Hoy no me resisto a empezar con la que probablemente será la foto mítica de este verano: el Corto Maltés bajo la Torre Constanza de Aigues Mortes, la ciudad medieval que hace siglos fue el único puerto francés en el Mediterráneo, y que ahora está varios kilómetros tierra adentro por el crecimiento del delta del Ródano.
En efecto, ayer salimos de Arlés con intención de venir a Aigues Mortes, que nos había gustado tanto a la venida cuando la visitamos en las bicis desde Port Camargue.
Saliendo de Arlés se pasa por los restos de un antiguo puente, coronado con dos leones en cada extremo, que suponemos que se perdió en un bombardeo. Los restos son patéticos, porque han quedado
con toda su grandilocuencia en mitad de un descampado y con
los leones de espaldas al río, el único sitio desde donde ahora se les ve.
Un poco más al Norte de los restos del puente tomamos a la izquierda el Pequeño Ródano, una bifurcación que desemboca en Saintes-Maries de la Mer, el pueblo de la Santa de los gitanos que os conté a la ida. La bifurcación está bien señalizada (cosa rara) con unos carteles porque es fácil pasarse.
Hacia la izquierda indicaba “Arlés”, de donde veníamos nosotros, y hacia la derecha “St. Gilles”, el primer puerto del Pequeño Ródano y a donde nos dirigíamos. El Pequeño Ródano es más estrecho y atractivo que el Gran Ródano, y además ahora la corriente la llevábamos a favor pues nos dirigíamos hacia el mar, y el viento también. Sin modificar el régimen del motor pasamos de 3,5 a 6 nudos, un chollo.
Las orillas estaban pobladas por
árboles centenarios, estaban poco urbanizadas, había algunas islas
fluviales y muchas aves por las orillas y por las ramas.
El río está todo balizado con verdes y rojas, pero la corriente es tan fuerte que la base de las balizas tiene forma de la proa de un barco, para que haga menos resistencia al agua:
Además se ven los restos de algunos barcos a los que la corriente ha volcado:
A media mañana llegamos a la esclusa de Saint Gilles, la que une el río con los canales. Es más grande que la de Port Saint Louis du Rhone y volvimos a pasarla solos. La imagen del Corto Maltés allí dentro,
un barquito de seis metros solo en una esclusa de más de
doscientos, y a finales de julio, puede dar idea de lo que ha
decaído la vela de travesía.
A partir de ahí empezamos a navegar por encima de algo que, en vez de agua, parecía un guiso. El típico color marrón del agua con sedimentos de los canales. No necesariamente significa contaminación, pero hace feo.
Finalmente embocamos la larguísima recta que llevas a Aigues Mortes. Es de 10 km y centrada por la imagen de la Torre Constanza en el horizonte. Nos pasamos más de una hora viéndola hacerse grande, hasta que llegamos a amarrar a su base.
Y justo antes de llegar a Aigues Mortes, a babor, una imagen curiosísima, un barco que a terminado sus días justo a los pies de la tapia de un cementerio. Ni hecho adrede.
Hoy y mañana el pronóstico sigue siendo de mistral de fuerza 6-8, por el mar no podríamos navegar y estamos contentos con la decisión que tomamos de entrar en los canales antes, a pesar de la mala experiencia de la venida.
Con cuidado, navegantes.
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