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sábado, 7 de diciembre de 2024

Venta de pequeño velero de crucero (Beneteau First 18).

Hola navegantes. 

Con motivo de un cambio de atraque para mi Tonic 23, vendo un First 18 que ocupaba el atraque. Se trata de un velero del astillero francés Beneteau del que se construyeron en los años 80 unos mil ejemplares. El mío es de 1979, el modelo de orza fija (calado 78 cm) con una eslora de 5,50 metros y una manga de 2,35 metros. Está exento de pasar revisiones debido a ser menor de 6 metros.

Es un barco muy marinero, de construcción robusta y de gobierno sencillo y fino, estable, con buena bañera y mucha manga, que evita la escora. Hemos estado tres adultos de pie en la misma borda sin que el barco se escore.

 Para que os hagáis idea de las capacidades marineras del barco, el dueño anterior lo trajo navegando desde Bretaña a Santander a rumbo directo, atravesando el Golfo de Vizcaya.

Tiene mayor con funda, génova enrollable con banda de protección solar, y espinaker con su tangón (las tres en muy buen estado). La mayor y el génova anteriores se han conservado como repuesto de emergencia.

El motor es un fueraborda Mariner 5 HP de dos tiempos, eje largo, con depósito interior y exterior, recién revisado en el concesionario oficial. Tiene también un jerrican de 10 litros para rellenar el depósito principal.

Tiene dos líneas de fondeo, una en proa y otra en popa, con las cadenas y los cabos sin estrenar. Polea para el ancla de proa añadida.

El interior tiene cama para cuatro personas, una mesa desmontable, y una cocinita con cardan que se sujeta en el puntal del palo.

 Tiene dos tapas de la puerta de entrada a la camareta, para poder dejar una puesta mientras se barniza la otra, y que no quede el barco abierto. También tiene recambio para los pasamanos de madera de la cubierta, con el mismo objetivo.

Tiene luces de navegación, VHF portátil, y también sonda y corredera pero éstas dos últimas no funcionan. Igualmente los chalecos salvavidas, las bengalas, y el seguro vigente hasta enero de 2025.

En el verano de 2022 se pulió el casco y la cubierta. Actualmente está en seco en Santander con la patente quitada para ver la obra viva y comprobar que no tiene ósmosis. Se entregará con la patente recién dada.

El precio es de 3.500 euros. El barco está en Santander. Podéis llamarme al 618 240 646 para más detalles.

 

 

 


 








 




jueves, 5 de diciembre de 2024

Dedicatoria al capitán del Cervera Ramis "BORNEO".

 Hola navegantes.

Hace mucho que no pongo una dibufirma de dedicatoria. Aprovecho para poner una foto de la última que me han pedido, que corresponde al velero del modelo Cervera Ramis de nombre "BORNEO":


  Os recuerdo que podéis pedirme un  libro dedicado con la dibufirma de vuestro barco, o de vuestro nombre o de la persona a la que se lo vais a regalar. Desde luego que será un regalo único, que sobresaldrá en el anaquel de sus libros de navegación, porque no creo que exista una dedicatoria igual en todo el  mundo. Sólo tenéis que escribirme a alvarogaledo@gmail.com.

Un saludo.

martes, 3 de diciembre de 2024

A Venecia sin lujos.

Hola navegantes. 

 El astillero Wally está promocionando su nueva motora Wallywhy 100 en Venecia:

Como veis es una especie de apartamento flotante, de 21 metros de eslora y un precio el modelo base de 3,8 millones de euros:


 ¡Lo que daría por verle buscando atraque para ese autobús en las marinas de la laguna de Venecia, y salir maldiciendo porque no cabe en ninguna!.  Porque todo tiene sus inconvenientes, como dijo uno que al poco de fallecer su suegra le presentaron la factura del entierro. ¿Cómo explicarles que se puede llegar a Venecia desde Santander en un 23 pies que cuesta alrededor de 8.000 euros, y posiblemente ser más felices que los de la motorona y disfrutar mejor de las vacaciones?.

 

 Con cuidado, navegantes.


lunes, 2 de diciembre de 2024

A CARLOS PELLÓN, IN MEMORIAM.

(En el móvil poner la pantalla horizontal).


A CARLOS PELLÓN, IN MEMORIAM.


Mi amigo navegante al final se ha muerto solo.
Ya llevaba algunos años sin querer que se le viera,
y al hacerse viejo usó un extraño protocolo
para esperar sin testigos a la vieja Lastimera.

Primero se encerró en su casa de la playa
sin aceptar ni visitas, ni ayudas, ni favores,
y al final en una triste residencia de mayores
donde poder verse solo y tirar allí la toalla.

Todo eso para que no le viéramos hacerse viejo
y sólo recordáramos su andar como con muelles,
sus ironías contra los frailes y contra los reyes,
su agilidad en el Gonia al trimar el aparejo,
o su cuerpo flaco y joven en la Torca del Carlista
cansado, barbudo y sucio, con los huesos a la vista.


Pues sí que lo conseguiste, Carlos, y nos has dejado
un buen recuerdo manejando el timón o las varillas,
surcando el mar en ese barco de vivir de rodillas
escorado y con el arnés, o frente a Mouro aboyado,
o buscando el agua bajo las iglesias y los menhires
con la concentración y la mirada de los faquires.

Pero eso no nos consuela de que te hayas ido solo.
Hubiéramos preferido tenerte a nuestro lado
hasta el último momento, y decir adiós a Eolo
desde mi Corto Maltés en un día ventilado,
y apagarte en la cubierta, entre el estay y la escotilla,
después de haber escrito juntos la última cuartilla.

Y no solo en una cama del hospital Valdecilla
rodeado del monitor, el suero y la bacinilla.

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Y aquí el dibupoema, con las estrofas marcadas en rojo (clic encima para verlo mejor):


 

sábado, 30 de noviembre de 2024

Adiós a un buen amigo.

Hola navegantes. 

 Hace unos veinticinco años conocí a un navegante que me ha marcado profundamente. Una mañana desembarcaba tranquilamente en Punta Rabiosa con mi velero de entonces, un Cóndor 20, y vi en la playa a un hombre enjuto limpiando la cubierta de un velero como el mío. Por la similitud de los barcos trabamos conversación, y de nuestra forma similar de concebir la navegación, y la vida en general, surgió una amistad que ha durado hasta el final.

Carlos Pellón era un ingeniero jubilado, aunque su aspecto físico engañaba respecto a su edad. De joven había sido espeleólogo, y entre otras cosas realizó la primera topografía y medición exacta de la Torca del Carlista, en 1958. En las siguientes fotos podéis verle, con una juventud insultante y con el rostro de un cristo crucificado dos veces, a la salida de la cueva. Y en la segunda, el escenario con los medios de entonces, que más parece una trinchera de la primera Guerra Mundial:

 

Profesionalmente había trabajado en Euskadi en los años de plomo de la ETA, y como no había cedido a su extorsión había estado amenazado de muerte, le habían dado permiso de armas y acudía al trabajo con pistola. Al jubilarse se instaló en un pueblecito de la bahía de Santander. Como consecuencia de un divorcio gris y de la independencia de sus hijos, vivía solo y pasaba temporadas en el velerito. Recorría habitualmente la costa cantábrica, entre Asturias y Euskadi, lo que para un velero de menos de 6 metros tiene su mérito, y había pasado varios meses en el mismo velero en el Mediterráneo, donde le había llevado en un camión. Aunque Carlos era un peso wélter, tiene mérito que aguantara viviendo varios meses en ese barquito. Su técnica de pernocta era varar en la playa en bajamar (el Cóndor 20 era de orza abatible) o amarrarse en las escaleras de desembarco de los anexos, ya que su velero entero era tan pequeño como muchas de las zodiac que usaban para desembarcar de los veleros fondeados. Su ejemplo me animó a mis primeras navegaciones por fuera de la bahía con el Cóndor 20, y a comprender que el tamaño no importa, sólo la prudencia y la pericia del capitán. En la siguiente foto nuestros dos veleritos, el Gonia y el Corto Maltés, los de entonces, en un rincón de nuestra bahía:

Como en el terreno científico Carlos tenía una curiosidad de portero, al jubilarse se dedicó a investigar las bases científicas de la radiestesia, para la que estaba especialmente dotado. No sólo era capaz de encontrar agua subterránea con las varillas, también acertaba su curso, su dirección y su profundidad. Más allá de eso dedujo las bases fisiológicas de la radiestesia (detección de pequeñas alteraciones gravitacionales por las células ciliadas del utrículo y el sáculo del oído interno) y aplicó sus conocimientos a diversos estudios arqueológicos. Con sus varillas estudió templos católicos, musulmanes, construcciones mayas y egipcias, etc, en diversos viajes por el mundo, demostrando que todos ellos estaban construidos siguiendo las líneas de las corrientes subterráneas de agua. Dio algunas clases magistrales en alguna universidad de México, y mantuvo un blog con sus descubrimientos:

  Clic aquí.

 En 2001 compartí con él y con mi hijo Pablo una navegación por el Mediterráneo en una goleta de 18 metros. Aquello era otro mundo comparado con nuestros dos pequeños minifundios que se movían a vela por Santander, y nuestra amistad se estrechó y dio origen a multitud de anécdotas. Porque entre otras cosas, durante aquella navegación nos explicó los secretos de la radiestesia y nos enseñó a practicarla (en la segunda foto, practicando con las varillas en Cabrera, sobre el azul pastel del Mediterráneo en verano):

 

También hizo un estudio radiestésico de los menhires de Valdeolea, en Cantabria, demostrando que su recorrido sigue las líneas subterráneas de agua, y que uno de ellos está plantado al revés. Debió caerse, y al encontrarlo tumbado lo levantaron al revés, lo de abajo arriba, quedando situado a 4 metros y pico de la ubicación original, que es donde se cruzaban las líneas subterráneas, exactamente la misma distancia que la altura del menhir.

Carlos navegó hasta cerca de los 80 años, casi siempre en solitario, y colaboró con nuestra actividad de vela solidaria "Carpe Diem" con niños de oncología. Con el paso del tiempo fue haciendo adaptaciones a su velero para compensar sus limitaciones funcionales, hasta que comprendió que no podía seguir. Un día tuvo un pequeño ictus mientras navegaba en solitario, y consiguió llegar a puerto y a su casa antes de llamar al 112. Aunque se resolvió sin secuelas consideró prudente dejar de navegar y vendió el Gonia. Aunque a él le dolió como la enfermedad de un hijo y a los amigos la decisión nos dio en plena linea de flotación, todos le dijimos que hacía lo más prudente. Y aunque luego vino a navegar con nosotros algunas veces, se veía que ya no era lo mismo. Venía a bordo con ganas de fondear y con unas modestas notas a punto de no ser leídas, donde explicaba sus descubrimientos de radiestesia para un futuro libro, que no vio la luz.

Carlos nunca temió a la  muerte, y fue capaz de escribir su propio epitafio poético, que comparto con vosotros, en el que se imagina volviendo a navegar en el Gonia, esta vez hacia la eternidad (clic encima para verlo mejor):

Se ha marchado a la francesa y discretamente, como vivió, de una manera rápida y sin sufrimiento, aunque los últimos años muy afectado por sus limitaciones físicas, que en una persona con la mente completamente lúcida, como él, son más dolorosas de aceptar. Descanse en paz. Yo le rindo homenaje con mis propias palabras para cuando me llegue el mismo momento:

Pues ni eso me importa, yo viviré día a día
entre la montaña, el río y el azul de mi bahía,
hasta que me abracen la enfermedad o las rompientes
y me deba despedir de la ciudad en la que eché los dientes.
Si hay más allá disfrutaré de la vida desde arriba
siguiendo la historia de mis hijos y de los siguientes,
y si no lo hay lo lamentaré por todos los creyentes.
Yo no me arrepentiré de mucho en la Triste Comitiva.

Con cuidado, navegantes.