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domingo, 31 de julio de 2022

Se rozó el drama.

 Hola navegantes.

No es una jeremiada, lo primero que tenía que pasar ya ha pasado, y antes de lo que esperábamos. El hundimiento de un velero por el ataque de las orcas. Esperemos que lo segundo, el fallecimiento de algún tripulante, no suceda nunca, aunque yo creo que sí ocurrirá.

Ayer las orcas atacaron un velero frente a la costa de Sines, en Portugal. Como siempre rompieron el timón, pero en esta ocasión la rotura produjo una vía de agua y el hundimiento del velero. A bordo iban 4 adultos y un niño, que pudieron saltar a la balsa salvavidas, activar la baliza de emergencia y ser recogidos por el pesquero “Festas André”, y posteriormente por Salvamento Marítimo de Portugal, que los llevó a tierra. Todo ocurrió a medianoche, en la oscuridad, y esas 5 personas se han salvado gracias a que el velero tenía balsa salvavidas y baliza, y a que les dio tiempo a reaccionar. Pero el ataque se produjo 6 millas mar adentro, una distancia a la que, según la legislación española, no es obligatoria la balsa salvavidas ni la baliza. Si ese ataque se hubiera producido a un velero español  perfectamente en regla en materia de seguridad, los tripulantes habrían estado en el agua, rodeados por la manada de orcas que les atacó, con los chalecos salvavidas, tal vez habrían activado llamada selectiva digital de la radio, y tal vez  habrían sobrevivido en el agua ... pero tal vez no.

Mucha incertidumbre para un tema tan serio como es la vida humana en el mar. 

Con cuidado, navegantes.

sábado, 30 de julio de 2022

Ya están las orcas en Galicia.

 Hola navegantes.

Cuando volví de La Coruña a finales de junio os comentaba que una de las cosas mejores del viaje era haber escapado a los ataques de las orcas, que de momento seguían en el Estrecho de Gibraltar. Y que por la migración de otros años (siempre suben al Norte siguiendo al atún rojo) se las esperaba en Galicia en agosto. Podéis ver aquí sus rutas migratorias y la explicación del problema:

Clic aquí

Hace un año la única solución dada por el Ministerio fue prohibir las navegación de los veleros menores de 15 metros de eslora por las zonas más calientes (entre Ferrol y Cedeira, justo por donde hemos estado con el Corto Maltés en junio). Una "solución" bobalicona que equivaldría a disminuir los accidentes de tráfico prohibiendo circular por los puntos negros de las carreteras. Más recientemente ha planteado un estudio del comportamiento atípico de las orcas, sin hacer nada hasta que esté concluido, dentro de un par de años. Sólo  nos queda desear que el que ha tenido la idea disfrute pronto de un largo retiro cuidándose la gota.

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Pues por si fuera poco, este año las orcas se han adelantado y ya están en Galicia, por lo que nos hemos librado de ellas por pocas semanas. Ya han atacado a cuatro veleros, entre Corrubedo y el Cabo Prior, como siempre rompiéndoles el timón. Y lo que es más preocupante, los individuos que atacan son ya 14, no 4 como el año pasado. Eso hace suponer que el comportamiento lo van aprendiendo otros miembros de la manada. Igual el año que viene ya es la manada entera (unos 50 ejemplares en la Península) la que nos ataca, y toda la costa del Oeste de España por la que nos prohíben navegar.

Con cuidado, navegantes.

lunes, 25 de julio de 2022

Dibucarta del galgo.

 Como siempre, al que la acierte le regalo el original. Hacer clic encima para poder leerla mejor.



jueves, 21 de julio de 2022

La presentación de la vuelta a Italia en el Corto Maltés, en Youtube.

 Podéis verla aquí:

Clic aquí

 


Dura más o menos una hora y veinte. Espero que os entretenga.

miércoles, 20 de julio de 2022

La conferencia del Ateneo de Santander on line.

 Hola navegantes.

La presentación de la vuelta a Italia en el Tonic 23 "Corto Maltés" podrá seguirse en directo en este enlace:

Clic aquí

 Donde dice "Acceda a nuestra conferencia online", y luego "Pincha en este enlace". La conexión se activa un poco antes de la conferencia, que es a las 19:30.


 Un saludo.



lunes, 18 de julio de 2022

Entrevista.

 Hola navegantes.

Anoche me entrevistaron en Onda Vasca sobre la presentación en Santander de la vuelta a Italia en el Corto Maltés. Podéis escuchar la entrevista aquí (minuto 92 a minuto 108):

Clic aquí 

(Tarda un poco en cargarse pero funciona).



domingo, 17 de julio de 2022

Recordatorio.

 Hola navegantes.

Os recuerdo que el miércoles 20 de julio presentaré la circunnavegación de Italia en el Corto Maltés. Fue en el verano de 2021, recién salidos de los confinamientos por la pandemia.  El itinerario comenzó en Port la Nouvelle tras llevar el velero en camión desde Santander, continuó con toda la costa mediterránea de Francia, el descenso por el oeste de Italia hasta Sicilia y el ascenso por el Adriático hasta Venecia. Lejos de terminar aquí el viaje, en Venecia nos adentramos en el río Po para cerrar al máximo la circunnavegación de Italia. Después de desarbolar, por el Po recorrimos casi 100 millas de aguas interiores hasta Mantua, donde nos recogió el camión para regresar a Santander por carretera.


Cuatro meses de navegación, 2.290 millas y el descubrimiento de 4 ríos y 18 islas, son el resultado de la navegación. El viaje fue objeto de la publicación de un libro, que es el que voy a presentar en Santander.

En la presentación contaré los detalles de la preparación del viaje, especialmente las dificultades añadidas por la pandemia a la ya complicada organización de una navegación tan larga, y las mejores curiosidades y anécdotas ocurridas en esos cuatro meses., A los que compren el libro les regalaremos una velita hecha con el espinaker del Corto Maltés, que se nos rompió en Italia, y es el que ha impulsado a nuestro pequeño velero en todas sus aventuras.


La presentación será en el Ateneo de Santander, C/Gómez Oreña 5, Santander, el miércoles 20 de julio a las 19:30 h.


Ojalá podáis acudir.

miércoles, 13 de julio de 2022

Última etapa del Baluchon hacia Francia.

 Hola navegantes. 

El Baluchon, el minivelero de 4 metros con el que el francés Yann Quenet está dando la vuelta al mundo, empieza su última etapa desde las Azores hasta Saint-Brieuc, en la Bretaña francesa. Le quedan 1.300  millas , que tendrá que hacer, casi seguro, ciñendo, pues un anticiclón se ha instalado frente a Francia y parece que se va a quedar. Calcula entre 30 y 40 días para llegar.

 Sobre su escala en Horta dice que el principal problema es que se ha hecho muy conocido y no paran de invitarle a una copa, por lo que tiene que mantenerse alejado de los bares. Y como manda la tradición, ha dibujado el logotipo de su barco en el suelo de  los muelles:


Es un ratoncito con un hatillo al hombro, persiguiendo a una gallinita, que es la que lleva pintada en el casco en homenaje a su amigo artista callejero Jean-Yves Le Fourn, que lleva a estas gallináceas a dar la vuelta al mundo. 

 Sobre la última etapa, espera que sea larga, por el citado anticiclón y por las calmas ecuatoriales,  y lleva víveres y agua para 40 días estibados en los bidones que le acompañan al dormir:

Yann no quiere cantar victoria todavía, reconociendo que otros marinos llegaron hasta donde él y fallaron en el último momento. Le preocupa su vuelta a casa, el pequeño taller donde vive y donde construyó el Baluchon, que encontrará lleno de telarañas, y encontrar un trabajo. Intentará encontrar un astillero dispuesto a contratarle, algo relacionado con los barcos.


 Respecto a sus sensaciones a la vuelta, dice que se encuentra un poco atrapado entre dos fuegos. Por un lado, le da un poco de tristeza sentir que se acerca el final y, por otro lado, sabe que el final de esta aventura significa el comienzo de otros proyectos geniales en los que ya está pensando y que le impacientan. 

Le deseamos la mejor suerte en esta última y definitiva etapa. 

Con cuidado, navegantes.

miércoles, 6 de julio de 2022

Otro intento del Atlántico en un barco de un metro.

 Hola navegantes.

El inglés Andrew Bedwell quiere intentar cruzar el Atlántico norte en un  velero de un  metro de eslora.

 Pretende salir de Terra Nova y llegar a Cap Lizard, al Sur de Inglaterra. Andrew ha realizado ya otras navegaciones en barcos pequeños, pero entendiendo por "pequeños" uno como el Corto Maltés, de 6-7 metros, por ejemplo la vuelta al Reino Unido o una navegación a Islandia. Pero lo que pretende ahora es meterse unos 60 días en una lata de sardinas prácticamente con la forma de su cuerpo recostado, donde no podrá ni moverse:


El aparejo es una sola vela mayor pero duplicada, que se enrolla en un solo estay y de despliega por cada banda, por lo que sólo le valdrá para las empopadas. En cualquier otra dirección del viento tendrá que pararse y esperar con el ancla de capa.


Ahora está haciendo las pruebas de mar y la salida está prevista para la primavera de 2023.

Este no es el primer intento de cruzar el atlántico en un  barco de un metro. En 2017 y 2018 otro loco lo intentó y os lo conté aquí:

Clic aquí

En realidad puede decirse que se limitó a construir el "barco", que parecía una lata de sardinas, y decir que iba a hacerlo. El primer intento se saldó con una colisión y problemas técnicos inesperados y no salió de La Gomera:

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Y un año después, en 2018, no pudo salir por problemas administrativos:

Clic aquí

Desde entonce no hemos vuelto a saber de él. Menos mal,  porque era una imprudencia suicida. Es lo que tiene buscar tu minuto de gloria a toda costa. Porque hay otros que efectivamente lo consiguen, como Hugo Vihlen en un  velero de 1,6 metros de eslora, y que además era manco:

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¿Pero cuántos se quedan por el camino y no nos enteramos?.

Con cuidado, navegantes.

martes, 5 de julio de 2022

Habitación del viejo marinero

 Hola navegantes.

Hoy cedo este espacio a mi compañero de travesía desde La Coruña a Santander, Miguel Cabero. Ha escrito un relato tierno y sincero, donde mezcla sus recuerdos de infancia de las costas que atravesamos  (es asturiano y ha vivido muchos años en Galicia y Santander) con las experiencias actuales de nuestra travesía, y seguro que os gustará. Vais a alucinar de que se pueda escribir algo tan bonito de diez días pasados en un barco. Podéis visitar además su  blog, muy bien escrito y con historias siempre interesantes, que os van a encantar: Clic aquí.

Este es su relato:

Habitación del viejo marinero

Con la Habitación del viejo marinero, ese retrato sin personaje del pintor Urbano Lugrís como marco sentimental, trataré de resumir la travesía entre Coruña y Santander vivida en las dos últimas semanas. Un viaje donde se citan lo real e imaginario; la experiencia de navegar entre encalmadas y turbonadas con el privilegio de compartir las estancias del alma con su capitán, en el interior del reducido espacio de un velero de seis metros, el Corto Maltés. Mecidos por las olas o inquietos por los tirones de las amarras de madrugada; hastiados por la ausencia de viento o nerviosos por su intensidad en ocasiones, avanzamos milla a milla hacia destino, absortos en la contemplación de una costa fascinante y peligrosa: toda la belleza que el mar ofrece lo hace siempre desde el peligro y respeto debidos. Por eso se hace tan valiosa a bordo la presencia de un hombre templado, riguroso y precavido como Álvaro,  armador de este velerito —que el diminutivo no constituya un demérito, sino todo lo contrario—.

Deseo ver en los cuadros de Lugrís la peripecia vital de este hombre al final de sus días, cuando ensimismado en esa estancia que hoy se afana en construir, rememore la peripecia de su vida marinera y se recree en cada una de las travesías que ha llevado a cabo, hasta llegar a ese puerto que todos hemos de compartir sin duda. Y así, con suerte, tal vez me tenga entre sus recuerdos: Aquellos en que sorteamos con paciencia y tesón los cabos Prioriño, Ortegal, Estaca de Bares y Peñas antes de enfilar la canal de la hermosa bahía de Santander para amarrarnos a su atraque en Puerto Chico, dejando Ajo por la amura de babor un hermoso día de principio de verano.

Recordará el sentimiento de contrariedad que supuso la renuncia a navegar la primera jornada: un temporal de olas y viento desaconsejaba la partida, además de convertir en peligrosa la arribada al puerto de Cedeira en bajamar, con olas de cuatro a seis metros. Entre ráfagas de viento y lluvia pertinaz recorrimos Coruña bajo los paraguas doblados. Mostramos nuestros respetos a ese hermoso —y todavía práctico— faro, la Torre de Hércules, que los romanos dieron en situar en este confín de aquel mundo. Solo quien tiene ocasión de contemplarlo más tarde desde el mar en toda su magnificencia puede valorarlo en su justa medida. La parada obligada sirvió para comparar, amarrados en el mismo puerto, las grandes esloras de veleros en tránsito con la abigarrada presencia de un pequeño barco de bandera ucrania. En su paupérrimo espacio convivía un joven matrimonio y sus tres hijos pequeños con la suegra de uno de ellos, refugiada del conflicto y acogida por estos: la guerra en su país los sorprendió en la ciudad. Paradojas de la vida, desde la plaza de María Pita —heroína de la lucha contra las tropas de Francis Drake: «quen teña honra, que me siga»—, hoy sede del consistorio coruñés, suena cada mañana el Himno a la Alegría desde su carillón. Parece que quisiera señalar con la música la barbarie de ambos contendientes.


Me siento torpe al acceder a la camareta de popa que se me asigna a bordo. La falta de práctica y la distribución limitada del espacio, hacen que me retuerza buscando la precisa adaptación que solo lograré un par de días después, cuando, tras sortear los cabos más septentrionales de España, alcancemos el Portiño de Morás. Es este un lugar curioso, donde se dan cita lo hermoso y lo espantoso. Una enorme bahía artificial abrazada por dos largos espigones da abrigo a los barcos que surten de materia prima la factoría de Alcoa, en San Cibrao. Polémica en los últimos tiempos, aún pende sobre sus operarios la decisión de los propietarios de cerrar la planta productora de aluminio en un par de años. La fábrica sería pues, el espanto. Aunque siempre en función del cristal con que se mire, ya que constituye la principal fuente de ingresos de la comarca: casi dos mil trabajadores —y todos los servicios de la zona— dependen directa o indirectamente de ella. La hermosura, en cambio, la conforma un paisaje de apacibles praderías que caen al mar desde los acantilados; resbalan con dulzura hasta él para dar en tranquilas playas, ensenadas cubiertas de vegetación, marismas y prados. Sembrados en amplias zonas con cientos de piezas de hormigón fallidas, destinadas en su día a las escolleras. Junto a una antigua factoría ballenera, hoy destruída, se sitúan los pantalanes donde descansaremos mecidos como niños. Hemos dejado atrás el balanceo del barco, los tirones de las amarras en las cornamusas, la lluvia intensa sobre cubierta, la humedad y el frío; la larga empopada navegando en orejas de burro bajo el aguacero, los acantilados precipitándose al vacío como hojas de sierra; el vapor salado ascendiendo en voluptuosas nubes desde el mar como debió hacerlo en los días de la Tierra primigenia: minúsculas criaturas emergieron entonces de los fondos marinos a su conquista. A duras penas consigo dominar el mareo que se instala en el estómago cuando accedo a la cabina en busca de comida o ropa. El tiempo y el viento en la cara lograrán apaciguar esa desagradable sensación: «no hay experto en mares turbulentos, quien afirme lo contrario se engaña a sí mismo», he escuchado decir a experimentados navegantes en más de una ocasión. El amanecer en el Portiño se muestra esplendoroso, despejado, abierto a la aventura. El corazón se llena con la certeza de estar vivo, sujeto a cierto tipo de azar que predispone a lo incierto, al abandono de la rutina; lo desata del tedio de lo previsible. De buena mañana, un paseo por los senderos entre las colosales estructuras de hormigón abandonadas, escuchando el canto de los mirlos madrugadores, respirando el aroma de una higuera próxima de la que penden como extraños frutos aros salvavidas (!), le reconcilia a uno con el espíritu del viaje. Se siente, por un instante, un Odiseo de andar por casa que recrease las escenas ligadas al nombre escrito en cada uno esos aros. No solo el cuerpo viaja, también la imaginación ha de hacerlo.

Altibajos en la intensidad del viento. Maniobra de aproximación a Ribadeo. Jugamos con la instrumentación, las cartas, la marea, la profundidad igual que de niños hacíamos las cosas: por pura diversión. Contemplo el puente de los Santos. Es la primera vez que paso bajo su ojo. Pienso en el número de ocasiones en que lo habré hecho sobre él —enamorado, exultante, deprimido; como hijo, hermano, padre; con urgencia o tedio por llegar a uno u otro extremo—. De alguna manera, esta travesía viene a cerrar un ciclo que comenzó hace treinta años: Santander-Vigo-Santander, ciudad en la que trabajé entonces y a la que ahora regreso en otro contexto. ¿He amado? ¿Me han amado? ¿He sido generoso, cruel, aburrido, simpático? ¿Me he convertido en mejor persona? Cuesta saberlo.

En las bellas calles del pueblo, frente a una modesta casa hoy en venta, una pequeña chapa en el suelo recuerda: “Aquí viviu Fernando Bellón Fernández. Nado 1905. Executado 29.12.1936 Lugo” La ignominia nos sorprende cuando menos lo esperamos.

Como  en la travesía de la vida el viento no acompaña en ocasiones, al menos de modo favorable. Son momentos que aprovechamos para la confidencia, los temas que conmueven el espíritu humano desde que comenzó a surcar los mares. Se habla de hijos, padres, hermanos y nietos. La familia, en definitiva. Igual que debieron hacerlo romanos, fenicios, vikingos, franceses o británicos al navegar estas costas; la inquietud viene siempre de la mano de las personas que amamos, esas de las que paradójicamente “necesitamos” despegarnos al hacernos a la mar para echarlas de menos una vez en ella. Es la contradicción recurrente del marino. Lo cierto es que a bordo se establece una suerte de complicidad que sorprendería en cualquier otra circunstancia; uno no sabe por qué acaba compartiendo con una persona a la que no une amistad estrecha, emociones o secretos del corazón que no ofrecería en otro caso. Bienvenidas, pues, las encalmadas.

Resulta insólito recorrer los paisajes de la vida de uno, verlos desde la costa, con distancia, sumando a los años transcurridos las millas hasta alcanzar aquellos lugares donde vivió cosas trascendentes para él: el camping de Taurán (Luarca) y el enfado monumental de su novia de entonces; los ríos Eo, Nalón, Navia o Sella de sus gestas deportivas; los puertos de Cudillero, Candás, Ribadesella o Avilés… vida nocturna, bohemia, plagada de expectativas y búsqueda del amor que, a menudo, se mostraba esquivo. Lo que no ha cambiado desde entonces es el cielo de acero del principio de verano, el recuerdo de elaborar permanentes planes de fuga en busca de sol y relaciones de fortuna.

Comparo la juventud de este momento con aquella otra, la nuestra, que asomaba a la vida desde un mundo bronco, áspero, aunque cargado también de ilusión y esperanza. En esta ocasión nos recibirá en Coruña una prueba del Campeonato del Mundo de Triatlón. En sus bares escucharé a chavales con la primera barba hablar de las pruebas a que acudirán en Hawai, San Francisco o Berlín como quién menciona el barrio de al lado. En la estación de autobús de Llanes desembarcan chicos procedentes de media Europa cargados con pesadas mochilas: se dirigen a las montañas o playas del entorno. En el arenal de Oyambre nos asegura Jacobo, seguidor de la estela del Corto en las redes y marinero entusiasta, que algunas familias se desplazan cada fin de semana desde Madrid para que sus hijos practiquen surf. Dos chicas se despiden en el andén de la estación de Oviedo con un beso jugoso y prolongado en la boca, cargado de amor, tristeza y… naturalidad. Echo la vista atrás, me inunda la melancolía y asimilo el paso del tiempo sin contrariedad: todo cambia.

La espléndida mañana que abandonamos San Vicente de la Barquera dos monjas se disponían a saltar a una barca desde el muelle. Debían atravesar un cenagal y esperaban, caña en ristre, a que el botero se acercase cuanto pudiese. Un niño aguardaba a su abuelo con igual motivo y las miraba sorprendido. Rodeado de aparejos, provisiones y gasoil despertó en mí cierta envidia: asistiría al final de esa escena singular, alguna monja acabaría sentada en el barro o con el hábito arremangado en el embarque. La educación pudo más que la malicia y me fui. Una vez en mar abierto el cansino sonido del motor traquetea a popa, nos brinda la ocasión de contemplar una majestuosa vista de los Picos de Europa con algunos neveros todavía en las cumbres. Desde la altura sus grises piedras se suceden en bosques, valles y praderas hasta alcanzar el borde del mar. Sobre los humedales y esteros se alza imponente la silueta del pueblo medieval: la Torre del Preboste (recaudador de impuestos), el castillo de San Vicente o la Iglesia de Santa María de los Ángeles, espléndido balcón sobre la laguna donde el realizador Emilio Martínez Lázaro (Ocho apellidos vascos) rodaba en ese momento una película. Vista desde el mar no se hace difícil imaginar la villa ocho siglos antes,… de no ser por las docenas de urbanizaciones que hoy la rodean en favor de la pujante industria turística. Ya de noche, de camino al barco, me toparé con una máquina expendedora de leche. Me parece extraño, aunque resulte de lo más natural en la Comunidad de Cantabria. En la plaza del ayuntamiento de Luarca, a uno y otro extremo de esta, se enfrentan las esculturas del Premio Nobel Severo Ochoa y su discípula y paisana Margarita Salas, ilustre bioquímica e investigadora, fallecida a causa del Covid en 2019. Resulta sorprendente que un pueblo tan pequeño atesore tanto talento. En la playa de la Griega (Lastres) visitamos las huellas de dinosaurio que permanecen desde hace millones de años fosilizadas entre sus rocas. Son pequeñas anécdotas que hacen de cada etapa una travesía singular.

Una vez en Santander la calurosa acogida de Álvaro y Ana, su mujer, en la casa de ambos, pondrá el broche de oro a una navegación que se inició con tiempo endiablado y finalizó del mismo modo. Provoca cierto extrañamiento ocupar el cuarto de uno de sus hijos, tal como lo dejó cuando abandonó el hogar familiar y comenzó a vivir su vida lejos de casa. Los posters, libros, fotografías; la cama, el escritorio, los muebles juveniles me evocan otra habitación en otro hogar distante, desaparecido para siempre.

A reseñar, la visita al Centro Botín una mañana de sirimiri: el acero y cristal de la bellísima obra del arquitecto Renzo Piano se funden con la bahía. Sumido en la bruma de un paisaje fantasmal, su liviana silueta ovalada y transparente, consigue que dialoguen el verdor primaveral de los Jardines de Pereda con el gris plomizo del mar. En el exterior, cuatro fontanas esculpidas en bronce semejan pedreros costeros, son obra de la escultora Cristina Iglesias; en el interior, dibujos del que fuera su pareja y brillante escultor, Juan Muñoz, fallecido en la cumbre del éxito. Aportan pistas de una obra inacabada y rica que hubiera alcanzado cotas mucho más altas de no haber recibido la visita prematura de la parca. En particular, los bocetos para la ilustración de El corazón de las tinieblas, un personal enfoque de la obra homónima de Joseph Conrad.

A modo de despedida, una manifestación ante la sede del Gobierno Civil de Cantabria corea “OTAN no, bases fuera”, en referencia a la Cumbre de ese organismo en Madrid. En algunos aspectos parece que el tiempo se haya detenido.

 

lunes, 4 de julio de 2022

Presentación de La vuelta a Italia en Santander.

 Hola navegantes.

 El 20 de julio voy a presentar el libro de la vuelta a Italia en Santander. Será en el Ateneo de Santander (C/Gómez Oreña 5) a las 19.30 h, pero cuando quede menos tiempo lo recordaré.

 

Os agradezco si me ayudáis a difundirlo. Un saludo.