Ayer vinimos en una navegación veraniega hasta las Islas Frioul. Son un archipiélago de 3 islas frente a Marsella. La más pequeñas es If, con un castillo que fue prisión ocupando toda su superficie. Es la de Edmond Dantès, el héroe imaginario de la novela El Conde de Montecristo, de Alexandre Dumas.
Las otras dos, Ratonneau y Pomègues, al principio estaban separadas pero las unieron por un muro.
Además hay un pequeño islote, Tiboulen, detrás de las dos principales, y más hacia alta mar, en el horizonte, un islote rocoso enano (200 metros) con un faro, el Islote Planier. Es sorprendente porque está a 8 millas de Marsella pero los fondos a su alrededor ascienden bruscamente, de unos 70 metros a 0,8 en el entorno del faro. ¡Menudo riesgo antes de hacer el faro!.
Las dos islas mayores se unieron por un dique artificial en 1824, para ampliar la capacidad de la isla como lazareto. Más adelante en el espacio cerrado que quedó entre ambas se construyó el puerto.
Antes de la entrada al puerto hay como un barco subido a las rocas.
Es la casa de los prácticos, una de las oficinas de la zona de Marsella-Fos, que la han construido con la forma de la proa y el puente de un mercante. Tiene hasta sus anclas.
En el puerto amarran habitualmente unos 600
barcos, y está rodeado de construcciones de los años 70, viviendas de cuatro o cinco pisos en tonos pastel donde viven
una centena de habitantes, y algunos comercios. En la isla no hay vehículos a motor.
El curioso muro que une las dos islas tiene más de 300 metros de largo y a su entrada hay esta advertencia apocalíptica:
“Atención peatones. Están ustedes sobre el Dique Berry.
Esta obra marítima no está concebida para los peatones. Sigan
el itinerario previsto a este efecto. Toda persona que recorra el
dique lo hace bajo su entera responsabilidad”. Aunque es bastante alto (7 metros) su fachada que se enfrenta a las olas da al Oeste, justo el peor sector de viento en esta costa y en algunos temporales las olas pueden superar esa altura. Se construyó entre 1822 y 1824, bajo el reinado de Luis
XVIII y se bautizó así en recuerdo del Duque de Berry, heredero del trono y asesinado en 1820. El dique transformó en un auténtico puerto de refugio lo que antes era un mero fondeadero desde la época romana.
Su origen está en la epidemia de fiebre amarilla que asolaba España en 1820. El miedo invadió Marsella
ante el recuerdo de la epidemia de peste negra que, un siglo antes,
había reducido su población a la mitad. Cuando la muerte te tutea haces todo para protegerte, y los franceses vieron que el antiguo puerto de cuarentena, que era simplemente el fondeadero de la Isla de Pomègues, era insuficiente. De la misma época es el Hospital Carolina, en la isla de Ratonneau. Como entonces se pensaba que la fiebre amarilla se transmitía por la respiración y no por los mosquitos, todo estaba pensado para el aislamiento respiratorio.
Durante muchos años estas islas han sido posiciones defensivas avanzadas y por eso están sembradas de restos de fuertes militares, baterías, puestos de observación, etc. En la Segunda Guerra Mundial estuvieron ocupadas por los alemanes, quienes construyeron nuevas fortificaciones que se distinguen por ser ya de hormigón. Los aliados bombardearon masivamente las islas para destruir esas fortificaciones que les impedían el avance sobre Marsella,
y por todas partes se distinguen los agujeros de las bombas y las ruinas.
Tras la guerra siguieron siendo terreno militar y su entrada estando
prohibida, hasta que en 1975 el puerto militar se transformó
en puerto deportivo y se autorizó a crear un pequeño núcleo
urbano alrededor, y en 1995 la isla entera se cedió a Marsella.
Hoy nos quedaremos aquí para conocer las otras dos islas, If y
Pomègues.
Con cuidado, navegantes.
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