Hola navegantes.
La vuelta a Italia, vista en el mapa, no parece muy larga ya que se navega hacia en Sur y luego hacia el Norte con un pequeñísimo desplazamiento hacia el Este. Se me ha ocurrido estirar las 2.000 y pico millas para ver hasta dónde llegaría haciéndolas en línea recta, y me he quedado impresionado. Hacia el Este, por el Mediterráneo saliendo de La Nouvelle, llegaría hasta el Mar Rojo:
Y hacia el Oeste, por el Atlántico saliendo de Santander, hasta Cabo Verde:
¡Menudo recorrido!.
Hoy os recuerdo el siguiente vídeo de la navegación a Elba, la etapa Sestri Levante a Vernazza:
Salimos de Sestri Levante con la intención de llegar a Porto Venere, pero el viento estaba tan asmático que no hacía navegar al Corto Maltés, íbamos apoyados por el motor y estábamos tan aburridos del run run que decidimos acortar la etapa y quedarnos en Vernazza. Y la decisión fue muy afortunada. Es uno de los dos únicos puertos de Le Cincue Terre, una región italiana famosa por sus cultivos en terrazas sobre el mar y sus pueblos pintorescos. Hasta hace pocos años sólo se podía acceder a ellos a pie por la montaña o en barco.
Vernazza no tiene marina y nos habían dicho que si teníamos suerte podíamos encontrar sitio en el muro entre los barcos locales. Allí fuimos y, por ser temporada baja, tuvimos suerte. Nos quedamos en una cala recoleta al lado de una iglesia construida a la orilla del mar, que esparcía la música atmosférica del Ave María de Lourdes con sus campanas, y al lado mismo del centro del pueblo. Aunque yo no bendigo la mesa, aquella melodía de las campanas, que se repetía en muchos pueblos de Le Cincue Terrre, me emocionaba. Lo único malo es que a estribor teníamos una roca a 20 o 30 cm bajo el agua y teníamos miedo que el viento nos moviese o el ancla de popa garrease, e irnos contra ella.
Subimos al Castillo Doria que domina el pueblo desde donde se tienen
unas vistas espectaculares del pueblo y su bahía. Y recorrimos sus
callejas esta vez a pie, porque son tan pequeñas y empinadas que en la
bici habría sido imposible. En una tienda de comestibles conocimos a una
chica catalana que había venido a Vernazza "por amor" (fueron sus
palabras) y nos guardó los frigolines a congelar, porque ya
llevábamos 3 días sin ir a una marina y por la noche no íbamos a poder enchufar
la nevera a los 220 V.
Con cuidado, navegantes.
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