció una recompensa en metálico, de sus propios ahorros, al primer ayuntamiento francés que lo hiciera.
Por la tarde otra corta navegación nos llevó hasta el pueblecito de Folleux, donde nos quedamos justo debajo de la grúa que nos va a desarbolar hoy.
Cogimos la electricidad de la misma caseta de la grúa, para al menos tener funcionando la nevera y los ventiladores, y bajo un sol desertícola preparamos el barco para desarbolar. Quitar las velas y hacerlas sitio a bordo, quitar y endulzar la jarcia móvil, quitar la electricidad del palo, engrasar los cadenotes de los obenques, medir los tensores de los obenques para dejarlos igual al rearbolar, sustituir lo que está roto o desgastado, etc, todo eso que parece poco si se dice rápido pero que nos ocupó media tarde. Pero hemos dejado el Corto Maltés listo para que la operación sea rápida.
Así pues, hoy esperamos desarbolar a las 9, y luego seguir hasta Redon.
Con cuidado, navegantes.
Supongo a esta hora ya esté el Corto Maltés sin su mástil y os habréis ya internado en lo que será vuestro paisaje en los próximos días, suerte!
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