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martes, 29 de julio de 2025

Un puerto marítimo y fluvial.

Hola navegantes. 

Hoy se ha confirmado el pronóstico de mistral fuerte y la salida del atraque nos costó lo suyo. Luego hemos seguido navegando hacia el Oeste por el canal del Rhone a Sète.

A media mañana pasamos por el puente “guillotina” donde 
el canal se cruza con el río Vidourle. 
Un puente guillotina es una infraestructura que permite represar el río donde se cruza con el canal, cuando viene de crecida. 
En condiciones normales el agua del río y del canal están a la 
misma altura, pero cuando el río crece podría desbordar el canal 
y las tierras adyacentes produciendo grandes daños. Entonces 
se cierra la guillotina y quedan separados, y lógicamente no se 
puede navegar por el canal. 



Navegar por el río Vidourle se las trae y es poco probable que
algún barco baje por el río. El Navionics advierte: "Río Vidourle. Calado 1,10 metros. Permanecer en
el medio. La navegación es a cuenta y riesgo de los propios navegantes”.
¡Como para meterse! El río aboca al mar en Le Grau-duRoi. 

A continuación hicimos una larga tirada de 10 kilómetros
por el estrecho istmo que separa el “Étang de Mauguio” del
Mediterráneo. En Francia llaman “étang” (“estanque”) a los mares
interiores, como el Mar Menor en Murcia. Están llenos de flamencos, garzas, gaviotas, patos y otras gallináceas que un ornitólogo os contaría mejor que yo. El istmo tiene unos 500 metros de ancho y navegábamos con el “étang” a estribor y el Mediterráneo a babor. Había varias conexiones entre el
canal y el “étang” pero todas tenían la señal de prohibido. Además nos dio la impresión de que había poquísima profundidad. Manifiestamente no tenían calado
para pasar con el barco, ni siquiera con la orza subida. Dentro
veíamos a los flamencos rosas que sólo les cubría por los tobillos.


En la siguiente foto podéis ver las barcazas con que a veces nos cruzamos. Hay que ir con mucho cuidado porque tienen preferencia y ellas no pueden alejarse del centro del canal. Tenemos que separarnos nosotros, y en la orilla se veían las algas y las piedras. Ellas tienen el calado tan justo que en su estela van levantando el barro del fondo.


Finalmente nos hemos quedado en Carnon. Es un puerto marítimo y fluvial, o sea, se puede acceder a él desde el mar o desde los canales. Es como aquellas casas pijas que tenían una puerta para las visitas y otra para el servicio. Porque  obviamente, el acceso por la parte de los canales es enano y descuidado, con sólo 1,2 metros de calado y dos puentes bajos y dos estrecheces donde justo los pescadores están echando sus cañas. Mientras que desde el mar se entra con toda la pompa. Hasta el año pasado no se podía acceder desde los canales porque había un puente con sólo 1,2 metros de vano, pero lo cortaron para poder pasar. De hecho al volver de la isla de Elba en 2016 nosotros casi nos la jugamos, porque confundimos la entrada de Palavás y casi nos metemos por esa miniatura de puente.

En Carnon ha sido curioso volver a oler el mar, sentir la fuerza del mistral, ver los borreguitos, y sentir el aire despejado y fresco en vez de caliente y pegado al suelo como en los canales.

Por la tarde hemos hecho una excursión en bici por la senda costera hasta La Grande-Motte, el pueblo con los edificios en forma de pirámide que os conté a la ida. Aparte de esos edificios tan originales y muchos turistas, no tiene nada.


Como anécdota,  les pregunté a los dos empleados de la capitanía de Carnon quién era la diosa que figura  sentada en el sello de su capitanía:


Pues aunque os parezca mentira no lo sabían, y nunca se lo habían preguntado. Resulta que es Mariana, la imagen de su Republica, y está en infinidad de sellos y escudos oficiales. ¡Qué bochorno!

Volviendo a nuestros planes, como vamos acelerados sobre nuestro programa mañana nos quedaremos aquí para ir a conocer Montpellier.

 Con cuidado, navegantes.

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