Hoy por la mañana siguió soplando el mistral y fuimos a conocer Leucate. Tiene un pantalán de hierro que se adentra en el mar y nadie sabe qué función tenía, e internet tampoco. Se construyó en los años 60 como parte de la Misión Racine, un proyecto de relanzamiento turístico de esta zona que incluyó también la varada del Lydia, del que os hablé ayer.
Es posible que sólo fuera un atractivo para pasear y pescar, pero ahora está prohibida la pesca y bañarse desde el pantalán. Curiosamente la colocación de candados de amor no sólo no está prohibida sino que se fomenta, y a lo mejor por eso había tan pocos. Si no se transgrede algo no mola.
Luego hicimos una excursión en bici al Village Aphrodita, una ciudad naturista al Norte de Port Leucate. Se llega por una pista ciclable a la sombra de los pinos:
También hay un puerto naturista. Pero que nadie piense en una colección de modelos casquivanas en desnudo integral. La totalidad de los naturistas eran de la tercera edad. Con todos mis respetos por una costumbre que ya no es ni siquiera sana desde que se conocen los efectos nocivos del sol, una colección de varices, hernias, hidroceles y mollas.
Al mediodía se calmó un poco el viento y nos decidimos a entrar en el Etang. El paso del puente fue un poco estresante, pero eso ocurre siempre porque desde la cubierta se tiene una perspectiva del palo y del vano del puente que te engaña, y siempre parece que vas a chocar.
Una vez dentro del Etang hicimos un recorrido más corto de lo previsto, principalmente porque empezamos a ver demasiado cerca las algas y las piedras del fondo, y también porque empezó a arreciar el viento, y yendo a vela y con la orza y el timón subidos, derivábamos mucho hacia la orilla, donde el fondo era menor. Además por la mañana habíamos visto a unos windsurfistas que al bajarse de la tabla y ponerse de pie en el fondo, el agua les llegaba a la ingle.
Ya sabíamos que el Etang tiene zonas con un metro de calado, pero claro, no es lo mismo leerlo en la guía náutica que verlo de cerca e imaginarte una varada tan lejos de casa.
Con tantas dificultades y nervios nos salió mal el regalo que habíamos previsto para un grumetillo al que queremos mucho y que conoceréis en agosto: su nombre, hecho con la estela del barco en el Etang de Leucate. A ver si en otro Etang el viento y las olas nos permiten hacerlo mejor.
En el capítulo de bricolajes, hemos puesto unas cinchas de sujeción al respaldo de donde me siento para la mesa de cartas, que al ser el que más se usa se estaba desprendiendo de su soporte:
y un muelle que sujete abierta la tapa de la mesa de cartas:
A partir de mañana iniciarnos nuestro recorrido hacia el Este.
Con cuidado, navegantes.
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