Hoy salimos de Embiez con la intención de recorrer la segunda isla privada de Paul Ricard, llamada Isla Bendor.
Como la etapa iba a ser corta, primero fuimos a conocer Sanary Sur Mer. Nos dejaron estar en el puerto tres horas gratuitas, y nos dio tiempo a ver lo principal.
Luego dirigimos nuestra proa hacia Bendor. Sólo mide 500 x 160 metros y no tiene un núcleo de población estable, aunque hay un hotel, algunos edificios del puerto y un museo de bebidas espirituosas. Los
fondos son muy irregulares y someros (un metro y medio) lo
que hace difícil la navegación de acceso, y está prohibido fondear
por la existencia de cables submarinos. Desde altamar se ve una tierra baja llena de pinos, con
tres edificios de tres plantas y algunos pequeñitos en el entorno
del puerto.
Yo había estado ya dos veces y su puerto era de película. En el libro de la navegación a Elba, cuando conocí la isla, dije que si toda la isla la consideráramos un ramillete de flores, su puertecito sería la elegida para mí ojal. Está situado en la costa Norte de la islita, y para acceder a él hay que dejar a estribor un escollo llamado “La Hormiga”, y entrar en la zona de fondos someros. Al acercarte tenías que cerrar los ojos con fuerza y volver a abrirlos para comprobar que era real. Dos pequeños espigones y dentro, sobre un plano de agua tan
manso que lo duplicaba todo, y dividido en dos dársenas a pesar
de su pequeñez, estaba el edificio rosa de la capitanía con mosaicos
marineros en el segundo piso, y algunas casitas esforzándose por
abrirse paso entre los pinos.
Las otras dos veces hablé con el personal de capitanía, me pidieron los papeles, y me dijeron que podía quedarme sin pagar nada porque se consideraba un puerto de refugio, y que era tan pequeño que no entraba casi nadie.
Todo el perímetro de la isla era un paseo peatonal, en la esquina Sureste había un helipuerto, y enseguida cerrabas el círculo con el famoso Hotel Delos, ya sobre el puertecito. A eso había que sumar las zonas verdes con esculturas y las playas.
Habréis observado que lo he contado todo en pasado. Hoy la realidad ha sido como un manotazo. Todos los edificios de la isla, TODOS, estaban con andamios, grúas, contenedores de escombros y porquería.
Aquello estaba desierto. Llamé a voces por si respondía alguien, pero nada. Al poco tiempo apareció un guardia de seguridad privada que con muy malos modales me dijo que la isla era privada y no podía estar. Le dije que ya había estado dos veces, que en Capitanía habían fotocopiado mis papeles y me habían dejado quedarme, que viniendo desde España no podía estar al corriente de tantas novedades y que por supuesto si no podía estar, me iba, que no quería hacer nada ilegal. Me dijo que ya no había capitanía, sugirió que yo sabía que allí no podía estar y que a pesar de eso lo estaba intentando, y sólo le faltó acordarse de mis muertos. Naturalmente nos fuimos con el alma en pena, porque era el segundo paraíso que se me derrumbaba en este viaje, después del canal de Midi.
Con media tarde por delante decidimos avanzar hasta La Ciotat, con idea de mañana desembarcar en la Isla Verde, que ya no está cerrada por el riesgo de incendios como a la ida. En La Ciotat pasó como otras veces, primero que no tenían sitio, y al decirle las medidas del Corto me dijo que viniera que ya encontraría una solución. Y nos han dado una atraque en el Puerto Viejo justo bajo la silueta de la iglesia de Notre Dame de l'Assomption, en pleno centro:
Mejor imposible. Aunque eso no compensa la decepción de Bendor.
Con cuidado, navegantes.
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