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sábado, 29 de junio de 2024

La Isla Tambo.

Hola navegantes. 

Sanxenxo ha sido por el día una ficción de normalidad, y por la noche una fotocopia de Vilagarcía. Una discoteca escandalosa desparramando su ruido hacia los barcos como si allí no estuviera durmiendo nadie, y eso hasta las 5 de la mañana. Un horror. Os lo diré desnudo de literatura: si en la ría de Arosa hay que huir de Vilagarcía, en la de Pontevedra hay que huir de Sanxenxo. 

Pero igual que en Vilagarcía lo compensó la visita a Cortegada, aquí lo ha compensado la visita a Tambo. Vinimos muy temprano desde Sanxenxo a Combarro con un viento del Nordeste flojito, que nos permitió hacer toda la travesía con una ceñida no muy forzada y sobre un mar sin olas.



Tambo es una isla con un largo pasado, pero fundamentalmente desde 1943 fue un dominio militar y estaba prohibido su acceso. Ahora los militares la han abandonado y mientras se decide su destino se puede visitar. Aunque ya no es militar en Google Maps sigue saliendo pixelada. 

Con las embarcaciones privadas se puede ir sólo a la playa de su costa Norte, para recorrer la isla es necesario acompañarse de un guía. 


La isla es un enorme bosque de eucaliptos, y nada más pisarla te parece escuchar todo con la RRR, el sonido en que se basa la disciplina militar. Barrrco, embarrrcadero, farrro, arrrboles, senderrro... ¡ARRR!. Para simplificar lo escribiré todo normal, pero lo sentía como os he dicho. Antes eran tierras de cultivo de los habitantes de Combarro. Por eso en Combarro los hórreos están al borde del mar, era más cómodo para separar y almacenar el grano que se traía en las barcas. Al parecer los militares plantaron eucaliptos como arboles de crecimiento rápido para ocultar sus instalaciones, y con los años se han adueñado de todo el territorio.

En su costa Oeste tiene un pequeño islote con el faro, que es de los antiguos, con la escalera por el exterior. Más adelante se hicieron con la escalera por dentro para seguridad de los fareros. Tiene un embarcadero pero está prohibido usarlo.



El embarcadero principal está junto a la playa, pero solo pueden usarlo las navieras con visitas organizadas.



Se recorren las sendas entre los eucaliptos y se visitan algunos sitios curiosos, como una cueva que tapa la marea y en la que cuelgan las raíces de los eucaliptos:




Una de las tres fuentes de agua potable que tuvo la isla (ya solo queda una y no es permanente, lo que en parte se debe al gran consumo de agua de los eucaliptos):



Rocas modeladas por la erosión: 


El lazareto, que fue uno de los más grandes de España, un edificio de más de 100 metros con enormes ventanales para que circulara el aire, y su capilla:




El polvorín de los militares, un almacén enterrado por si hubiera una explosión: 




Las barracas de los militares, con hasta un naranjo y un limonero, que entre tantos eucaliptos eran como un objetor entre fusiles: 





Y muchas cosas más.  Ojalá la Xunta encuentre una forma de conservar este tesoro, aunque parece que no se incluirá en el Parque Natural de las Islas Atlánticas porque su flora no es autóctona y hay un emisario de la fábrica de celulosa en sus proximidades. Una visita superinteresante y uno de los objetivos de nuestra navegación de este año.

Finalmente, hoy ha tocado una de esas cosas domésticas que también forman parte de la vela de crucero:


Y me despido con una preciosa imagen de Combarro, con sus hórreos al borde del mar, y que como veis está igual que en 1929.
Pero claro, entonces no había los autobuses de turistas que había hoy. En marea alta es más bonita, con el agua hasta los hórreos.



 Con cuidado, navegantes.

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