Visitas al blog:

lunes, 5 de julio de 2021

Ventotene, una de las perlas de este viaje.

 Hola navegantes.

Ayer llegamos a la Isla de Ventotene, uno de mis lugares míticos y que estaba deseando volver con esta foto: el Corto Maltés en el puerto romano:


Habíamos salido temprano de la isla de Palmarola porque allí no había forma de dormir. Y fue una navegación un poco lenta pero toda a vela, de 39 millas ciñendo. A mitad de la travesía pasamos junto al escollo La Botte, un pitón rocoso en mitad del mar, a 9 millas de Ponza y a 12 de Ventotene, que sale de un fondo marino de 150 metros, supongo que resultado de una erupción volcánica submarina. Aunque os parezca mentira no está balizado ni iluminado, o sea que encontrarse con él de noche es una lotería. Siempre pienso que por qué no harán los militares sus ejercicios de tiro sobre estos escollos, y así nos quitarían un problema a los navegantes.

Aquí podéis ver nuestra forma habitual de navegar estos días, para protegernos del calor:

En Ventotene hemos podido quedarnos en el puerto romano. Se excavó en la roca para dar servicio al emperador Augusto, que veraneaba aquí, ya que la isla no tiene puerto natural. Se extrajeron 60.000 m3  de piedra a base de piquetas y martillos. Estaba rodeado de cuevas también excavadas en la roca, que ahora son restaurantes, tiendas y centros de buceo. También se tallaron en la roca los norays para amarrar a los barcos.


Y la piscina natural:


Es impresionante estar amarrado en un puerto que ya utilizaban los romanos, que lleva tantos siglos acogiendo a los barcos.

En la primera foto veis que nos metieron con calzador entre barcos mucho más grandes. Al cenar oímos ruidos raros, como de un roce o un crujido, y pensamos si estaría paseando un perro, o una rata, por la cubierta. En los años que llevo con el Corto Maltés no los había oído nunca, y los ruidos son siempre una señal de alarma en un barco. Pero no, venía de debajo. Era la orza rozando en el fondo de piedra. Nos habíamos confiado en nuestro pequeño tamaño al ver otros barcos mucho más grandes allí metidos y no la habíamos subido, pero claro, también son más largos y su quilla queda mucho más lejos del muelle, donde es más profundo. Subimos la orza y no volvimos a oír el ruido.

También podéis ver que casi todos amarran de proa al muelle, y no de popa como es lo habitual, porque al borde del muro hay unos 30 cm de profundidad, y de popa romperían el timón. Nada más llegar te ponen una tabla para bajar a tierra desde la proa.

El puerto no tiene marina ni aseos, y en estos casos es cuando valoro la ducha que hicimos en el Corto Maltés. Luego fuimos a ver el pueblo, que vive de la pesca y del turismo. Su imagen parece sacada de un concurso de postales, con las casas de tonos pastel asomadas al pequeñísimo muelle. Y siempre presente la isla de enfrente, Santo Stefano, que fue prisión y ahora está deshabitada y con el edificio de la cárcel en ruinas. Una pena de desaprovechamiento.

Ahora hay un proyecto para restaurar el edificio y convertirlo en un palacio de congresos o exposiciones o similar. Ojalá lo hagan. En mi visita anterior a la isla conseguimos desembarcar en ella y colarnos en la cárcel, donde casi nos perdimos en sus galerías, y sería una pena no reutilizar ese edificio en vez de dejarlo caer a pedazos y que esa preciosa isla no sirva para nada.

Hoy saldremos tarde para disfrutar una poco más de esta preciosa isla, intentaremos llegar a otra isla, Procida, ya en la bahía de Nápoles.

Con cuidado, navegantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios son bienvenidos. Lo más cómodo es poner tu nombre al final del texto y luego elegir como identidad "anónimo".