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viernes, 29 de abril de 2022

Ya está el libro de la vuelta a Italia.

 Hola navegantes.

 Alguno estará pensando que tengo memoria de teflón, que no se me pega nada, porque dije que esta semana estaría el libro y no lo he anunciado. Pero es que hasta hoy no me ha dado el visto bueno la editorial, porque estaban dando prioridad a los que van a mandar a Robinson. Pero ahora ya sí,podéis pedirlo a través de la columna derecha de este blog, o bien aquí:

 Clic aquí 

En el enlace están disponibles también,en abierto, las primeras páginas para que veáis si os gusta y os apetece seguir leyendo. 


 Espero que os guste. 

jueves, 28 de abril de 2022

Presentación de la vuelta a Italia en Robinson.

 Hola navegantes.

El libro de la vuelta a Italia voy a presentarlo en la Librería Robinson, de Madrid, el próximo jueves 5 de mayo, a las 19 h:


 Es en la C/Santo Tomé 6. Con cada libro daremos una velita con el logo del Corto Maltés, hecha con los restos del spinnaker que se nos rompió en aquella navegación, y que le ha impulsado en todas sus rutas. Con ella tendréis en casa una parte de mi barquito de recuerdo.


 Lo anuncio para invitaros a acudir a los que viváis en Madrid, y para pediros el favor de ayudarme a difundirlo entre vuestros amigos navegantes o viajeros. Ojalá podáis acudir. 

Con cuidado, navegantes.

miércoles, 27 de abril de 2022

La grieta en el herraje del estay.

 Hola navegantes.

En la vuelta a España descubrimos una fisura en el herraje del estay de proa, que atribuimos a los pantocazos en la salida del Guadalquivir.


Podéis leer la historia aquí:

Clic aquí

Por suerte el herraje tenía otros puntos de anclaje para el estay y lo sustituimos por otro a través de un grillete, y así navegamos algunos años. Con el tiempo tuvimos la oportunidad de aprovechar la presencia de un soldador en  nuestro atraque para otros menesteres, y nos hizo una soldadura. Pero resultó ser de los que no dan puntada sin hilo, me aseguró que sería irrompible, y que la pieza se partiría antes por cualquier otro sitio que por el cordón de soldadura. Con cierta desconfianza volví a enganchar el estay en la pieza soldada, pero en el siguiente viaje volvió a agrietarse, precisamente donde me lo había soldado.

 Naturalmente volví a pasar el estay al anclaje alternativo, y así lleva otra vez varios años. Pero aprovechando la estancia en el varadero he decidido volver a soldarlo, por lo menos para disponer de ese herraje en caso de que fallase el actual. Esta vez me lo han soldado con la llamada soldadura TIG (del inglés tungsten inert gas) que se caracteriza por el empleo de un electrodo permanente de tungsteno (que funde a 3.410 °C) y la protección de un gas. La función del gas es desplazar el aire del entorno de la soldadura y evitar el contacto entre el oxígeno y el nitrógeno de la atmósfera y el baño de fusión. Por eso cuando hace mucho viento no puede usarse, ya que el viento puede desplazar el gas protector y perder su efecto.


 La soldadura TIG da cordones más resistentes, más dúctiles y menos sensibles a la corrosión, al menos en teoría,y espero que esta vez dure. La decisión de pasar el estay a la pieza soldada o dejarlo donde está no la he tomado, pero al menos sé que dispongo de un anclaje alternativo si me fallase el actual.

Lo que sí llevo siempre es un anclaje secundario o de seguridad, consistente en una cadena inoxidable con un poco de holgura, la suficiente para que si falla el principal por lo menos no se me caiga el palo. 

Con cuidado, navegantes.

martes, 26 de abril de 2022

La varada anual.

 Hola navegantes.

Acabamos de cumplir con el trámite más incómodo y más caro de tener barco: la varada anual. Hay que sacarlo del agua cada uno o dos años para limpiar el casco, renovar la pintura antiincrustante que llamamos "patente" (esa con biocidas para que no se peguen algas y caracolillos) y cambiar los ánodos. Este año, además, teníamos que comprobar el estado de la orza nueva que le pusimos el año pasado, y estábamos preocupados por las manadas de caracolillos que nos trajimos de Italia:

 Se ve que cada mar tiene su fauna, porque en Santander nunca me habían salido caracolillos. Aquí me sale sólo un verdín que se va perfectamente con la karcher. Pues al sacarlo del agua vimos que las manadas seguían allí pero no había proliferado más, y se fueron por el desagüe del varadero sin derecho ni siquiera a un epitafio. 

Respecto a la orza, estaba intacta y ha sido una satisfacción verla así. Si la anterior se había deteriorado en 30 años sin salir del agua, está claro que, por el curso normal de la naturaleza, el deterioro de la nueva no debe preocuparme.

Hemos hecho también la revisión del fueraborda y otros bricolajes, y finalmente el Corto Maltés ha vuelto al agua como nuevo, dispuesto a afrontar los retos de este verano.

 Hasta ahora no he tenido noticias de nuevos ataques de orcas en Galicia, así que si todo sigue igual partiremos para el Golfo Ártabro el 28 de mayo.

Con cuidado, navegantes.

lunes, 25 de abril de 2022

Luces para los chalecos salvavidas.

 Hola navegantes.

A estas alturas, y por poco que hayáis leído de este blog, ya os habréis dado cuenta de que la navegación a vela es algo más que bonitos fondeos al sol, con chicas guapas en biquini tomando piñas coladas. Entre otros malos ratos, aparte de los que te depara la meteorología,  está el de leerse el BOE.

El 19-5-21 se publicó el Real Decreto 339/2021, de 18 de mayo, por el que se regula el equipo de seguridad y de prevención de la contaminación de las embarcaciones de recreo. Y entre otras cosas introdujo la novedad de que los chalecos salvavidas tenían que llevar incorporada una luz, eso sí, siempre que se navegue de noche. Todos piensan que eso de que se les caiga un tripulante al agua y por la noche no les va a pasar a ellos, pero es engañarse como el que dispara a una pared y luego pinta una diana alrededor de los impactos. Como en nuestras navegaciones fuera de Santander no podemos descartar que nos pille la noche sin haber alcanzado el puerto, en mi caso esta nueva norma tiene todo su sentido. Y también, en Santander, cuando salgamos por la noche a ver los fuegos artificiales, que deberemos llevar una luz de chaleco por cada persona a bordo.

Se trata de una luces estancas que activan automáticamente en contacto con el agua, de manera que si alguien se cae al agua de noche se encienden solas, emitiendo una luz blanca de destellos. En las siguientes fotos podéis ver dos electrodos (los puntitos de apariencia metálica) que al entrar en contacto con el agua cierran un circuito que enciende la luz:


De  hecho, para ver si funciona se tocan los electrodos con la yema del dedo humedecida, y se comprueba que se encienden. La pila interna no puede sustituirse porque todo va sellado para que sea resistente al agua, y cuando se agote (tienen una caducidad de 3-4 años) hay que comprar otra luz nueva, aunque son bastante económicas (10-11 euros cada una). Para ahorrar batería tienen un interruptor para apagarla cuando se recupera al náufrago, o si se activa intempestivamente por ejemplo por la lluvia.

El problema es que los chalecos que tenemos son de antes de esta norma, y no tienen prevista una cincha adecuada donde sujetarla. Por ejemplo los míos tienen un cinturón bastante ancho en torno a la cintura, pero que en el agua queda por debajo de la superficie, y allí la luz no sirve para mucho. He tenido que comprar dos distintas, una para cincha ancha y otra estrecha, y desplegar los chalecos una y otra vez hasta encontrar el sitio donde engancharlas para que queden por encima del agua. En uno de ellos va a ser en una cincha que sujeta el inflable a su funda de tela:

y en el otro al tubo de inflado bucal, el sistema de emergencia por si no funciona el inflado automático:

 Supongo que la industria resolverá enseguida este "problemilla" y pronto los chalecos salvavidas salgan de fábrica con el sistema de anclaje adecuado para la luz, en un lugar cerca del hombro donde se vea seguro.

Con cuidado, navegantes.

sábado, 23 de abril de 2022

"¿Cuándo llegamos? (la vuelta a Italia del Corto Maltés)" disponible la próxima semana.

 Hola navegantes.

El libro "¿Cuándo llegamos? (la vuelta a Italia del Corto Maltés)" donde cuento nuestra vuelta a Italia, y a toda la costa mediterránea de Francia, en el verano de 2021, podrá pedirse a la editorial la próxima semana. Lo anuncio hoy para celebrar el día del libro, pero os avisaré el día exacto. Yo lo presentaré en la librería Robinson, de Madrid, el jueves 5 de mayo, pero también os lo recordaré cuando falte menos tiempo.

 

 Como presentación de lo que podréis encontrar en él, os reproduzco mis conclusiones personales en el ultimo capítulo:

 "Respecto a la valoración subjetiva, ya sabéis que no me considero un Huckleberry Finn de los tiempos modernos y que no escribo estos libros para contar batallitas sino para ser sincero con vosotros, especialmente los propietarios de veleros pequeños. Y pretendo que sean un pedazo de mi vida real más que una creación artística. Por eso debo confesar que los casi cuatro meses de navegación se me hicieron largos y que al final, en las feas y duras etapas del Adriático, rocé el hartazgo. Por eso elegí como título del libro la famosa frase de los niños cuando se cansan en un viaje: “¿Cuándo llegamos?”. Pero no fue por las limitaciones de espacio o por las incomodidades de vivir en un barco pequeño, estoy seguro que habría sentido lo mismo en un barco grande. Cuatro meses navegando día tras día de ocho a diez horas, o más, supera la afición mejor asentada, y cualquier placer que se repite mucho vira al disgusto.

El viaje fue tan largo, en primer lugar, por el objetivo de circunnavegar un país, Italia, y por haber empezado el viaje en el país anterior, Francia. Hicimos toda la costa mediterránea de Francia antes de llegar a Italia por un motivo pragmático, abaratar el coste del camión a la ida, ya que cobra por kilómetros. Cualquier otro viaje de ida y vuelta puedes acortarlo cuando quieras, simplemente en un puerto decides volver y no pasa nada. De hecho, la mayoría de los navegantes hacen eso, y es raro cumplir íntegra la longitud del viaje proyectada. También me ha pasado a mí en las navegaciones por el Cantábrico. Pero en este caso una vez arrancados teníamos que llegar a Venecia o más allá, porque dar media vuelta y volver a España por donde habíamos venido hubiera sido muchísimo más largo.

En segundo lugar por la meteorología. Yo hago la programación de los viajes para navegar 25-30 millas diarias, que a la velocidad de crucero de 4-5 nudos significa navegar de cinco a ocho horas diarias, algo muy llevadero. En verano nos levantamos con el sol, arrancamos hacia las 8 h., y estamos en el puerto de destino alrededor de la hora de comer. Eso nos deja toda la tarde para la intendencia y para conocer el sitio de llegada. Pero en la vuelta a Italia ha habido una mayoría de días de vientos contrarios que nos obligaban a dar bordos ciñendo, con lo que la distancia se duplicaba y el tiempo se triplicaba. Nos salían etapas maratonianas de doce horas o más, y si nos quedábamos antes, otro día, aun con vientos favorables, teníamos que recuperar las millas no recorridas y hacer más horas. Algunos días llegábamos a puerto realmente exhaustos, sin ganas nada más que de ducharnos y dormir.

También influyó que una parte del recorrido ya lo conocía de viajes anteriores. Toda la costa mediterránea de Francia y la italiana hasta la Isla de Elba las conocía de la navegación a Elba en 2016 con el mismo barco, y las islas del Mar Tirreno y las Eolias en otros barcos. Los sitios ya conocidos son menos atractivos y estimulantes que los que conoces por primera vez, en que todo es nuevo. Y además los encontré más masificados por el turismo al ser temporada alta, y por el incremento del turismo interior debido al Covid-19 (a la gente le daba miedo viajar a otro país por las limitaciones en las fronteras, y por el temor a verse afectado por un rebrote en el extranjero). Eso hizo que la mayoría de los sitios los viera peor de como los recordaba. Va a ser verdad que no hay que volver a los sitios donde has sido feliz. Y aquí no voy a ser avaro de daros un consejo: no naveguéis por el Mediterráneo en julio y agosto, si es posible hacedlo en mayo y junio. La meteorología es buena, los días son más largos, y os evitareis los problemas con las marinas.

A pesar de lo que acabo de escribir, el viaje mereció la pena. Es bonita la incertidumbre de la navegación a vela, que los encuentros y la meteorología decidan tu suerte y un día puedas hacer una cosa… o la contraria. Volver a la vida simple donde lo que importan son las cosas pequeñas e inmediatas, dónde dormirás esa noche, dónde habrá gasolina, quién te congelará los frigolines o si encontrarás hielo, si el viento será favorable o contrario, si te mojarás o no, etc. Dejarte sorprender por la cantidad de sitios, pueblos, ciudades y personas, que conoces en un solo verano, lo que otros no hacen ni en una vida. Ver gentes con modos de vida diferentes además de bellos paisajes. Luchar por superar las dificultades y los problemas que surgen todos los días, y salir airoso. Y sentir que todo eso te está haciendo más fuerte y la satisfacción interior al superar cada problema. Todo eso me gusta y creo que lo haré mientras me resista la maquinaria. Si consigo que alguno de vosotros haga con su pequeño velero lo que yo con este barquito, que ha llevado tan lejos a mis sueños, y a mí, me daré por bien recompensado".

Como ya os dije, en la vuelta a Italia se nos rifó el spinnaker, lo que nos obligó a hacer la mitad del Mar Tirreno sin esa vela que nos permite ganar un nudo o  nudo y medio. Luego en Sicilia conseguimos uno seminuevo, con el que acabamos el viaje hasta Venecia (el Río Po tuvimos que hacerlo a  motor y desarbolados). Con el spinnaker viejo hemos decidido hacer unas velitas del mismo tamaño que el libro, con el logo del Corto Maltés, y regalaros una con cada ejemplar. Ana y yo llevamos algunos días haciendo velitas en serie como panfletos con la ciclostil. Pero así tendréis en casa una parte de mi barco, y un recuerdo material de la vela que impulsó al Corto Maltés a través de tantas aventuras.

  Con cuidado, navegantes.

miércoles, 20 de abril de 2022

Las autopistas de las ballenas.

 Hola navegantes.

Este  verano nuestro destino de navegación va a depender de las orcas. Si aparecen por las costas de Galicia y atacan a los veleros, como los dos años anteriores, optaremos por la ruta del Este e iremos a Arcachon. Un mar interior precioso que ya conocimos en 2014, pero que nos gustó tanto que tenemos ganas de repetir. Y si no aparecen, optaremos por la ruta del Oeste para conocer con detalle el Golfo Ártabro (las rías de La Coruña, Betanzos, Ares y Ferrol) que en anteriores navegaciones siempre hemos pasado de largo por la premura de llegar a las Rías Bajas o en avanzar en la vuelta a España. Habría sido nuestro destino alternativo el verano pasado si la pandemia no nos hubiera permitido dar la vuelta a Italia. 

La navegación a Londres y/o la vuelta a Inglaterra la dejamos para 2023, ya que la vuelta a Italia el año pasado nos dejó exhaustos, y este año vamos a optar por un plan más "tranquilo".

La World Wildlife Fund (Fondo Mundial de Vida Salvaje) acaba de publicar un documento sobre las rutas migratorias de las ballenas. Se basa en 30 años de recoger mediante satélite la posición de 845 ballenas a las que han marcado con localizadores GPS. Para la navegación, una de las conclusiones es que en las travesías atlánticas "de ida" (hacia las Antillas) el riesgo de encuentro es casi nulo, no así en las travesías "de vuelta" entre las Antillas y las Azores. Al superponer las rutas comerciales del tráfico marítimo, o las de pesca, con  las de las ballenas, se comprueba que muchas coinciden, lo que explica las numerosas cicatrices en el cuerpo o las aletas que exhiben las ballenas, debidas a accidentes con las hélices de los barcos o las artes de pesca. Más de la mitad de las ballenas exhiben estas marcas. Ya hay algunos países, como Sri Lanka, que sugieren modificar ligeramente las rutas de los mercantes frente a sus costas a fin de evitar estos encuentros.

Con relación a las orcas, los ataques a veleros se producen desde 2020, no conociéndose esta conducta con anterioridad. Se ha visto que atacan exclusivamente a los timones de los veleros, y que cuando consiguen arrancar uno siguen jugando con él como si fuera una pieza de caza (hacen lo  mismo con las focas, después de muertas se las lanzan como si fuera una pelota, y se las rebotan con la aleta caudal). Obviamente al velero le provocan un destrozo, y en el peor de los casos una vía de agua que puede hundirlo.

La hipótesis más probable es que se trata de un comportamiento aprendido. Todos los ataques se deben a una misma familia que migra, siguiendo a los atunes, entre Galicia y el Estrecho de Gibraltar (donde también se han registrado ataques). Al parecer entrenan a las crías para la caza utilizando los timones, que recuerdan la aleta caudal de sus presas. Al dejarlas sin aleta caudal el animal nada en círculos y muy despacio, siendo fácil de atrapar. Si esto fuera cierto, es de esperar que el comportamiento se perpetúe a través de las siguientes generaciones, que enseñarán el mismo comportamiento a sus crías.

Ante un ataque, los más brutos han respondido lanzándoles bengalas, gasoil o gasolina, o pinchándolas con el bichero u otros cachivaches, lo que suele empeorar la conducta haciéndolas más agresivas. Y una orca furiosa puede hundir un barco como nosotros pisamos a una hormiga. Tened en cuenta que pueden medir 7-8 metros y pesar varias toneladas, y frente a ellas los 6 metros del Corto  Maltés o su tonelada y media son una minucia. 

Lo que nos recomiendan las autoridades y los científicos es parar el barco (bajar las velas y apagar el motor) y dejar el timón libre, puesto que si se le fija es más fácil para las orcas arrancarlo. También funciona hacer avanzar el  barco despacio marcha atrás, para que el timón no les recuerde una aleta caudal, ya que iría en la parte de "delante" en el sentido de la marcha, y ningún animal marino tiene una aleta delante de la nariz. Los portugueses recomiendan llevar un tubo metálico, meter un extremo en el agua y golpearlo con un martillo o llave inglesa para espantarlas con el sonido. En cualquier caso, estos "trucos" sólo dan resultado en el 50% de los ataques, pero como no hay más, es lo que hay que hacer.

Una sociedad francesa ha desarrollado un dispositivo de repulsión basado en los ultrasonidos. Inicialmente era para proteger las redes de pesca y emitía siempre, pero ahora hay uno que sólo se activa cuando detecta la presencia de cetáceos en las proximidades:

Podéis consultarlo aquí:

Clic aquí

Y aquí:

Clic aquí 

Aunque está diseñado para proteger las redes de pesca dejándolo sumergido con ellas, nada impediría llevarlo a bordo y sumergirlo al detectar a las orcas, a ver si las espanta con su estruendo mudo.

En caso de ataque también es importante quedarse en el centro de la bañera o en el interior del barco, y sobre todo no asomarse por la borda para verlas. Si en ese momento se produce un choque alguien puede caerse al mar, y convertirse inmediatamente en la comida de las orcas. Y ya sólo faltaría que también aprendieran esta forma de conseguirse la comida.

Todos  nuestros planes, obviamente, pueden cambiar, tanto por la pandemia como por las orcas, que a lo mejor "atacan" este verano en otras zonas. En la costa atlántica de Francia, hasta diciembre de 2021 sólo se habían detectado dos ataques, uno frente a Royan y otro frente a Arcachon. Pero podría haber más.

Con cuidado, navegantes.

lunes, 18 de abril de 2022

Un minitaller de velería en casa.

 Hola navegantes.

Con motivo de la salida inminente del libro de la vuelta a Italia, y con  el compromiso de regalar una velita con el logo del Corto Maltés con cada libro que me pidáis, hemos instalado un minitaller de velería en casa. 

 

 En la vuelta a Italia se rifó el spinnaker, y aunque nos lo cosieron en Salerno, volvió a rajarse y consideramos que ya no tenía reparación. Hicimos la mitad del descenso por el Mar Tirreno privados de esa vela magnífica que nos permite ganar un nudo por lo menos, y en Sicilia conseguimos uno seminuevo, con el que acabamos la circunnavegación de Italia. 

Con el viejo hemos decidido hacer unas velitas del mismo tamaño que el libro, y regalar una con cada ejemplar que me pidáis. Así tendréis en casa una parte del barco, y un recuerdo material de la vela que impulsó al Corto Maltés a través de tantos mares.



Espero que os guste, porque trabajo sí que nos está dando.

Con cuidado, navegantes.

jueves, 14 de abril de 2022

Ya en España, y noticias del Baluchon.

 Hola navegantes.

Ayer tomamos el ferry de vuelta a España con el mismo problema que a la ida. Después de tener contratado un camarote, el barco se retrasó y pasamos toda la noche durmiendo dentro del coche en el aparcamiento del puerto. Lo peor del viaje, vaya.

Aprovecho para actualizaros el viaje del Baluchon, el barco de 4 metros de eslora en el que el francés Yann Quenet está dando la vuelta al mundo. Acaba de llegar a Recife, en Brasil, después de navegar 3 semanas desde Santa Helena. Con esta etapa ya ha hecho el 85 % de la vuelta al mundo.

Lo más divertido, la anécdota para pedir a un mercante que le mandara un email. Se había quedado sin la tablet porque se le mojó con una ola, y cuando se cruzó con un mercante le contactó por VHF para que le diera su posición, y de paso pedirle que se la enviara a su familia para tranquilizarlos.

Para su sorpresa, el mercante le preguntó si tenía una autorización de la policía para estar allí (¡en mitad del océano!) y si tenía un seguro. Yann dice que su primera reacción fue contestarle (más o menos)  "cuida de tus cojones, ¿quieres enviarme ese email si o no, mierda", pero que no lo hizo porque no sabía traducirlo al inglés. Así que después de pensarlo un poco le contestó:

"No, porque me he evadido de Santa Helena, donde era prisionero de los malvados ingleses".

Pensó que le habían tomado por loco y el mercante siguió su rumbo, pero al llegar a Recife se enteró de que sí, que habían enviado su posición a pesar del malentendido, y agradeció la suerte de que con su broma no le hubieran mandado a la Interpol a detenerle.

Podéis ver la descripción de esta última etapa aquí (en francés):

Clic aquí 

En la foto, el interior del Baluchon al salir de Santa Helena. Yann duerme en el pasillo, al lado de los bidones.


Ahora descansará unos días en Brasil y proseguirá para las Azores.

Con cuidado, navegantes.

martes, 12 de abril de 2022

La Cueva de Nettuno y el intestino.

 Hola navegantes.

Hoy hemos cerrado la circunvalación de Cerdeña viniendo a su esquina noroeste.

Primero fuimos a la Cueva de Nettuno. Es una cueva al nivel del mar que sólo puede visitarse con buen tiempo, y por eso no pudimos ir al principio, que había temporal del oeste. La cueva está inundada por el mar a través de un sifón, y dentro se nota la marea. Se accede por una escalera tallada en el acantilado, de 650 escalones.


También se puede llegar en barco, que hace una maniobra impresionante metiendo la proa en la misma cueva para desembarcar:

Dentro se visita una típica cueva de estalactitas y estalagmitas como muchas que hay en España:

El problema del acceso en barco es que algunos se marean (el trayecto desde Alghero es hora y media) y deciden volverse por la escalera, precisamente de subida. Eso le ha pasado hoy a una señora de 80 años, cubana, y ha subido casi a nuestro ritmo todo el trayecto. Una fortaleza impresionante para su edad.

Luego fuimos al Cabo Falcone, el extremo noroeste de Cerdeña, desde donde se desprende la Isla Asinara. Hay allí un pueblo llamado Stintino (Ana y yo llevamos todo el día llamándole "intestino") que se creó artificialmente para alojar a los 500 habitantes de la Isla Asinara en 1885. En aquél año se decidió convertir la isla en lazareto y en cárcel de alta seguridad, y los habitantes desalojados a la fuerza. Ahora viven de la pesca y el turismo, tiene dos puertos, y una curiosa decoración urbana con esculturas de granito, entre las que destaca una cola de ballena en el agua del puerto

y un velero dedicado "a la gente del mar":

Luego fuimos a la punta misma del Capo Falcone, desde donde se divisa una torre de vigilancia, la Isola Plana (donada por una familia al Estado a condición de que se mantuviera virgen), y al fondo la Isola Asinara, la del penal.

Ya estamos en las bocas de Bonifacio, el estrecho entre Cerdeña y Córcega, y el viento sopla siempre muy duro. Hoy había un nordeste de fuerza 6-7 y estaba lleno de furgonetas y velas de los del windsurf.

Al final del día hemos venido a Porto Torres para coger el ferry de vuelta a España de madrugada. Aquí si que no hay nada que reseñar, por lo menos nada bueno que hayamos visto. En el entorno del puerto una industria supongo que petroquímica por las chimeneas y los depósitos, muchos almacenes y tinglados en ruinas, y en el pueblo un puerto pesquero y deportivo desde donde también salen algunos ferrys.

Con cuidado, navegantes.





lunes, 11 de abril de 2022

La Isla de la Maddalena y Castelsardo.

 Hola navegantes.

Hoy recorrimos por la mañana la Isla de la Maddalena, la principal del archipiélago. La verdad es que es menos espectacular que Caprera. Tiene una carretera panorámica que  la circunvala, con pueblos y accesos a algunas playas, y la vimos por la mañana. También recorrimos en bici su capital. Nos sorprendió que una bonita isla, la Isola Chiesa, en pleno centro urbano y unida a la ciudad por un puente peatonal metálico, sea de propiedad militar y nunca se abra al disfrute de los habitantes. Un precioso destino si te llaman a filas, pero una putada para el pueblo, al que han privado de un lugar de desahogo maravilloso.



Preguntamos a una señora como de 80 años y nos dijo que ella ha vivido siempre allí y que no la conoce, nunca ha podido pasar a ella.

Al mediodía cogimos el transbordador y nos despedimos de estas bonitas islas.

Fuimos de nuevo por las carreteras sin parapeto de Cerdeña a Castelsardo, y por el camino casi atropellamos a una tortuga. Aquí me veis intentando explicarle los peligros de cruzar sin mirar a los lados:

No sé si me entendió porque se lo dije en italiano, no en sardo. De momento se acurrucó junto a un  murete en la cuneta, y no sé si aprendió la lección aunque no me entendiera.

También tuvimos un incidente con un elefante, pero éste de piedra. Menudo susto, en el arcén de la carretera apareció esto:

Es una curiosa roca erosionada por la naturaleza con forma de elefante. Además está erosionada en su interior, ahuecada, y tiene dentro una tallas en la piedra que nos han dicho que son de la civilización Nuraghe, de la que os hablé otros días, aunque nos cuesta creerlo. Al elefante le faltan los colmillos, y justo es lo que está tallado dentro.

Pero no creo que los Nuraghe de Cerdeña, miles de años antes de la era común, pudieran saber que en África y Asia había elefantes y saber que tenían colmillos.

Llegamos a Castelsardo a medida tarde. Castelsardo es un precioso pueblo construido en la ladera de una colina junto al mar, con un castillo en la cima.

Tiene una catedral, varias iglesias, y justo hoy se celebraba su fiesta anual y la procesión de Semana Santa. Todas las casas tenían en el portal una candela de cera, porque sustituyen la iluminación eléctrica por las velas:

Finalmente nos despedimos del pueblo con un bonito atardecer, viendo en el horizonte la Isla Asinara:

Asinara fue, precisamente, la primera tierra que vimos desde el ferry al venir, nuestro primer contacto visual con Cerdeña, y va a servirnos también de despedida. Mañana cerraremos la circunvalación de Cerdeña, y por la noche tomaremos el ferry de vuelta a Barcelona.

Con cuidado, navegantes.

La Isla Caprera.

 Hola navegantes.

Ayer vinimos en ferry al archipiélago de La Maddalena, al noreste de Cerdeña. Por cierto, el ferry es de esos simétricos que tienen dos proas, y pueden navegar igual en una dirección que en otra. Los hemos visto mucho para trayectos cortos, porque así no tienen que maniobrar en el puerto. Los coches embarcan por una puerta y salen por la de enfrente.

Hemos traído el coche y dedicamos el día a conocer la segunda isla habitada del archipiélago, la Isla Caprera. Están unidas por un puente desde 1891. No os extrañe que lo hicieran tan pronto. El mar es poco profundo, y la mayoría de los aproximadamente 500 metros que separan las dos islas están en realidad unidas por una escollera asfaltada, siendo el puente muy pequeñito. La obra de ingeniería es fácil, y lo único malo que lo hicieron con el vano muy pequeño y no pueden pasar los veleros, a los que los obliga a una vuelta impresionante.


La isla es muy salvaje y con una naturaleza rebosante. La mitad de las carreteras están sin asfaltar, y fijaos cómo será que en vez de prohibir dar de comer a las palomas o a los patos, prohíben dar de comer a los jabalíes:

Dedicamos la mañana a ascender el Monte Tejalone, el más alto de la isla aunque sólo tiene doscientos y pico metros, pero que desde abajo parece inaccesible:


En la cima hay un faro en ruinas desde donde se tienen unas vistas espectaculares de todo el archipiélago, y hasta de Córcega:


Nosotros hasta subimos al techo del faro, para que no se dijera que no hemos estado en lo más alto de Caprera:

La cima también está llena de edificios militares en ruinas, como en resto de la isla que os comentaré luego.

Luego fuimos a comer a un sitio de moda de la playa. Lo malo es que ya estamos en la Costa Esmeralda, lo más pijo de Cerdeña, y eso tiene un precio. Por ejemplo, aquí me podéis ver  a los postres, negociando la propina con un camarero de librea:


Por la tarde conocimos, por desgracia, la otra cara de la isla. Que es una oda a la decrepitud, con edificios impresionantes, sobre todo militares, sin ningún otro uso ni intención que ser testigos de su propia ruina.

Por ejemplo, fuimos a conocer en bici la península de Punta Rossa, al sur de la isla. Está enteramente ocupada por distintos fortines del siglo XIX, que después de la segunda guerra mundial se abandonaron, y ahora sólo sirven para comprobar su deterioro.


En el comedor afianzaban la fidelidad de la tropa con estas palabras en la pared: CREER, OBEDECER, COMBATIR. 




Ahora más pintarrajeadas que la puerta del baño de un bar de carretera. Y en la cima las bases de los cañones.


En el sur de la isla fuimos a ver una escuela de vela. Y junto a ella había unos edificios enormes abandonados, con un patio de cemento delante, que abocaba a una playa. Había allí unas familias con niños porque era el sitio perfecto para bañarse y a la vez montar en bici, y les pregunté que qué habían sido. Nadie lo sabía hasta que pregunté a un abuelo. 


Resulta que allí fabricaban y almacenaban una redes enormes que luego extendían por debajo del mar hasta la isla de enfrente, para que no pasaran los submarinos. Así se bloqueaba el acceso al puerto de La Maddalena.

En la playa Garibaldi había una urbanización de más de mil cabañas y bungalows, en el interior de un pinar y hasta la playa, con un embarcadero, todos abandonados y el embarcadero vacío y demolido por el mar. Fue una urbanización del Club Meditarrané que se abandonó hace unas décadas y allí ha seguido sin hacer nada con ella.


Por cierto, toda la isla es un homenaje a Garibaldi, el héroe italiano que participó en la unificación del país, y que eligió terminar sus días en esta isla. 

Y en la iglesia volvimos a ver la costumbre de Sicilia de que una familia sufraga un banco para que todos conozcan su generosidad y recuerden a sus muertos:


Hoy dedicaremos el día a conocer la otra isla, La Maddalena.

Con cuidado, navegantes.