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domingo, 16 de junio de 2024

No con tanta tranquilidad.

Hola navegantes.

Ayer os decía que a partir de hoy iba a recorrer tranquilamente con Ana las Rías Bajas. Pero parece que la tranquilidad no es compatible con la vela.

Este año nos propusimos un programa relajado para compensar las incomodidades del año pasado yendo a Londres. Pues nuestro primer día de vacaciones ha sido una fotocopia de los del Reino Unido. Toda la noche lloviendo, y un amanecer frío, oscuro, con un viento desagradable y la lluvia cayendo con pertinacia hasta desvelar una gotera en el techo del baño. Teníamos previsto repetir la excursión a la isla A Creba y la hemos tenido que posponer. 

A cambio hemos dedicado la mañana a temas de intendencia, principalmente lo que ya sabéis y que siempre comento que forma parte también de la vela de crucero:


Y luego hemos ido en autobús a conocer la villa de Noia, en el fondo de la ría. En autobús porque ni la carretera ni el clima estaban para ir en bici, y porque a ella no se puede llegar navegando porque todo su entorno se seca. Hasta el largo canal dragado que llega a sus muelles, de una milla de longitud  (casi dos kilómetros) también se seca. Supongo que solo sirve para descargar el pescado en pleamar y salir pitando, porque allí no hay ni puerto.


Dicen que el nombre Noia viene de una nieta de Noé, y que éste agradeció así al pueblo haber sido el primer sitio seco donde posó el pie después del diluvio. Aunque reconocen que solo es una teoría y que pueden estar equivocados.

En Noia nos vendieron que era día de mercado, pero es simplemente uno de esos de ropa y lencería con algunos puestos de productos locales. El resto de la ciudad tiene iglesias, entre ellas una muy curiosa, la de Santa María a Nova, que ya no se dedica al culto, situada en el centro de un cementerio y que tiene una colección de lápidas que al parecer es única en el mundo:




Un paseo marítimo, una alameda con un templete para la orquesta, y las sendas peatonales paralelas al río. Como no paró de llover no pudimos valorarlo objetivamente.




Mañana intentaremos repetir la excursión a la isla de A Creba y seguir a Muros.  Y me despido con dos curiosidades vistas en Portosin. Primero, el susto cuando creí que me habían cambiado el barco:


Y segundo, un velero varado en el muelle cabeza abajo:


Seguramente es para reparar el casco, que tiene varios rotos, pero cuando lo enderecen se van a encontrar una situación de tonto el que lo lea, porque va  a tener la cubierta planchada. La fibra de la cabina no está hecha para soportar todo el peso del barco.

 Con cuidado, navegantes.

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