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lunes, 3 de junio de 2024

La bonita sorpresa de Avilés.

Hola navegantes. 

Hoy salimos de Lastres con la intención de recalar en algún puerto al Oeste del Cabo Peñas. Y pudimos hacerlo porque durante todo el día hubo un vientazo del Noreste magnífico, que nos permitió navegar con el espí y el génova en orejas de burro como en volandas. Apagamos el motor al salir de Lastres y no le arrancamos hasta la ría de Avilés. Por la mañana era más flojito, pero por la tarde arreció a fuerza 5 con rachas de 6 y muchas veces vimos en el GPS la velocidad de más de 6 nudos.

Al afrontar el Cabo Peñas dejamos sólo el génova, porque en el entorno de los cabos el viento se refuerza y ya nos pareció peligroso.


Decidimos quedarnos en Avilés, un puerto poco concurrido por los navegantes de tránsito porque está en el interior de una profunda ría, justo en la base del Cabo Peñas, y suele preferirse seguir en diagonal hacia alguno de los puertos más al Oeste. Y además por su fama de puerto industrial y contaminado. Que ya os adelanto que no se merece. Desde el Cabo Peñas a Avilés llegamos en un voleo, porque seguía soplando el mismo viento de fuerza 5, pero ahora sin olas ya que las frenaba el propio cabo.

Su entrada es por una angosta ría que tiene en su orilla izquierda (entrando a la derecha) todos los tinglados portuarios e industrias, pero enfrente una orilla con acantilados y zonas verdes que nada tiene que envidiar a las habituales de la costa Norte: 







Allí el viento se encajonaba y nos entraba justo de cara, lo que junto a la corriente de marea también de cara no nos permitía avanzar a más de un nudo y medio con el motor a tope.

Al fondo de la ría está el puerto deportivo, que se reconoce de lejos por los famosos "conos", una escultura en el Paseo de la Ría del escultor Benjamín Menéndez, que quiere ser el símbolo de Avilés. Miden 30 metros de altura y pesan más de 60 toneladas.



Nos recibió un extraño personaje al que, al parecer, la marina a delegado la recepción de los veleros que llegamos fuera de sus horarios de oficina. Es un alemán que vive en su barco, casualmente muy cerca de nuestro ataque, que te habla en una mezcla de inglés y español, con un atuendo difícil de definir pero, eso sí, muy amable. Nos dejó elegir nuestro sitio de atraque, que elegimos teniendo en cuenta la solidez del barco contra el que nos íbamos a apoyar, ya que el viento nos hacía derivar de lado hacia babor y contra él. Todo resultó bien.

Pese a su entorno industrial, Avilés es una ciudad preciosa, con muchos monumentos y especialmente unas zonas verdes espectaculares, como el Parque de Ferrera, donde te sientes teletransportado al Hyde Park de Londres. 







Una ciudad donde creo que viviría a gusto mis últimos años, hasta que me tocara doblar la servilleta. Aunque claro, prefiero Santander.

Mañana seguiremos sin destino fijo hacia el Oeste. Y me despido con una imagen del Corto en la ría de Avilés. 


 Con cuidado, navegantes.

2 comentarios:

  1. Hola Álvaro, lo que dices de la sorpresa grata que tuviste al llegar a Avilés, es bastante habitual. Por cierto que en el primer parque que se encuentra al dejar la ría, esta la figura de D.Pedro Menendez , navegante y descubridor de la Florida .
    Un cordial saludo y a seguir, te leo desde hace años 😉
    Cristina.

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  2. Gracias Cristina. En realidad yo ya lo conocía pero quería dejar constancia de lo bonito que es y contribuir a deshacer el mito. Un abrazo.

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