Hola navegantes.
Ante las imposibilidad de encontrar amarre ayer en Ponza, hemos dormido fondeados en la isla de Palmarola. Allí no había cobertura y por eso subo esta entrada hoy.
Salimos de Marina di Nettuno a las 9, y las 34 millas que la separan de Palmarola las hicimos las cuatro primeras apoyados por el motor, y las cuatro últimas sólo a vela en un través muy pacífico, con el mar tranquilo, sin olas, y con la brisa anunciada del SW llenando suavemente las velas y llevándonos tranquilamente a esa isla deshabitada.
Aunque en realidad no tanto. En la cala donde nos quedamos se supone que está la única edificación de la isla, el restaurante "O francese", en realidad un chiringuito grande. Pues alrededor de él han surgido, como por arte de encantamiento, una serie de viviendas trogloditas (excavadas en la roca), eso sí, provistas de placas solares y depósitos de agua.
David fue nadando a la playa y al pedir una cerveza e ir a sentarse en una mesa de la terraza, que estaban todas vacías, le dijeron que no podía, que estaban todas reservadas. Y en efecto, a eso de las 20 horas empezaron a desembarcar las tripulaciones de los barcos fondeados y el chiringuito de llenó. Es difícil imaginarse el desembarco del material de cocina y alimentos, porque allí no hay ni un pequeño embarcadero para zodiacs, tendrán que hacerlo a través de las olas de la playa.
Al bañarnos para combatir el calor y comprobar el ancla, vinos que habíamos acertado de pleno en una superficie de arena (el mejor tenedero para un ancla) rodeada de rocas, pero que a dos o tres esloras por la popa había una roca velando casi en la superficie. Una amenaza si por la noche se reforzara el viento y nos hiciera recular. Así que movimos el fondeo unos metros más hacia la proa.
Después de la cena las tripulaciones volvieron a sus barcos con mucho escándalo, lógicamente bebidas, y como algunos habían dejado el barco sin luces de posición no lo encontraban. Una tontería que ha sido objeto de muchos accidentes, algunos mortales. El más típico, no encontrar el barco y que el viento, que por la noche suele soplar en todo el mundo de la tierra hacia el mar, te lleve derivando mar adentro y no te echen en falta hasta el día siguiente.
La noche ha sido de las de dormir con un solo ojo, por los balances del barco debidos a las olas. Cómo será que tuve hasta un sueño relacionado. Dios había castigado al mundo haciendo que la Tierra girara con oscilaciones, igual que las que teníamos en el barco, y toda la humanidad vivía meneada. Le fui a pedir la explicación al abad de Monserrat, y me dijo que si quería respuestas me apuntara a un máster que dirigía él, sobre los misterios de los castigos de Dios. Entonces sonó la alarma de garreo y ahí le dejé.
Hemos madrugado y hoy iremos a la Isla de Ventotene, la que tengo idealizada de mi anterior navegación por esta zona, y que tiene un puerto romano excavado en la roca que todavía hoy se utiliza.
Con cuidado, navegantes.
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