Hola navegantes.
Esta mañana salimos de Laredo con destino Santurce. El vecino de pantalán había puesto un búho de esos de mentira para espantar gaviotas, sin mucho resultado. Se acostumbran al pájaro falso y no le hacen ni caso, ni siquiera a los más modernos, que mueven la cabeza.
Aunque el pronóstico daba vientos del nordeste, como ayer, fue justo lo contrario, del NW, lo que nos permitió venir a Santurce en un solo bordo, con la mayor y el espinaker amurados a babor todo el trayecto. Y con un sol espléndido, un día de esos que piensas que si la vela fuera siempre así no existirían las motoras.
A medio camino me sorprendió encontrar agua en la sentina. En estos casos lo primero es probarla para ver si es dulce o salada. Si es dulce viene de tus depósitos, y si es salada viene del mar, lo que es peor pues significa una vía de agua por debajo de la flotación. Por suerte era dulce, y seguramente es la que se me cayó ayer varias veces al prepararme el café con la escora y los pantocazos. Ya lo he secado y lo vigilaré los próximos días.
Cerca de la entrada del superpuerto de Bilbao vimos saltar cerca de nuestro barco un pez espada, algo único para mí, pues es el primero que veo en muchos años de navegación. La pena es que también vimos muchos, muchísimos plásticos.
En Santurce estaba esperándonos Ana, que va a ayudarme a preparar el barco para cargarlo al camión. Juan se despide hasta el Adriático.
Empezamos el día buscando una ubicación para el Corto Maltés en ese puerto. A las 8 habíamos quedado con Stefano, el amarrador que nos atendió por la noche, y se puso manos a la obra. Dijo que iba a hacer una "operación magistral" y se puso a mover de su sitio la balsa donde amarraban sus zodiac. Estaba en una esquina del puerto y debía hacer años que no se movía de allí, a juzgar por el estado de la amarras que la sujetaban. Pero lo hicieron, en el sitio de la balsa metieron uno de los barcos de trabajos del puerto, y a nosotros nos situaron el atraque de ese barco entre otras gabarras del mantenimiento portuario.
Tal vez un sitio poco noble, pero para nosotros fue un honor. Porque en vez de desnudar los colmillos y echarnos por no tener sitio debido a la regata, se esforzaron por hacernos un hueco. Además la primera noche no nos la cobraron al considerar que se trató de una emergencia.
La marina tiene una salita al lado de sus oficinas reservada a las tripulaciones los barcos de paso, donde se coge bien Internet y te encuentras casi como en casa. Está decorada con trabajos manuales que hace Stefano.
Dedicamos el día a temas de intendencia, como buscar una lavandería y encontrar combinación de tren y autobús para ir a Pisa. Nacho se iba después de dos semanas de navegación, y se incorporaba Ana. Ambos a través del aeropuerto de Pisa.
Para mí empezaba lo mejor de las vacaciones, unas semanas para conocer Elba y alguna de las islas, con la mejor compañía del mundo. Esas vacaciones que te prenden el corazón. ¿Qué más pedir?.
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