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sábado, 27 de enero de 2024

Publicidad náutica (53): un seguro.

Hola navegantes.

 Esta es la típica publicidad de un seguro que te vende tu tranquilidad. Para eso ha elegido una imagen con  mucho gancho: unos pies descalzos cruzados con desidia encima del balcón de proa, con el bajo de los pantalones remangado. Es fácil imaginarse al resto de la persona tumbada relajadamente al sol, lo que se llama el "dolce far niente" (disfrutar de  no hacer nada) de unas vacaciones de verano en velero.

Pero yo también veo ese famoso agujero negro del rigor y la objetividad que suele ser la publicidad. Porque aparte de que ya os he comentado otras veces lo poco real que es esa situación en la navegación real (alguien dijo que la vela es un 95% de sufrimiento, pero el otro 5% es sublime, y como demostración, nuestra navegación a Londres el "verano" pasado) os recuerdo especialmente los peligros de moverse descalzo por el barco, que os conté aquí:

Clic aquí.

 A mí no me parece una navegación tranquila, como dice el anuncio, ir corriendo a buscar un servicio de urgencias en una ciudad desconocida con ese tripulante sangrando por un pie. Bastantes problemas nos surgen ya espontáneamente como para encontrar anotado en el cuaderno de bitácora a la vuelta: "Fulanito se amputó un dedo".

Con cuidado, navegantes.

jueves, 25 de enero de 2024

Publicidad náutica (52): otra navaja.

Hola navegantes. 

 En una anterior entrada os enseñé la publicidad de una navaja que, cerrada, imitaba la forma de una motora. Pues Leatherman ha hecho lo mismo con un velero:

Naturalmente el sesudo publicista ha puesto la típica frase sugerente (¿qué ves en la nueva Leatherman?) como si otras multiherramientas no tuvieran la misma forma al abrirlas por la mitad o no tuvieran las  mismas funcionalidades. Pero así van consiguiendo que cuando necesites comprar una sólo pienses en su marca.

Con cuidado, navegantes.

lunes, 22 de enero de 2024

¿Es un barco o un avión?.

Hola navegantes. 

Dentro de la maravillosa confusión en que quieren mantener  estos nuevos bólidos, os enseño el último que están diseñando para alcanzar los 80 nudos (unos 145 km/hora) en el agua.

A primera vista se ve su parecido más al fuselaje de un avión que a un barco. Mide 7 metros de eslora y 6 de manga (hay otro modelo de 10 de eslora y 7 de manga) y será manejado por 2 "pilotos", que no dicen "2 navegantes". Su peso es de 150 kg, y será propulsado por un ala de kitesurf de entre 25 y 40 m2. Obviamente "navegará" fuera del agua, manteniendo el contacto con ésta por el timón y el foil.


 Aquí podéis ver el puesto de navegación del "marinero" y su segundo:


Aunque este "barco" tienen sólo objetivos experimentales y de récord (el récord actual de velocidad a vela está en algo más de 65 nudos, unos 117 km/hora) no deja de preocuparme esta tendencia a confundir lo que es un "barco", que navega desplazando un volumen de agua igual a su peso, o sea flotando, con un avión volando bajo sobre el agua,que es lo que son estos aparatejos. 
 

 Y lo que más me preocupa, que los dejen navegar entre los barcos normales, sometiéndolos a un riesgo impredecible, porque a esas velocidades su grado de control sobre el rumbo es incompleto, y especialmente cuando al despegar del agua el timón también se sale. Esto no lo digo yo solo. Thierry Fouchier, patrón del Oracle y vencedor de la Copa América, dijo en una entrevista en 2020: "Estos barcos sólo tienen un timón, y cuando deja de estar en el agua, pierdes el control".
 
Aunque es sólo una opinión y puedo estar equivocado, creo que los veleros con foils deberían poder circular sólo por recorridos acotados, y no mezclarse con los veleros normales en el mar. Sería como los circuitos de Fórmula 1 en el automovilismo. 

Aunque con estos barcos ya podría ir escribiéndose una antología de los fracasos. En la Arkéa Ultim Challenge (vuelta al mundo en solitario en trimaranes con foils) varios barcos han tenido que abandonar por roturas o averías en los foils, por suerte de momento sin víctimas humanas.


 Con cuidado, navegantes.

viernes, 19 de enero de 2024

Habrá libro de la navegación a Londres.

 Hola navegantes.

La editorial ExLibric ha vuelto a aceptar el reto y va a publicar el libro de nuestra navegación a Londres en el Corto Maltés. Se titulará "Me acostumbré al cenizo (Santander-Londres-Santander en el Corto Maltés)". 

La explicación del título es sencilla para quien haya seguido nuestras navegaciones. Cuando en 2016 navegamos a Elba, el primer día llevábamos el velero al Mediterráneo en un remolque. El transportista lo había apoyado mal y una de las patas de apoyo se clavó en el casco, haciéndole un agujero de un palmo por debajo de la flotación. Una forma muy deprimente de empezar el viaje, que me hizo suponer que el de la ley de Murphy (“lo que pueda salir mal, saldrá mal”) se había embarcado de polizón para fastidiarme el viaje. ¡Y hay tantas formas de que algo pueda salir mal en una navegación de tres o cuatro meses!. Y aunque pudimos resolver aquél accidente y seguir adelante, durante toda la navegación el maldito polizón cenizo estuvo dándome la brasa fastidiándome cuanto podía. 

Al volver de la Isla de Elba pensé que me había librado de él, y en los siguientes viajes desapareció de mi barco. Pero en el de Londres Murphy volvió a embarcarse y consiguió convertirlo en la peor navegación de mi vida. Cogió tanta confianza a bordo que terminé acostumbrándome a él como a una cefalea o a un dolor de muelas. Durante todo el viaje, y especialmente después de la deserción de un tripulante al comienzo del Canal de la Mancha, el cenizo se me aparecía como un duendecillo haciéndome sus malditos comentarios y predicciones negativas al oído, y al final yo le miraba como el que mira a una verruga en el pie, que te molesta pero te acostumbras a vivir con ella. Para que vosotros también tengáis presente al gafe durante la lectura, he puesto sus comentarios en el texto. Al final del libro veréis que, aunque nos hizo el viaje más incómodo, ganarle la batalla y seguir pensando que esto de la vela merece la pena fue otra victoria, además de la principal que fue conseguir llegar a Londres (y lo que es todavía más importante, volver).

  Estos van a ser los capítulos:

1 Los preparativos

2 Euskadi y Las Landas, dos viejos conocidos

3 Unas etapas magníficas hasta Nantes

4 Hacia el interior del Continente

5 Por los ríos y canales de Bretaña

6 La Rance, el río de las mareas artificiales

7 Una deserción al volver al mar

8 Muy cerca de Inglaterra

9 El cruce del Canal de la Mancha

10 El estuario del Támesis

11 El Río Támesis hasta Londres

12 Empezamos a bajar el Everest

13 Llegamos a la cita con las chicas

14 Desandando los canales hacia el Sur

15 La vuelta al agua salada y a España

16 Resumen, conclusiones y balance personal

Anexo 1. Escalas y millas recorridas

Anexo 2. Transcripción de las dibucartas

Anexo 3. Comparación con viajes anteriores

 Hasta aquí el índice de capítulos. La portada, por supuesto, llevará la foto mítica de ese viaje: el Corto Maltés bajo el Tower Bridge, justo en mitad del vano pintado con los colores de la bandera argentina desde su  victoria en la guerra de Las Malvinas, y con el autobús rojo de dos pisos a punto de esconderse tras nuestra vela mayor. Una imagen que tomó mi amigo
Bernat Albinyana, que por casualidad estaba en Londres, y que perdurará en  mi memoria mientras el Corto Maltés mida 23 pies:

Espero que el libro os guste. Estará disponible en primavera, ya os avisaré.

Con cuidado, navegantes.

jueves, 18 de enero de 2024

En Ucrania tener cáncer es un privilegio.

 Hola navegantes.

Dentro de poco se celebra el Día Mundial contra el Cáncer Infantil. Ya sabéis que hasta la pandemia en Cantabria, y luego en otras Comunidades Autónomas, organizábamos un grupo de navegación con niños de oncología. En Cantabria duró 17 años y participaron 118 niños. Fruto de aquellas experiencias surgieron tres libros, cuya recaudación, en todo o en parte, se destinaba a la lucha contra el cáncer infantil.

 

 

En febrero de 2022, ante la invasión de Ucrania, la Fundación Aladina, que da apoyo emocional, psicológico y material a los niños con cáncer, puso en marcha un programa para traer a España a los niños ucranianos con cáncer, para que pudieran finalizar su tratamiento aquí, ya que en su país era imposible. Nosotros decidimos donar lo recaudado a esa Fundación:

Clic aquí.

Quién nos iba a decir que les salvábamos la vida mientras otros niños, sin cáncer, morían por los bombardeos. Concretamente en el primer año de la invasión más de 500, y más de mil gravemente heridos. Crueldades de la historia con una gran "H". Que no se nos olvide nunca (como tampoco los más de 20.000 fallecidos en Gaza, de los cuales unos 10.000 niños).

Con cuidado, navegantes.

lunes, 15 de enero de 2024

La segunda parte de la dibucarta de Las Landas.

 Hola navegantes.

Continuando con la entrada anterior, sobre una ascensión dificultosa de Las Landas que nos obligó a intentar la recalada en Arcachón por falta de gasolina y por el mal tiempo, esta es la dibucarta que continúa la historia. Nos tuvimos que detener en Arcachon dos días, dedicándolos a descansar, a levantarnos tarde, y a distintos temas de intendencia como hacer los papeles de entrada, la compra, sustituir un sable de la vela mayor que con tanto bamboleo había salido disparado, y rellenar los depósitos de gasolina. 

 En las oficinas de la marina se acordaban perfectamente de mí de la navegación del año anterior, que había estado dos semanas deambulando por esa bahía.La primera noche que acabábamos de pasar en puerto no nos la cobraron, sí la segunda, y me recordaron que la siguiente sería gratis. Es un detalle que tienen con los que vienen  “del Océano”, que para ellos es todo lo que haya fuera de su resguardada bahía. Para la sustitución del sable Michel, uno de los empleados de la marina, llamó a una velería para darles las medidas del que necesitábamos y el responsable me lo llevó al puerto al mediodía. Se lo agradecí porque no había posibilidad de hacer esa gestión en el mismo puerto, y me ahorró dos desplazamientos a su taller.

Rellenar los depósitos de gasolina fue especialmente dantesco. En primer lugar el pantalán de la gasolinera está pensado para acceder desde el barco, no desde tierra como hacemos nosotros, con los bidones en la mano. Tenía una valla en todo su perímetro que había que saltar pasando por encima del agua. Y en segundo lugar el surtidor era de los de tarjeta de crédito y empezó a dar problemas, sospechando que de mi tarjeta se había hecho una copia fraudulenta que tuve que denunciar a la policía.

Finalmente salimos hacia Royan el tercer día, haciendo una navegación nocturna. 

La dibucarta se empieza a leer en el cuello y se la regalaré al primero que la transcriba. Los que ya tenéis alguna de la navegación a Londres, por favor esperad un par de días para que puedan intentarla los demás (clic encima para verla mejor).


 

Con cuidado, navegantes.

 

viernes, 12 de enero de 2024

Una dibucarta de Las Landas diferente.

 Hola navegantes.

En la navegación a Londres tuvimos, lógicamente, que ascender la costa francesa de Las Landas. Fue una navegación poco habitual porque todo nos salió bien, a lo que no estamos acostumbrados. Os lo conté aquí:

Clic aquí.

Lo normal es encontrase una meteorología horrible, dificultades para hacer escala en Arcachon (lo que te obliga a llegar hasta Royan, en la desembocadura del Garona, o sea, 160 millas desde España) y problemas con el campo de tiro del ejército francés.

Eso es lo que nos pasó en la navegación a Bretaña en 2015, cumpliéndose el refrán "a veces la vela es sólo un poco más divertida que el trabajo". En Hondarribia el pronóstico no era muy favorable porque daban vientos del Norte para toda la semana. Salimos hacia Capbreton e inicialmente el viento nos entró por el través y nos permitimos izar el espí, pero cuando íbamos así tan contentos vimos que el horizonte se ponía negro y se formaban dos trombas de agua, un fenómeno excepcional que yo no había visto al natural en toda mi vida de navegante. Nada más verlas nos cruzamos unas miradas capaces de hacernos trasluchar y nos preparamos para lo peor, arriamos el espí a la desesperada y nos quedamos con el velamen mínimo hasta ver qué pasaba. Finalmente no nos alcanzaron, pero sí el chubasco acompañante que nos tiró agua como si el cielo y el  mar fueran la misma cosa. 

El día siguiente no había ejercicios de tiro, pero el segundo sí, y luego toda la semana habría vientos del Norte de fuerza 4 y 5, lluvia, y ejercicios de tiro todos los días. Intentamos, pues, seguir el día siguiente. Nos levantamos a las cuatro y media para ir a ver el panorama desde el puerto, ya que la pleamar era a las cinco. Y lo que vimos fueron nubes negras como murciélagos de las que caían cuerdas de agua, el paso con rompientes y un rumor parecido al susurro de las hojas muertas, un viento de morro de fuerza 5, y un maretón lleno de borreguitos. Para enfriarte la sangre. Y aunque allí el viento venía del Oeste en Arcachon vendría del Norte, una auténtica pared de viento que nos haría casi imposible llegar en la pleamar. Nos sentimos pequeñitos y no nos pareció prudente salir así, arriesgándonos a un zozobre en el paso.

El segundo día nos levantamos a las cinco de la mañana para ir a ver el estado de la salida del puerto. A pesar de los nubarrones y las olas grandilocuentes, que se habían reducido desde el día anterior, decidimos salir ese día. Nuestro destino iba a depender de las condiciones de navegación, en el mejor de los casos intentaríamos llegar hasta la desembocadura del Garona, y como plan B entrar en Arcachon. Nos encontramos un viento del Norte de fuerza 5, que nos obligó a navegar a la francesa casi todo el recorrido sin parar de dar pantocazos. Como si las cosas que consideramos inanimadas también pudieran quejarse, cada cadenote, cada obenque, cada driza, cada mamparo, maldecía a su manera con un ruido particular. Además había ejercicios de tiro del ejército francés, y nos habían marcado un meridiano que no deberíamos de pasar hacia el Este, concretamente el de 1º 23’ W.

Con tantas horas de motor se hizo evidente que no nos llegaría la gasolina para alcanzar la desembocadura del Garona, así que no nos quedó más remedio que entrar en Arcachon. Pero este puerto tiene unas condiciones muy estrictas de acceso: sólo puede entrarse en el entorno de la pleamar, de día y con olas menores de un metro. Es uno de los tres pasos más peligrosos de Europa, porque con viento y mar de fondo del Oeste las olas que proceden del Atlántico Norte sin nada que las frene llegan a romper contra las lenguas de arena de los márgenes de la entrada, disimulando el canal y arrastrando a los barcos contra los bajos fondos.

A las 16 h. ya divisábamos la entrada de Arcachon, y como el ejercicio de tiro finalizaba, en teoría, a las 16:30, llamé por radio al faro de Cap Ferret para preguntar si después de esa hora podía atajar en diagonal hacia la entrada de Arcachon cortando la zona militarizada, para ganar un tiempo precioso. La respuesta (rotundamente no) nos calló encima como los cascotes de un edificio en demolición, y no nos quedó más remedio que seguir contorneando contrarreloj el famoso campo de tiro. Conseguimos llegar a la boya de recalada después de 64 millas náuticas, exactamente a la hora de la pleamar. Las condiciones eran duras, con viento del Norte de fuerza 5 y fuerte marejada (olas de hasta 2,5 metros) pero allí el rumbo cambiaba de ser al Norte como llevábamos todo el día, a ser hacia el Este, con lo que el viento nos entraba por el través. Las olas se calmaron dentro del canal de entrada, y a eso de las 19 horas estábamos en mitad del paso navegando a toda vela.

Desgraciadamente desde el paso de Arcachon hasta la marina aún nos quedaron tres horas de navegación, y como habíamos entrado justo en el momento de la pleamar, a partir de ahí tuvimos que hacer todo el recorrido dentro de la bahía en contra de la marea vaciante. Además a partir de la Duna de Pilatos el canal volvía a recurvarse hacia el Norte, con lo que el viento volvió a darnos de morro, lo que se hizo agotador. A todo motor y ayudados por la mayor no pasábamos de 2-3 nudos. Finalmente llegamos a la marina de noche, con las oficinas cerradas y sin nadie para acogernos. La distancia que dejamos atrás ese día fue de 67 millas. Llevábamos en el cuerpo 15 horas de navegación agotadora, desembarcamos como si nos movieran desde arriba con hilos como los de las marionetas, y a pesar de eso no encontramos ningún sitio abierto para cenar (estábamos en Francia y eran las 23 h.). 

Esta navegación tan movidita  resume lo que es habitual en Las Landas, y por eso las condiciones tan buenas en la navegación a Londres nos sorprendieron tan favorablemente.

La siguiente dibucarta es la de la navegación por Las Landas en el viaje a Bretaña. Se empieza a leer en el hombro, y se la regalaré al primero que la transcriba (clic encima para leerla mejor):


 Con cuidado, navegantes.

jueves, 11 de enero de 2024

La extensión de los sargazos.

 Hola navegantes.

Todos relacionamos el Mar de los Sargazos con una pequeña extensión al Este del Caribe, allí donde desemboca el Amazonas y aporta al mar sus nutrientes, y que ya existía en tiempos de Colón. Es un mar que te complica la vida, al enredarse la quilla y el timón en las algas kilométricas. 

Pues el problema es que los sargazos están extendiéndose, y ya abarcan toda la extensión del Océano Atlántico, al Norte del Ecuador, unas 5.500 millas, y todo el Golfo de México:


La causa obedece a la deforestación y el cultivo intensivo del Amazonas, que ha incrementado en millones de toneladas los productos orgánicos que el río vierte al mar, y al cambio climático. 

Aparte del desánimo que te generan estas noticias sobre el futuro de nuestro planeta, para los navegantes oceánicos supone una dificultad más a las muchas que ya se encuentran. No quiero ni imaginarme un atasco de algas como los que hemos sufrido en los canales, en mitad del Océano.

Definitivamente, entre el cambio climático, los sargazos, los continentes de plásticos, las orcas, la piratería, las trabas administrativas, los conflictos bélicos y las desigualdades entre países, la vela ya no es lo que era. Habrá que disfrutar de los espacios que aún nos quedan antes de la catástrofe total. Como dice un proverbio inglés, "sonríe, mañana será peor".

Con cuidado, navegantes.

martes, 9 de enero de 2024

Vinilos nuevos.

 Hola navegantes.

Los vinilos con el logotipo del Corto Maltés, en las aletas de mi barco, llevaban ya 20 años y estaban muy deteriorados. Se desgastan sobre todo por el roce con las defensas, especialmente en el interior de las esclusas. En los canales pasas de un extremo a otro: entre una esclusa y otra navegas como por una charca, pero dentro de la esclusa, y especialmente cuando se llena, te azotan los remolinos y las olas desde todos los lados y el barco no para de chocar con la pared. Es como estar en el mar con fuerza 5, pero además pegado a un muro de piedra.

Aunque, obviamente, reforzamos todas las defensas y ponemos un tablón por fuera de ellas:

 

 

el roce con las mismas defensas también desgarra y desgasta los vinilos. Así que los hemos renovado y el barco ha quedado así:



Son de los que llaman de alto agarre y con laminado de protección. Si me duran lo que los anteriores me doy por contento.

Con cuidado, navegantes.

sábado, 6 de enero de 2024

La imprudencia y la vida de los demás.

 Hola navegantes.

A veces los marinos "valientes" no se dan cuenta de que si algo les sale mal no están arriesgando sólo su vida en el mar, sino también la de los que salen a rescatarles. En junio de 2019 la tempestad Miguel (con rachas de fuerza 12, la más alta de le escala) azotó la fachada atlántica de Francia. A pesar del aviso un pescador jubilado salió de Les Sables d'Olonne, uno de los puertos más difíciles de acceso y más expuestos a los temporales del Oeste.  Al verse en apuros activó su baliza de socorro y el barco de salvamento salió de Les Sables a rescatarle. El barco volcó y fallecieron 3 de los 7 marinos que iban a ayudarle. También falleció el pescador al hundirse su barco. ¿Os imagináis el encuentro de los familiares del pescador con los de los rescatadores fallecidos?.

 La discusión es un tópico cuando alguien va a intentar un reto en el mar, porque muchos dicen que si les pasa algo no vayan a rescatarlos, comparándolo con el derecho a suicidarse. Aunque obviamente no es el caso del ejemplo, porque el pescador sí solicitó ayuda al activar la baliza, aunque no lo hubiera hecho habrían ido a ayudarle. Porque el aviso pueden darlo también los familiares cuando le echan de menos, o cualquiera que vea el barco en apuros desde la costa. Y otros dicen que los rescatadores ya saben que su oficio es peligroso, como si eso justificara provocar voluntariamente ese peligro. Argumentos patosos para intentar justificar lo injustificable.

 Acordaos de este refrán: los marinos más peligrosos son los que nunca tienen miedo. Porque tener miedo es ser prudente, saber disimularlo es ser valiente.

Con cuidado, navegantes.

jueves, 4 de enero de 2024

Dibucarta del Río Loira en 2015.

 Hola navegantes.

En la navegación a Londres tuvimos que remontar el Río Loira hasta Nantes por un cambio imprevisto de planes, lo que nos permitió volver a discurrir por sus sorprendentes visiones. Ana y yo ya habíamos recorrido ese río en la navegación a Bretaña en 2015, y en aquella primera vez llegamos a Nantes alucinados de lo que habíamos visto. Os reproduzco aquí nuestras impresiones de 2015:

"A partir de media mañana se puso a llover y empezaron a ocurrir cosas raras, que nos daban la impresión de haber entrado en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas. Por ejemplo llegamos a la Central Térmica de Cordemais (47º 16,6’ N; 1º 53,1’ W), una industria horrible con unas chimeneas como rascacielos que se veían desde todas partes. Un poco antes de llegar a ella sale un pequeño ramal del río por babor, que conduce a una modesta marina justo detrás de la Central. Con las tres chimeneas de su Central Térmica no puede fallarse este puerto, en la orilla derecha del Loire. Una vez pasado el reflejo de huir ante tan poca poesía, encontramos aquí la más confortable de las etapas entre Saint-Nazaire y Nantes. 

 El puertecito consiste en un pantalán en mitad del cauce del río con sitio para 60 barcos, incluyendo algunas plazas para visitantes, y un puerto en seco con capacidad para 250. La zona del pantalán tiene dos metros de calado, pero el acceso bastante menos y sólo se puede entrar dos horas después de la bajamar. No es que pensáramos quedarnos, por las limitaciones de horario de entrada y salida, pero ya que habíamos llegado hasta aquí desde España nos apetecía por lo menos verlo. A esa altura de la navegación ya íbamos a 8 nudos, y al virar a babor para acercarnos a la orilla el Corto Maltés parecía que derrapaba. Cuando nos acercábamos a la orilla no dábamos crédito a lo que veíamos: en la cima de una chimenea había un chalecito de color rosa, con las contraventanas en celeste y hasta un arbolito junto a él. ¡Sí, un chalet allí arriba, en la chimenea!. ¿Qué pasaba?. 


Como seis millas más adelante nos encontramos a estribor el ramal de un antiguo canal que se comunica con el Loire por una esclusa, la esclusa de La Martinière (47º 12,5’ N; 1º 46,9’ W). Íbamos a pasar de largo cuando al dirigir la mirada a la esclusa vimos algo raro. Parecía un barco que se había quedado atrancado en lo alto del muro de la esclusa. Íbamos ya a más de 8 nudos empujados por la corriente y volvimos a derrapar para dar media vuelta y acercarnos a curiosear. Para entrar en ese ramal del río teníamos que navegar contra la corriente del Loire, porque ya nos habíamos pasado de largo y teníamos que retroceder, y el Corto Maltés con el fueraborda a tope no hacía ni un nudo. Pero finalmente conseguimos llegar y en aquel ramal muerto del río ya no entraba la corriente y pudimos quedarnos a nuestro gusto para verlo y hacer fotos. En efecto, sobre el muro de la esclusa había un velero de casco azul, como de 8 metros de eslora, con su vela mayor perfectamente enrollada, como un cigarrillo, en la botavara, y que parecía haber encontrado su punto de equilibrio pues la orza se había calado perfectamente contra el muro de la esclusa. Lo sorprendente es que estaba como derretido, como salido de un cuadro de Dalí. A mí algo no me cuadraba, porque sé que la fibra de vidrio, al forzarla más allá de su resistencia, se resquebraja y se termina abriendo una grieta, y sin embargo la de aquel velero parecía de plastilina. 



Al pasar frente a Couëron estuvimos pendientes de la maniobra del transbordador y nos distrajimos un poco de la ruta, y justo cuando acabamos de cruzarnos con él nos asaltó la sorpresa mayúscula de esta travesía, porque nos apareció una casa de piedra de tres pisos en mitad del cauce (47º 12,3’ N; 1º 42,9’ W) a unos cuarenta metros de la orilla, bastante inclinada hacia el centro del río como si estuviera a punto de desplomarse. Parecía incluso que alguien viviera dentro, porque había luz en la ventana de la derecha del piso superior. No nos dio tiempo a pensar mucho en ella porque se puso a llover con ganas y ya veíamos el puente de la autopista inmediatamente anterior a Nantes y teníamos que recoger las velas. Dejamos la interpretación del misterio para preguntarlo en Nantes".


 
(Extractos del libro "Santander-Bretaña-Santander en el Corto Maltés". 

Todavía tengo el original de la dibucarta de aquella etapa, y se la regalaré a primero que la transcriba (los que ya tengáis alguna de la navegación a Londres, por favor esperad un par de días para que puedan intentarla los demás):


Con cuidado, navegantes.