Hola navegantes.
Los preparativos siguen su curso sin novedades. El sábado y el domingo llevaremos Juan y yo el Corto Maltés hasta el abra de Bilbao, donde lo recogerá el camión el martes. El pronóstico da para el sábado vientos del Oeste de fuerza 5 con rachas de 6 y lluvia, o sea que será una travesía rápida pero mojada, y el domingo también del Oeste pero sólo de fuerza 3 y soleado, o sea, la travesía perfecta.
El lunes y el martes me acompañará Ana en Santurce para las gestiones de la salida: hacerme la PCR, preparar el barco para desarbolarlo, subirlo al camión, repasar la patente aprovechando que estará en seco en el camión, y localizar un hotelito para dormir el martes (mi última noche terrestre en 3 meses largos) ya que el barco estará "empaquetado". Aprovecharemos para recorrer Bilbao, una ciudad preciosa y acogedora que visitamos siempre que podemos. El miércoles de madrugada saldremos en el camión para La Nouvelle, donde me estará esperando mi amigo Ignacio para botarlo, arbolarlo y hacernos a la mar el jueves. Y a partir de ahí soltarnos las riendas hacia el Este sin programa fijo, la chispa de la vida.
Mientra eso ocurre, os recuerdo el siguiente episodio de la navegación a Elba en 2016:
Salimos de Savona con la intención de atajar el Golfo de Génova en horizontal, hacia el Este. Pero nada más salir nos encontramos un viento del Este que pronosticaba bordos interminables para avanzar en contra de la dirección de donde venía, y además tan flojo que parecía que el único soplo venía de nuestras respiraciones y no sacábamos del pobre Corto Maltés más de dos nudos. Tuvimos que cambiar de destino e intentar llegar a Génova, que nos pedía un rumbo hacia el Nordeste en vez de hacia el Este, y así hacer ruta sin tantos bordos. La aproximación a Génova fue desesperante, pues tuvimos que recorrer las ocho millas que tiene su fachada marítima y sus muelles de rompeolas ciñendo, hasta encontrar la entrada a los puertos deportivos que era, mira tú qué casualidad, justo la más alejada.
Desde alta mar Génova se reconoce por el largo muelle de protección (como dije, más de 8 millas) los altos edificios, los depósitos del puerto petrolero y, a veces, por la nube de contaminación que la cubre como un paraguas. También por los aviones que entran y salen del aeropuerto, en cuya aproximación está prohibida la navegación por dentro de la escollera. El principal peligro del de Génova, aparte del gran tráfico de mercantes, es que su enorme escollera hace rebotar las olas cuando sopla fuerte del mar hacia tierra, creando una mar confusa que se deja sentir hasta una milla o más mar adentro.
Fuimos al Porto Antico, que se reconoce por el mercante enorme que veis en el vídeo, reconvertido en acuarium. Desde el Corto Maltés veíamos a los delfines saltar en la piscina que tiene en la cubierta, y parecía que estaban bailando encima del barco.
En la etapa anterior nos habíamos quedado sin cartografía electrónica por habernos salido de la zona que cubría mi plotter, y en Génova me descargué el Navionics. Había estado buscando desesperadamente los cartuchos de cartografía que me faltaban, y ya no los tenían por la obsolescencia programada. Además se resolvió la falta de un tripulante para el final del viaje. Los dos problemas que me habían quitado el sueño se encaminaban bien, y cuando la noche empezó a desenrollarse como una alfombra parecía que mis preocupaciones quedaban sepultadas en el fondo del mar.
Con cuidado, navegantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios son bienvenidos. Lo más cómodo es poner tu nombre al final del texto y luego elegir como identidad "anónimo".