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viernes, 30 de noviembre de 2018

"Dibucartas al grumetillo" en Telecantabria.

Aquí el reportaje de Telecantabria en la edición del mediodía del 28-11-18:

http://www.rtve.es/alacarta/videos/telecantabria/telecantabria-28-11-18/4862799/   

Tenéis que buscarlo al final, después del Tiempo y de los Deportes, concretamente en el minuto 21:30

jueves, 29 de noviembre de 2018

"Dibucartas al grumetillo" en la Cadena Ser.

Hola navegantes.

Aquí podéis oir la entrevista del 27-11-18 en la Cadena SER a Javier sobre "Dibucartas al grumetillo". Os va  a parecer que escucháis a un adulto y bien maduro, no de los que les falta un hervor, pero sí, es él, con 14 años.


http://cadenaser.com/emisora/2018/11/28/radio_santander/1543418128_893210.html

 No os extrañe si os aparece una furtiva lágrima. Espero que os decidáis a comprar algunos libros para regalar en Navidad. Contribuiréis a una buena causa.


miércoles, 28 de noviembre de 2018

"Dibucartas al grumetillo" ya está disponible.

Hola navegantes.

Ayer presentamos Javier y yo el libro "Dibucartas al grumetillo" en la librería Estvdio, de Santander, y ya se  puede comprar por internet a través de la columna derecha de este blog.

Ya os dije que todos los beneficios, TODOS, incluso los de la editorial, van a la lucha contra el cáncer infantil. Como esta vez yo no gano nada puedo pediros sin vergüenza que seáis generosos y nos ayudeis a difundirlo. Es un buen regalo de Navidad para cualquiera que tenga niños y quiera educarles con algún valor diferente de los de  las videoconsolas.

¡Salud y poesía!.

martes, 27 de noviembre de 2018

Entrevista en SER Cantabria.

Hola de nuevo. Hoy a las 12.30 nos entrevistan a Javier y a mí sobre la historia humana que hay detrás del libro "Dibucartas al grumetillo", que presentaremos esta tarde es Estvdio a las 19.30.

Podéis oirlo en directo en el dial 102.4 de FM, y desde fuera de Cantabria en Internet:

http://play.cadenaser.com/

Espero que os guste.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Dibufirma de Fécamp.

Hola navegantes.

Los siguientes días recorrimos diversos puertos, entre otros Le Havre, el tercer mayor puerto de Europa, donde desemboca el Sena y por donde también podríamos llegar a París. Estuvimos estudiando la posibilidad de hacer una excursión por el Sena hasta Rouen, que se puede hacer sin desarbolar. Los reporteros de “Voiles et Voiliers” lo recomendaban, y nos daba curiosidad conocer de cerca el fenómeno del "Mascaret" que os conté en la entrada del 22 de marzo de 2018. Pero nos faltaba tiempo. Cuando en 2012 salí con Luis Espejo de Santander para dar la vuelta a España en el Corto Maltés disponíamos de tres meses, y nos parecía una eternidad. Luego comprobamos que para verlo todo habríamos necesitado seis. En la vuelta a Francia me estaba pasando lo mismo.

Seguimos entonces adelante por la costa de Normandía, que es una sucesión de acantilados enormes, donde desde hace siglos se libra la batalla entre lo sólido y lo líquido. Tienen más de 100 metros de altura, están cortados a hacha sobre el mar y el corte es, curiosamente, de color blanco. Los desprendimientos forman playitas pedregosas a sus pies. A lo tonto llegamos a Fécamp, un puerto precioso en mitad de una grieta de los acantilados. Allí estuvimos retenidos tres días por una avería de motor (no cargaba la batería) y por la meteorología, aunque el tercero el pronóstico falló y estuvimos tirándonos de los pelos por no haber salido. Pero en esa costa si pierdes la hora buena de salir ya es mejor no hacerlo, porque no se puede navegar con la marea en contra.


¡Con cuidado!.

sábado, 24 de noviembre de 2018

jueves, 22 de noviembre de 2018

Dibufirma de Arromanches.

Hola navegantes.

De Jersey fuimos a Guernsey, y unos días después pasamos el Raz Blanchard. Elegimos bien el momento y la que iba a ser una de las navegaciones más difíciles de la vuelta a Francia  fue una de las más divertidas y tranquilas, a una velocidad endiablada (picos de más de 10 nudos) pero siempre confiados, lo que se suele llamar una navegación de señoritas. A mis amigas no les gusta la expresión, pero menos les gustará este cartel que vieron los de “Voiles et Voiliers” en Alderney, la isla que cierra el Raz Blanchard:

SE BUSCA BUENA MUJER. Debe saber limpiar, cocinar, coser, insertar gusanos y limpiar pescado. Debe tener barco y motor. Por favor enviar foto del barco y del motor.

Ironías machistas aparte, ya comenté que suele pasar en la náutica: tanto hablar de los peligros acabas creyéndotelos y preocupándote por ellos, como un perro que se asusta a sí mismo ladrándole a un espejo. Y eso es el Raz Blanchard.


En Cherburgo cambiamos de tripulación, se incorporó mi amigo David Calvo, y al cabo de unos días llegamos a Arromanches. Allí ya no existe nada que recuerde a un puerto, sólo los restos del desembarco aliado. Os lo conté en el blog el 25-7-18 y os recomiendo volver a leerlo. Los pocos bloques que aún se ven están dispersos, en una línea discontinua, y no protegen en absoluto. Aun así en algunas cartas náuticas siguen catalogándolo como “Port Winston” y puede inducir a error. Y por si fuera poco, en el interior del “puerto” hay varios naufragios, y el fondo está plagado de diversos residuos bélicos que complican el fondeo por la facilidad con que las anclas se traban.

Nos apetecía tanto conocerlo que nos arriesgamos, aun sabiendo que pasaríamos una noche de las malas. El sitio era de los que luego se te meten en los sueños: el anochecer con aquella luz crepuscular, el sol poniéndose entre los bloques abandonados, saber que te rodean naufragios heroicos, la misma incertidumbre de la noche que teníamos por delante y su sobreabundancia de adrenalina... Y en efecto la noche fue de las de dormir con un solo ojo, y no descansamos nada. Por si fuera poco al intentar desembacar casi se me lleva la corriente, y al levantar el fondeo la maldita ancla se había enrocado. A pesar de ello mereció la pena, nos trajimos un recuerdo precioso, y la dibufirma y las fotos crepusculares del Corto Maltés en lo que queda de Port Winston las considero un homenaje a aquellos valientes que libraron a Europa del fascismo.




Nota: la foto tiene el horizonte torcido porque está hecha desde el inflable cuando se me llevaba la corriente.

¡Con cuidado!.

martes, 20 de noviembre de 2018

Dibufirma de St. Helier (Isla de Jersey).

Hola navegantes.

De La Rance fuimos directamente a la Isla de Jersey, la más grande de las Islas Anglonormandas. El curioso nombre le viene de un héroe vikingo del siglo IX llamado Geirr, con el sufijo “ey” (muy utilizado en los países nórdicos y que significa “isla”): Isla de Geirr. Es inglesa pero con un estatus especial, parecido a Gibraltar. Su Jefe de Estado lo designa la reina de Inglaterra y su representación internacional y defensa son responsabilidad del Reino Unido. Es un paraíso fiscal, no existe el IVA, y se la considera una isla sofisticada y cosmopolita. Como ejemplo, el puerto estaba lleno de esos barcos cuyos propietarios toman el caviar con cuchara sopera y tiene la flota más grande de Rolls-Royce del mundo (más de 50). Aunque solo mide 16 kilómetros en su parte más larga, y no sé si en el Rolls podrán pasar de tercera.

Hace raro imaginarse una isla inglesa tan cerca de Francia (está a 13 millas de Francia y a 90 de Inglaterra) y de hecho en épocas prehistóricas estuvo unida al Continente. En el siglo XI Normandía e Inglaterra eran la misma monarquía, pero en la Edad Media Inglaterra perdió muchas de sus posesiones en el Continente y conservó sus islas en el Canal. Jersey emite sus propios billetes y monedas, sus propios sellos, y por tener tiene hasta su propio idioma, el “jersiais”, derivado del normando.

St. Helier es un enorme puerto deportivo y comercial y la capital de la isla. Como llegamos con la marea baja tuvimos que esperar tres horas para pasar el umbral. Echamos allí la siesta y al despertarnos vimos que una chica había dejado en el barco unas hojas impresas. Pensamos que sería el cuestionario de aduanas, pero ¡qué va!. Era de una tienda que vendía productos libres de impuestos, principalmente tabaco y licores, y el cuestionario era para ver cuántas cajas querías de cada uno. Luego te lo llevaban al barco para que no te molestaras ni en cargarlo. Así nos va.


Ver entrada del 17 de julio.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Dibufirma de Plouër sur Rance.

Hola navegantes.

Después de pasar por Saint-Malo entramos en La Rance. Iba a ser otro de los sitios míticos de la vuelta a Francia, y de los más curiosos por los que se puede navegar. No creo que haya otro lugar en el mundo donde las mareas desobedezcan a la luna. Es un enorme río cerrado por una presa mareomotriz, o sea, la represa se llena y se vacía, y para mayor eficiencia se permite modificar el nivel de la marea aguas arriba. Está mediatizada por las necesidades energéticas y se ha creado un régimen de mareas artificial cuya amplitud puede ser desde 4 hasta 12,5 metros en vertical, y eso de un día para el siguiente. Las tablas de mareas se publican sólo para la semana siguiente y  están apostilladas con la frase "Estos horarios son sólo probabilidades. Pueden ocurrir cambios".

Pasamos la esclusa sólo dos o tres barcos, y al salir en el lado de La Rance caímos en un mar de papel de plata, porque la propia presa hacía un remanso del viento.Nuestro destino ese día era Plouër sur Rance, unas 10 millas río arriba. Al pasar frente a la rampa de varada de Mordreuc nos quedamos de piedra al ver una foca tumbada tomando el sol en la rampa, entre la gente que se bañaba y se bronceaba. ¡Era Josefina!. Es una foca que desde hace 20 años vive en los alrededores de ese pueblecito, y en verano viene a dormitar a la rampa donde se bañan los niños. Se supone que entró en La Rance en una de las aperturas de la esclusa y luego no ha querido volver al mar a través de esa infraestructura tan peligrosa, arriesgándose a ser succionada por las turbinas y terminar en carne picada. Ya es famosa y sale hasta en las postales. En cuanto la vi amarré el Corto Maltés a una boya, me puse el bañador y me tiré al agua con la misma determinación que una frase sin comas. Y fue mi único baño de ese verano, porque el agua estaba realmente fría. Pero no quise esperar a inflar el anexo por si acaso Josefina se aburría y se marchaba. Estuvimos como una hora haciéndonos fotos con ella.


¡Id con cuidado!.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Dibufirma de Dahouët.

Hola navegantes.

Después de otros acaecimientos, entre los que incluyo la exploración del río Trieux durante 3 días (fue el sexto río de este viaje, después del Charente, el Etel, el Goyen, el Aulne y el Elorn) llegamos al puerto de Daohuët. Está al fondo de un fiordo que se seca completamente en bajamar, y retiene el agua con un umbral. La entrada al fiordo es preciosa, una grieta en la costa mineral que desde el mar parece imposible que dentro haya ningún puerto. Era pleamar y ya dentro vimos un plano de agua liso, y en mitad de él un par de perchas roja y verde por entre las cuales teníamos que pasar, porque todo lo demás estaba obstruido por el muro sumergido, aunque no lo viéramos. Nos colocaron en el extremo del pantalán, muy cerca del umbral, lo que nos permitió apreciar muy bien el fenómeno que ocurrió más tarde.

Nos acostamos dispuestos a dormir como marmotas en aquel abra de paz, pero cerca de la medianoche nos despertamos por un ruido sordo, que nos hizo saltar de la cama pensando que pasaba algo. Al salir con las frontales vimos que era el agua vaciándose por encima del umbral, que formaba como una cascada y eso, sobre un muro de 150 metros de largo, ¡vaya si suena!. Luego todo se serenó y dormimos hasta la madrugada.

Teníamos que levantarnos a las 5 h., porque habíamos calculado que a las 5.30 h. habría agua suficiente para salir con la orza subida. Pues a las 5 h. el antepuerto estaba completamente seco con todos los barcos varados, desde nuestro atraque veíamos toda la entrada del fiordo en seco, y os lo prometo, parecía imposible que media hora después pudiéramos salir por encima de aquel muro. Pues mientras desayunábamos oímos otra vez un ruido como de una cascada y era la marea que estaba llegando y pasando por encima del umbral. Parecía esas imágenes del telediario de los tsunamis, de verdad. En lo que tardamos en recoger y prepararnos había alcanzado casi dos metros sobre el umbral y salimos sin ningún problema. Claro, en esa costa sube 10-12 metros en cada marea, lo que significa un metro en media hora  de promedio, pero en las horas centrales metro y medio en media hora, y no estábamos acostumbrados. Fue una sensación hasta entonces desconocida.


¡Id con cuidado!.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Renovar el soporte del fueraborda.

Hola navegantes.

En la vuelta a Francia, y sobre todo en las etapas por los canales, que estaban colmatados de algas, saqué tantas veces el fueraborda que me dí cuenta del estado en que se encontraba su soporte de madera:




Llevaba en el pozo más de 30 años, desde que el barco salió del astillero. Era uno de los bricolajes que tenía pendientes. El soporte nuevo, con mi manía de la seguridad, lo he duplicado y tiene 4 cm de espesor en vez de los 2,5 del original. Le he dado una capa de protector de madera y 5 de barniz.


El cáncamo de arriba a estribor es para candarlo, y la tela del fondo para que no se me caigan las herramientas al mar por el agujero del pozo. Después de encargar las piezas, al ir a montarlo resultó que el original no era rectangular sino trapezoidal, y tuve que cambiar el recorte y barnizar otra vez los cantos. Antes de atornillarlo intercalé una capa de Sikaflex para que disminuya la transmisión de vibraciones al casco. Luego protegí el apoyo del motor y de los aprietes con una goma para que no dañe la madera.




Por dentro, los tornillos de babor los he apretado con cáncamos en lugar de con tuercas, para amarrar los puntales cuando no los uso. Así no se mueven con las olas. Además sus arandelas sujetan el revestimiento de eskay, que se estaba despegando.


En la siguiente, cómo llevé los puntales en la vuelta a Francia, sin amarrar.


Iban sujetos sólo con el mogollón de sacos de velas y otras cosas que llevamos en la cama de popa. Ahora van más asegurados contra las olas y la escora. No ha quedado mal.

Hasta mañana navegantes. ¡Id con cuidado!.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Dibufirma de L’Aber-Wrac’h.

Hola navegantes.

Se acabó lo bueno y tuve que despedirme de Ana en Brest. Seguí la vuelta a Francia con mi amigo Daniel Tribaldos, que me acompañaría hasta Cherburgo. Y el primer día, para estrenarse, tuvimos que pasar el Canal du Four, el estrecho entre la isla de Ouessant, que marca el final de Francia por el Oeste, y el Continente. Literalmente significa "Canal del Horno", lo que da idea de cómo entra allí el agua en ebullición, especialmente cuando se enfrentan el viento contra la corriente.

Se producen en él corrientes de hasta 7 nudos y mares desordenados. En la bibliografía náutica se encuentran descripciones como “campo de minas”, “terrible calzada”, temible raz”, “paso malsano”, etc., lo que da idea de la imagen que tienen los bretones de ese rincón. No hay que afrontarlo contra la corriente por la imposibilidad de contrarrestar su fuerza, ni en la situación de viento contra corriente porque se forman rompientes, ni con mala visibilidad por la cantidad de escollos. Por las descripciones que hacen parecería que es más fácil congelarse el infierno que salir con vida de ese paso, y allí la gente se despide diciendo "con cuidado".
 
Bueno, pues con el Finisterre francés nos pasó como con el español en la vuelta a España: tanto temor y prevenciones y no fue nada. A eso de las 12 h. ya estábamos fuera del Canal du Four y anoté en el cuaderno de bitácora: “ya hemos pasado Le Four, sin problema ninguno”. Podría escribirlo con más teatro para darnos importancia, pero, sinceramente, fue todo fácil y rodado. Eso sí, habíamos elegido la hora y las condiciones de paso para tenerlo todo a favor, y llevaba anotadas las coordenadas de 3 sitios de refugio posibles por si algo se torcía.

Acabamos la etapa en el puerto de L’Aber-Wrac’h, nuestro destino más optimista para ese día, después de hacernos 44 millas en 10 horas. Está en el interior de una ría de esas que parecen un puzzle desordenado de arrecifes, rocas y escollos, pero todos estaban bien balizados y casi era divertido. Eso sí, con niebla debe ser muy arriesgado.

Al saltar al pantalán le preguntamos al patrón de otro velero qué se podía ver en L’Aber-Wrac’h esa tarde. Después de pensarlo mucho y consultarlo con su hija nos dijo que no se le ocurría nada, que eso era un puebluco. Ya os habréis imaginado que nos acostamos temprano.



lunes, 12 de noviembre de 2018

PRESENTACION DEL LIBRO “DIBUCARTAS AL GRUMETILLO”.

Desde hace 15 años un grupo de sanitarios y navegantes organizamos en Santander la actividad de vela solidaria “Carpe Diem” en la que enseñamos a disfrutar del mar y del deporte de la vela a los niños de Oncología de Valdecilla, a los que llamamos “los grumetillos”. Durante los ingresos de uno de ellos, Javier, que fue diagnosticado de leucemia a los 8 años, le escribía “dibucartas” en las que las letras empiezan a girarse o cambiar de tamaño para ir construyendo un dibujo.

Se nos ocurrió la idea de agruparlas en dos ejércitos. Uno sería el de los buenos, que intentaría ayudar a Javier a superar el duro trance en que se encontraba. Les llamamos “Los Dibugruminados” porque estaría constituido por héroes buenos de los dibujos animados y contaría con la ayuda de todos los grumetillos de vela. El otro sería el de los malos. Les llamamos “Los Desnarizados” porque estarían dibujados sin nariz, sustituida por un signo de interrogación. Se debe a que en un ingreso Javier tuvo una reacción alérgica con asma, que le hizo vivir la angustia de no poder respirar. Quisimos que todos los malos pasasen por lo mismo.

En el libro se recoge la historia de esta lucha desigual, inventada y escrita por Javier durante sus ingresos y su estancia en la burbuja, y se reproducen las dibucartas. No es un libro sólo para niños, que son, obviamente, su principal destinatario. También está dirigido a sus padres, porque tendrán que ayudarles a descifrar las dibucartas, y porque tienen que comprender que hasta en los momentos más difíciles es posible tomar distancia y desdramatizar las situaciones. En el caso del cáncer pediátrico, pensando que a pesar de la crueldad del diagnóstico y de los años de duros tratamientos, la mayoría se curan y tarde o temprano llegará el momento en que todo esto será sólo un mal recuerdo. Y a esa esperanza optimista hay que agarrarse para que no sucumba la pareja y toda la familia en el proceso. Y finalmente también se dirige a los sanitarios, para que comprendan que nuestra labor terapéutica debe ir más allá de aplicar los mejores tratamientos y debe incluir todos los aspectos de la vida del niño, desde su estancia en el hospital, su escolarización y su tiempo libre.

Los beneficios íntegros del libro, de los autores y de la editorial ExLibric, se destinarán a la lucha contra el cáncer pediátrico. La presentación será en la librería Estvdio de la Calle Burgos, en Santander, el martes 27 de noviembre a las 19:30 h.

La siguiente imagen puede reenviarse por wasap, por si nos hacéis el favor de ayudarnos a difundir la convocatoria. Gracias.


sábado, 10 de noviembre de 2018

Dibufirma del Monte Saint-Michel.

Hola navegantes.

Desde Brest fuimos a conocer el Monte Saint-Michel en un coche alquilado para estudiar la posibilidad de fondear en sus inmediaciones con el Corto Maltés. Es una isla al fondo de una enorme bahía que mide por lo menos 15 x 6 millas. El fondo es tan plano que al subir la marea llega un momento en que el agua supera el umbral de la arena y avanza dicen que a la velocidad del galope de un caballo. Por si fuera poco hay pozas de arenas movedizas. Pues en esa inmensa bahía no vimos ni un solo barco.

Al subir la marea aquello parecía un río de los potentes (igual 8 ó 10 nudos) y eso que aquel día el coeficiente era sólo de 71.  Primero la marea discurría por los regatos retorcidos del fondo, a una velocidad aún tolerable, pero al superar el umbral de la arena empezó a entrar a manta y ya no seguía el cauce de los regatos, sino que lo hacía de forma anárquica (grosso modo hacia el Sur, porque estaba subiendo) y a veces en una dirección opuesta a la que había llevado antes por el regato. Realmente muy peligroso.

Todos me habían dicho que entrar allí con el barco era poco menos que suicida. Obviamente tendríamos que fondear y varar en el arenal. Por un lado está el temor de que la marea, con su curso tan impredecible, nos cogiera de lado y nos tumbase sobre uno de los puntales, con el riesgo de que se clavara en el casco. Aunque acertásemos en la varada tuve serias dudas de que el ancla hubiera aguantado aquellos tirones, y no hubiera garreado o se hubiera roto algo. Y finalmente, aunque varásemos allí no habríamos podido desembarcar para visitar los monumentos por el riesgo de pisar las pozas de arenas movedizas. O sea que nos limitamos a una visita turística por tierra, pero nos quedamos más tranquilos por el barco, que tenía aún que aguantar dos tercios de la vuelta a Francia.

Nos habíamos quedado a dormir en una posada en la orilla del riachuelo Couesnon, que desemboca justo al lado del Monte Saint-Michel, y estábamos aproximadamente a 5 kilómetros del mar. Desde allí se veía en lontananza el Monte Saint-Michel, que quedaba al fondo de un tramo recto del riachuelo. En bajamar se secaba, pero me pareció al menos un mejor sitio para varar porque allí seguro que la corriente de marea nos vendría de frente, y en caso de accidente estaríamos muy cerca de la orilla para alcanzarla a nado, porque el riachuelo mediría escasamente 25 metros de ancho. Pese a ello decidimos no venir con el barco y sólo tomamos las coordenadas por si acaso. La noche allí fue extraña, lo primero por dormir en una cama sobre tierra firme después de un mes y medio en el barco, y lo segundo porque la posada no suministraba gel de ducha. Ya nos habían dicho que no ponían sábanas y que si las queríamos las cobraban aparte, y de eso ya íbamos advertidos. Pero del jabón no nos dijeron nada, y cuando nos dimos cuenta era tarde para reclamarlo o ir a comprarlo y tuvimos que ducharnos con el jabón de lavavajillas. ¡Qué cosas!.





viernes, 9 de noviembre de 2018

Dibufirma de Chateaulin.

Hola navegantes.

De Douarnenez fuimos a Camaret y luego a Brest, donde estuve con Ana dos semanas recorriendo esa inmensa bahía (la Rada  de Brest), un auténtico mar interior con 350 kilómetros de costa. En su interior desembocan cinco ríos que forman su correspondiente estuario, si bien sólo son navegables dos, el Aulne hasta Chateaulin y el Elorn hasta Landernau. La rada está muy protegida de los elementos (que allí proceden sobre todo del Oeste) por su estrechísima entrada, de una milla de ancho, que a su vez provoca corrientes de marea de hasta 7 nudos.

Una de las excursiones más bonitas fue la del río Aulne hasta Chateaulin, 31 millas tierra adentro.Se pasa por muchos campos de boyas en el estuario de los otros ríos, dos instalaciones militares (una base de submarinos y una Escuela Naval), un cementerio de barcos, algunos puentes y finalmente la esclusa. Al final abocamos a un puente seguido de un salto de agua con una pequeña esclusa, donde ya no podíamos avanzar más sin desarbolar, y vimos a estribor un único pantalán enano, doblado y oxidado, ocupado por dos barcos, y otros dos amarrados al muelle de piedra. Nos extrañó porque nuestras guías indicaban que había sitio para 30 barcos. Nos enrollamos con el capitán de uno de los barcos, más pequeño que el Corto Maltés, tan pequeño que casi todos los cacharros de cocina y los cubos, lavavajillas y demás los tenía esparcidos por la cubierta. Nos contó que pasaba largas temporadas en Chateaulin porque vivía a bordo y aquél sitio era gratis, y que efectivamente hubo allí 6 pantalanes pero que en 2010 un temporal destrozó cinco de ellos. Sólo habían quedado las ruinas que ahora veíamos del sexto y nadie se había molestado en reponerlos. Nos impresionó pensar que 31 millas tierra adentro también allí los temporales de Bretaña tuvieran esa violencia.
 
Decidimos quedarnos abarloados allí para aprovechar la electricidad y el grifo. El calor era asfixiante y aquél enchufe era la diferencia entre poder ventilarnos y tener comida fría, o no tener nada. Estuvimos en Chateaulin 3 días.



Ver entradas del blog de 24, 25 y 27 de junio.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Se acerca el día.

Hola navegantes.

En la entrada del 22 de septiembre os conté que uno de nuestros grumetillos de Carpe Diem había escrito un libro/cuento sobre cómo vivió su diagnóstico de leucemia, ilustrado con la dibucartas que le escribí. Ya se ha superado el largo viacrucis de cualquier publicación y presentaremos el libro el 27 de noviembre en la librería Estvdio, de Santander. Cuando quede menos tiempo os concretaré más los detalles.

Todos los beneficios, los nuestros y los de la editorial, serán para la lucha contra el cáncer. Al comprarlo estaréis contribuyendo también vosotros a esta buena causa.

Enhorabuena a Javier.




miércoles, 7 de noviembre de 2018

Dibufirma de Douarnenez.

Hola navegantes.

Después de las Islas Glénan nos tocó sobrepasar la Punta Penmarch, que marca el comienzo de la Bretaña Norte y un cambio cualitativo en nuestro viaje. En efecto, de ahí hacia el Norte las costas bajas, más o menos protegidas y con abundantes rías y estuarios de Bretaña Sur, dejan paso a las rocas, los escollos mal balizados, los puertos en sitios inaccesibles, y sobre todo la fuerza de los elementos (viento y olas) del Oeste. Tanto es así que los pescadores de la zona que tiran hacia el Sur suelen decir que al ver el faro de la punta Penmarc’h ven la puerta de su jardín. Nos tocó pasarla con chubascos y un viento del Oeste de fuerza 5-6 y surcando unos mares con fuerte marejada, que pondrían en apuros hasta al Descubridor.

En la cara Sur de la punta Penmarc’h hay tres puertos, Lesconil , Le Guilvinec y Saint-Guénole, los tres rodeados de escollos peligrosos y de marcas cardinales que hay que seguir a rajatabla. Fijaos cómo los contemplan los marinos locales que unos escollos entre Guilvinec y Lesconil se llaman en bretón “Ar Guisty”, o sea, “Las Putas”, y la cartografía está llena de pecios. Con aquel tiempo borrascoso ni se nos ocurrió la posibilidad de entrar en ninguno de los tres puertos a pesar de la mojadura que llevábamos, y no nos quedó más remedio que avanzar hasta pasar la maldita punta. Pero la pasamos y arribamos a Audierne, en el interior de un río, desde donde planificamos el paso del Raz du Seine (que hicimos también con niebla y un tiempo invernal) y entramos finalmente en el golfo de Douarnenez. Ya estábamos a un tiro de piedra de Brest, donde me reuniría con Ana unos días después.



martes, 6 de noviembre de 2018

La entrevista de vela solidaria en Euskadi aquí:

Hola navegantes.

Podéis escuchar la entrevista de Edu Araujo, en su programa Itsas Tantak, del pasado domingo 4 de noviembre, a los responsables de la actividad de vela solidaria "Carpe Diem" en Euskadi en el siguiente enlace:

https://www.ivoox.com/18-11-04-itsas-tantak-audios-mp3_rf_29823924_1.html

Empieza en el minuto 96:50 (o sea, 1:36:50).

Un saludo.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Dibufirma de las Islas Glénan.

Hola navegantes.

Después de Le Palais fuimos al Río Etel y a la Isla de Groix, y a continuación a las Islas Glénan, las de la famosa escuela de vela.  No siempre salen las cosas como deseas y esta vez no pudimos desembarcar.
Es un archipiélado sembrado de islotes y escollos, y fuimos al fondeadero de la Isla de San Nicolás, la única habitada, que tiene entre 1 y 1,5 metros de calado. No estaba protegido del viento, que era del Noroeste y parecía venir directamente del Polo, pero sí del oleaje, que era del mismo sector pero nos llegaba amortiguado por las rocas.

Desde allí veíamos un muelle de desembarco muy tentador, y estuvimos pensando ir con el Corto Maltés, visitar la isla, y luego volver al fondeo. Pero fue providencial que no lo utilizáramos, porque ya desde mitad de la marea vaciante se quedó en seco. Al poco rato entró en el fondeadero un velero Oceanis enorme y sus dos ocupantes echaron una Zodiac al agua. Cuando estábamos a punto de pedirles que nos desembarcaran vimos que echaban a la Zodiac unas nasas de pesca y las esparcían en torno al barco. Dudamos si era una actividad legal en ese sitio protegido, pero estuvo claro que no iban a desembarcar y después de colocar las nasas volvieron al velero. Más tarde hicimos gestos a una Zodiac que se dirigía al muelle y se acercaron. A bordo iban dos parejas y les preguntamos si había alguna posibilidad de que alguien nos desembarcara. En esos sitios tan inaccesibles a veces los mismos restaurantes tienen un botero que te hace el tránsito si vas a comer o a cenar en su establecimiento. Pero no era el caso, y las dos parejas de la Zodiac tampoco se ofrecieron a llevarnos. Y finalmente, la alternativa de dirigirnos al muelle en nuestro anexo de juguete, que apenas tiene flotabilidad para Ana y para mí (120 kg. entre los dos) y que posiblemente fuera insuficiente para los dos que íbamos a bordo, estorbándonos para remar, contra aquel viento helador de fuerza 5, entre las olas, y con la posibilidad de que se hiciera de noche para la vuelta, nos pareció ya muy arriesgada. Nos acordamos del refrán de que la prudencia ayuda a la suerte, y nos resignamos a no desembarcar y conocer el archipiélago sólo desde el mar.



domingo, 4 de noviembre de 2018

Vela solidaria en Euskadi.

Hola navegantes.

Desde 2016 la Asociación Vasca de Capitanes, Patrones y Navegantes ("Itsasametzen") organiza un grupo de vela solidaria "Carpe Diem" con niños  con enfermedades crónicas. Esta noche Edu Araujo entrevista a sus responsables en su programa Itsas Tantak. Podréis escuchar la entrevista en directo aquí:

http://www.emisora.org.es/onda-bilbao/

Será entre las 22 y las 0 h. Espero que os interese y tal vez alguno se anime a colaborar.




viernes, 2 de noviembre de 2018

Dibufirma de Le Palais.

Hola navegantes.

Después de Rochefort iniciamos la ascensión de la costa francesa de isla en isla, y tras varias escalas llegamos a Belle-Île (significa "Isla Bella") y concretamente a su capital, Le Palais. Para mí era una emoción especial porque de aquí en adelante ya no conocía la costa, mientras que hasta ese punto lo había recorrido en mi anterior navegación a Bretaña en 2015. O sea que llegaba con todos los sentidos abiertos a las novedades.

Todo el viaje hasta la isla fue bajo una cortina de agua, y en lugar de encontrar, como esperábamos, un paisaje bello como una primavera japonesa llegamos a una costa que cuando conseguíamos verla entre la lluvia era de un solo color, el marengo, bajo un cielo gris como un elefante recién lavado. Eso sí, el recorrido estuvo lleno de emociones fuertes. Pasamos entre otras dos islas preciosas, Houat y Hoedic, que me hubiera encantado conocer. Pero no tienen puerto, hay que desembarcar en playas o zonas de varada, y están rodeadas de escollos, o sea que no era precisamente el mejor día para arriesgarse. El paso entre ellas fue como una gincana, buscando las marcas cardinales, las balizas y los escollos en la oscuridad de los chubascos. Tuvieron que quedar para otro viaje.

El puerto de Le Palais está presidido por La Ciudadela, un impresionante fortín del siglo XVIII. Es un puerto de ferries que unen la isla al Continente, y sus maniobras añaden una dificultad más al ya de por sí difícil tráfico en ese puerto complicado. Y más aquel día, que coincimos con una regata de veleros solidarios, como os conté en el blog, y tuvieron que acomodarnos a más de 50 barcos a la vez. Por nuestro pequeño tamaño tuvimos la suerte de que nos colocaran solos en la dársena más interior, el "Bassin de la Saline”, separados de la vorágine por un puente levadizo. Es una especie de pequeño fiordo con una zona arbolada a estribor y una calle poco transitada a babor, donde nos dieron un atraque con finger y torre de luz y de agua en nuestra misma proa. Más adelante un marinero me reconoció que nunca se habían visto tan apurados para acomodar a todos los barcos de un solo día.