Ayer salimos de Toulon con destino al archipiélago de las Embiez. Vinimos con un viento magnífico del Este que nos empujó toda la mañana, después de salir de Toulon por el paso del Norte (el más estrecho) para no tener que ceñir tanto las primeras millas. Luego nos empujó por la aleta toda la mañana.
El archipiélago de Embiez son cinco islas pero solo está habitada la mayor, Embiez, que da nombre al grupo.
Es privada, la adquirió en 1958 Paul Ricard, el de la bebida de aperitivo que es muy famosa en Francia, junto con la isla Bendor, más al Norte y que visitaremos mañana. En la calle del Puerto hay paneles informativos relativos a temas de historia, geología, botánica o zoología, y a la vida de Ricard.
Ricard tenía la intención de hacer en las dos islas unos complejos turísticos de veraneo. Pero al final le gustaron tanto que las hizo reserva natural.
En toda Embiez sólo hay un trenecito de carretera para visitas guiadas, algún coche eléctrico de los servicios, el camión de bomberos y una roulotte enorme de los años 50 que es una hamburguesería, pero que no circula.
Algunos años han crecido en las salinas las mismas algas que en Aigues-Mortes, y han adquirido el mismo curioso color rosa de aquellas:
Lo demás todo son bicis.
Aparte del turismo, Embiez tiene viñedos y fabrican su propio vino local. También un Instituto Oceanográfico que fundó Ricard en 1966, y comparte un museo y acuarium con unos laboratorios de investigación de la ecología marina local, donde vimos un curioso y sencillo barquito para estudios de los fondos marinos, con una caseta bajo el agua.
Ayer el Instituto estaba cerrado por obras pero parecía llevar cerrado muchos años, y allí no había señales de que estuviera trabajando nadie. ¡Qué pena!.
En su costa Este Embiez está
separada del Continente por una zona de poco fondo (la laguna
de Brusc) de 42 Ha, donde el mar ha sido cerrado por un arrecife de posidonia, y allí se ha hecho una especie de estanque poco profundo, entre 20 y 100 cm. Allí están estudiando la fauna marina, el cultivo de peces en granjas y los contaminantes.
Yo no conocía los arrecifes de posidonia hasta un viaje anterior a Embiez. Al parecer la posidonia va creciendo hacia la superficie, y en su base las raíces se van endureciendo asfixiándose por la basa y los sedimentos, y muriendo, elevando el fondo hasta hacer una pared en el mar poco profundo.
En el Sur de la isla, y en su parte más elevada, se conserva una antigua torre de vigilancia de las que se encendían con una fogata. De
noche se utilizaba la luz de la hoguera y de día el humo de la paja
humedecida, para avisar del avistamiento de barcos enemigos.
En las inmediaciones está la tumba de Ricard y la de su mujer, en la cima de un acantilado sesenta metros sobre el mar. Es muy rústica, una simple laja de piedra con sus fechas y un acúmulo circular de piedras alrededor de un montículo con su enterramiento. Paul falleció en noviembre de 1997 y su último deseo fue ser enterrado allí.
La isla también tiene unas antiguas salinas que ya no se explotan (no pudieron resistir la competencia con las de Aigues-Mortes) y ahora se usan para investigaciones científicas.
La isla también tiene exposiciones de esculturas:
y también, por desgracia, las típicas turistadas, como este "barco" para recorrer la orilla:
o unas "veladas polinesias" donde un grupo de hombres gordos y mujeres con silueta de alfombra enrollada daban la vara bailando y aporreando tambores hasta cuando la misma luna dormía. La vida misma. Está claro que aquí hay que venir en mayo o junio.
En el capítulo de bricolajes, he hecho un soporte para el teléfono donde llevo el Navionics un poco más alto bajo la tapa del tambucho, para intentar que nunca le dé el sol. Aquí se me sigue parando por calentamiento, como me pasaba en los canales. Ya hace mucho que estamos echando de menos el Norte, sus nubes y sus lluvias.
Con cuidado, navegantes.
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