Hola navegantes.
Ante la inminencia de 4 días en que sería muy difícil avanzar hacia el Oeste por los vientos contrarios, hoy habíamos decidido, no sin muchas dudas, intentar llegar a Santander. El pronóstico era de vientos del Noroeste (justo de cara hasta el Cabo de Ajo, y luego por el través) de hasta fuerza 5-6, con olas de hasta 1,8 metros y chubascos permanentes. Los chubascos ya los habíamos experimentado durante toda la noche, y realmente parecía que caían cascadas del cielo. Pues al ir a arrancar el fueraborda pasó como ayer en Plenzia, que se calaba o se negaba a arrancar. Estuvimos una hora y media aplicando nuestros escasos conocimientos de mecánica para intentar resolverlo (cambiar la bujía y el chiclé, comprobar la chispa en la pipa de la bujía, comprobar la llegada de gasolina al carburador, revisar el desconectador de "hombre al agua", etc), todo ello bajo la lluvia, sin resultado.
En esas circunstancias apareció por el pantalán un chico con una camiseta que parecía de un taller mecánico, y le preguntamos. Resultó ser un francés que estaba de tránsito en un velero, como nosotros, pero se enrolló y nos pidió que le enseñáramos qué pasaba. Sorprendentemente, con él delante, arrancó a la primera. Sin creernos nuestra buena suerte decidimos salir, aunque ya con mucho retraso.
Ya fuera del puerto nos encontramos las condiciones esperadas, y con la mayor en el primer rizo y el motor avanzábamos entre 3 y 4 nudos, dando pantocazos. Pero antes de terminar de contornear el Monte Buciero el motor volvió a pararse. Entonces hice lo que todo hombre con sentido debe hacer en estos casos: reflexionar. Y la conclusión fue que con aquel viento de cara y sin motor no llegaríamos a Santander, y decidimos volver a Laredo.
La vuelta la hicimos sólo con el génova, y llamé a la marina para preguntar si, una vez dentro del puerto (donde entraría a vela) ellos podían darme un remolque hasta el pantalán (unos 50 metros). La respuesta ya la suponéis, negativa. No tienen ese servicio. Lo más que podían ayudarme era dándome un pantalán sin fingers, para que me fuera más fácil amarrar. Sin otra opción arrumbamos para el interior del puerto.
Antes de llegar decidí probar suerte y el motor arrancó, lo que nos permitió llegar por nuestros medios a la misma plaza que acabábamos de abandonar dos horas antes.
Ya no nos pareció prudente intentarlo de nuevo, y hemos dejado el barco en Laredo a la espera de resolver allí esa avería, que probablemente no sea más que suciedad en el carburador. Vinieron a buscarnos Ana y mi hijo Lucas en el coche, y hemos vuelto a Santander por la autopista en vez de por el mar. Como dije en el título, una vuelta nada gloriosa.
Pensando en lo positivo, a lo mejor esta avería nos ha evitado un accidente mayor con esa meteorología y con la reparación que hicimos en la cruceta de babor, y la vuelta a Santander por el mar ser habrá retrasado sólo unos días. Y hubiera sido mucho peor cuando nos pasó lo mismo en Boulogne Sur Mer, que después de los 5 días encerrados por el temporal, y con una etapa por delante de 165 millas hasta Cherburgo, también se negó a arrancar.
Con cuidado, navegantes.
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