Ya se que me ha salido un título kilométrico, pero es que hoy os quiero contar dos cosas muy distintas.
Igual me lo merezco por presumir antes de ayer del silencio que se disfruta en el mar. Pero en Vilagarcía, junto a la marina, hay una discoteca (parece una broma pero se llama Paradise) que proyecta su escándalo sobre toda la lámina de agua. A las 6 de la mañana medí 96 decibelios, y eso con una acera y una fila de pantalanes por en medio, seguro que en la discoteca superaba los 110 o 120.
Por supuesto no era música dodecafónica sino de teléfono escacharrado, y acompañada de luces estroboscópicas y del rumor de los que bebían en la calle, que era casi tan fuerte como la "música".
Cuando fui a hacer el vídeo y medir los decibelios me miraban como si quisieran eliminarme simplemente chasqueando los dedos. La guía Imray no lo dice todo, se limita a comentar que "Vilagarcía de Arousa es una ciudad sin ningún atractivo". Ahora ya lo sabéis, si os gusta el agua de color kk y no pegar ojo por la música garajera, Vilagarcía es vuestro puerto. Aunque me han asegurado que el sarao sólo es los viernes y los sábados.
Lo único bueno que yo le veo es que es la escala más cercana para visitar Cortegada en una jornada. El embarcadero de Cortegada se seca en bajamar, y hay que estar espabilado para llegar 2-3 horas antes de la pleamar, hacer la visita, y tener todavía unas horas de margen para salir pitando. Y eso sólo sale bien si estás en un puerto cercano.
Ana y yo salimos de Vilagarcía para estar en la isla hacia las 15 h, cuando la pleamar era a las 18 h. Llegamos al embarcadero con la orza y el timón subidos y rozando el fondo. Pero Santiago, el guarda, nos dijo que no estaba permitido permanecer en el pantalán, que es solo de carga y descarga. Así que nos quedamos amarrados en largo por la proa, para poder desembarcar, y la popa la estabilizamos con un rezón. No nos quedamos tranquilos del todo porque el fondo es de algas, el peor tenedero (o sea, el fondo donde peor agarra el ancla) y nos temimos que el rezón se soltara y acabara chocando el barco con el pantalán. Pero le dejamos encargado a Santiago de vigilarlo y nos fuimos tranquilos a recorrer la isla.
Vino luego un recorrido tranquilo por un precioso bosque de laureles (sobre todo), pinos, robles, espinos albares y alisos. El bosque es tan frondoso que el camino es en sombra, lo que se agradecía mucho porque hacía un calor de derretir coletas.
Están trabajando en eliminar los eucaliptos de la isla, como especie no autóctona, y eso con maquinaria pesada porque tienen troncos de varias toneladas.
Algunos caminos están pavimentos con conchas de almejas trituradas, igual que en Arcachón estaban con conchas de ostras:
Se recorren calitas de arena y los restos del poblado que fue expropiado para el rey, y sus habitantes obligados a irse a Carril.
Y finalmente las ruinas de la capilla y del hospitalillo lazareto, que están restaurando.
Santiago, el guarda, es el único habitante de la isla, y se turna con un compañero cada semana. Sólo tiene luz eléctrica por los paneles solares y un generador, y el agua la traen del continente. Sólo cuando llueve mucho, como las semanas pasadas, hay una cisterna que se llena de agua dulce para todos los usos menos para beber. Están pendientes de instalar una conducción de luz y agua desde el continente.
Después de una tarde maravillosa de descubrimientos, cuando el sol perdía su intensidad brutal del mediodía nos volvimos a Vilagarcía, y mañana seguiremos explorando esta ría. Hoy es domingo y en teoría la discoteca no abre, pero nos queda la duda por ser la noche de San Juan. Nos acercaremos a las hogueras y luego... a ver si hay suerte.
Con cuidado, navegantes.
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