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martes, 15 de agosto de 2023

No, no volvemos a Inglaterra (+32 = 1.617 millas).

 Hola navegantes.

Al ver el trak de ayer que nadie piense que nos hemos vuelto locos o que hemos recibido un golpe en la cabeza. Y es que después de salir de la esclusa de Mâlon temprano, porque ya no dependíamos del horario de los escluseros pues las habíamos pasado todas, y navegar 4 horas hacia el Sur hasta llegar a Redón, en vez de seguir hacia el mar ¡volvimos grupas hacia el Norte! 



Lo hemos hecho para dormir en La Gacilly, uno de los pueblos más bonitos y curiosos de Francia. Se llega a él saliendo de Redón por un canal enano, que acaba desembocando en el Río Oust, tan ancho y caudaloso como el Vilaine, y luego por un afluente, el Río Aff. Este último es casi un riachuelo, en algunas zonas tiene solo un metro de calado, y ni siquiera viene en la Guía Imray de las vías navegables interiores de Francia. Pero nosotros sabíamos que se podía llegar porque en nuestra navegación anterior a Bretaña con el Corto Maltés habíamos venido con las bicis por el camino de sirga, y sabíamos que tenía un puertecito.

El Río Aff es tan pequeño que cuando tuvimos que adelantar a una minipeniche que navegaba con un motor eléctrico se tuvo que apartar a la orilla y prácticamente parar para no correr riesgos. Es un tipo de peniche que sólo hemos visto aquí, como una plataforma con una habitación encima y un fueraborda eléctrico:

Y cuando nos cruzamos con otra barca daba miedo tocar el fondo cuando cada uno tenía que arrimarse a su banda de estribor. Y no sólo el fondo, sino también las ramas de los árboles que amenazaban por arriba.

Pero acabamos llegando a La Gacilly, donde el río deja de ser navegable, y nos quedamos en su minúsculo puerto.

El pueblo es precioso. Está todo el río adornado con macizos de flores, y las calles del pueblo igual, y el aire impregnado de distintas fragancias, todas muy agradables. En la foto, el final del río navegable. Por ahí no paso ni yo.

Aquí nació en 1930 Yves Rocher, el empresario de perfumería que empezó fabricando una pomada hemostática en el granero de su casa, según una receta que le confió una curandera, y a su muerte había fundado una empresa que empleaba a más de 15.000 personas. Y se comprende que se dedicase a ese negocio después de pasar la infancia en este vergel. Por supuesto tiene un museo, un jardín donde cultivan sus flores aromáticas, y una tienda.

Pero lo principal es que es un pueblo de artesanos. Hay más de 30 talleres de artistas de la cerámica y el barro, escultores de la madera, del hierro, del cuero, de materiales reciclados y de la chatarra, joyeros, sopladores de vidrio, etc. que se instalaron aquí hace más de cuarenta años y te dejan ver sus talleres y su forma de trabajar. Además en los meses de verano se desarrolla un festival de fotografía titulado Pueblos y Naturaleza, y todo el pueblo está adornado con cientos de fotografías en gran formato expuestas en paneles por las calles, en las fachadas y entre los árboles de las zonas verdes.

El muelle es gratuito y hemos pasado aquí la noche. Hoy tenemos que retroceder a Redón, y luego llegar a Folleux, donde mañana volveremos a arbolar.

Y me despido con dos curiosidades. La primera, un fueraborda a pedales. Es una idea que muchos hemos tenido en la cabeza y es la primera vez que veo realizada. Alguien ha puesto a su velero una bici en la popa:


Al navegar a vela la hélice de la bici se levanta para no ofrecer resistencia, y al llegar a puerto y bajar las velas se baja. Un complicado cachivache que aquí en el río (porque lo hemos visto en Redon) es práctico, pero inútil en el mar, con las olas y el barco escorado.

Y la otra, una señalización contradictoria y peligrosa. Está en la salida de Redón. El vano de un puente está marcado con los triángulos rojos y blancos, que significa que no debes pasar fuera del que indican los blancos, y el de al lado con el rombo amarillo, que indica el vano por el que se debe pasar.

Sería como si en la carretera te encontraras a la vez la señal de prohibido girar a la izquierda y a la derecha. Al llegar te entra la duda, y en la navegación, y más por un río donde te lleva la corriente, no hay lugar para las dudas. Yo pasé por la de los triángulos y me fue bien.

Con cuidado, navegantes.

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2 comentarios:

  1. La verdad que el volver hacia el norte bien mereció la pena, con varias veces que habéis tenido que quedarse en puertos no tan atractivos más de un día por varias causas, este estoy seguro que no os habría importado...

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    1. Eso desde luego, allí se pasaría un encierro a gusto. Un abrazo.

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