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miércoles, 25 de junio de 2025

Todo tiene sus inconvenientes.

Hola navegantes. 

Hoy salimos de la esclusa de Encassan, donde dormimos, con intención de llegar, siendo muy optimistas  a Carcassonne, y siendo más realistas al puerto de Bram. Iba a ser un día señalado porque alcanzaríamos el punto más elevado de los canales (194 m. sobre el mar) y empezaríamos a descender hacia el Mediterráneo. Parece otra tontería, pero es sorprendente haber navegado con un velero a 194 metros sobre el nivel del mar.

   Bajar desde esa altura hasta el nivel del mar en el Mediterráneo tiene una consecuencia práctica importantísima: que las esclusas son descendentes. Hasta ahora, que estábamos subiendo, entrábamos en una esclusa vacía que se llevaba con el barco dentro. Eso genera unos remolinos y unas olas impresionantes, que te chocan con las paredes a las que estás amarrado, y siempre tienes miedo de romper algo. En las esclusas descendentes entramos en una esclusa llena que se vacía con el barco dentro, pero ahora los remolinos y las olas se hacen fuera, y el barco desciende suavemente. 


Aparte de esta comodidad, nos las prometíamos tan felices porque salió un viento que refrescaba el ambiente, y el mismo sol de los últimos días se notaba menos. Pero como dijo uno que al poco de morir su suegra le presentaron la factura del entierro, "todo tiene sus inconvenientes". En nuestro caso ese viento azotaba la esclusa precisamente cuando entrábamos, al estar más altos sobre el suelo, y era en el momento en que había que amarrar el barco.

En la esclusa triple de Lauren el viento nos separó de las paredes de estribor antes de que pudiéramos amarrar. Debo decir que llevo el barco preparado para amarrar por estribor, con las defensas más gordas y las amarras listas. Al no poder amarrarnos por estribor nos chocamos con la pared de babor, con pocas defensas y sin las amarras preparadas. Además chocó la punta del palo con la pared  y la trompa le salvó de que se rompiera algo. El resto del día, que hemos pasado veintitantas, cambiamos de táctica y en vez de saltar Ana y yo cada uno con una amarra (la de proa y la de popa) saltaba sólo Ana con una amarra en el centro del barco (al cáncamo de los puntales) y la tenía que hacer firme enseguida, y lo más tirante posible. Esa amarra lo estabilizaba contra la pared, y ya sin prisa amarrábamos la proa y la popa. Aunque has sido tan agotador como en las ascendentes, al menos hemos podido controlar el barco

En las esclusas de Castelnaudary y las siguientes coincidimos con una peniche de alquiler con tres parejas norteamericanas. Nos pusimos de acuerdo para que ellos pasaran primero y se situasen a babor, dejándonos a nosotros el sitio de estribor. Pues en una de las esclusas pasaron antes de tiempo (mientras se abren las puertas el semáforo está en rojo y verde, y cuando ya se han abierto se pone sólo verde y es cuando puedes pasar). La esclusa se bloqueó y los norteamericanos, que no sabían francés, por probar apretaron el botón rojo. Trump no lo hubiera hecho mejor. Es el botón del pánico, y sólo está para cuando ocurre un accidente, como que se caiga alguien al agua o las puertas pillen a un barco, y detiene todo el proceso. Con el lío tuvimos que esperar a que viniera un esclusero a resolverlo, y con el retraso no pudimos llegar a Carcassonne.

Uno de los norteamericanos tiene un velero y se interesó por cuánto tardaríamos en hacer todo el canal,  del Cantábrico al Mediterráneo. Le dije que 12 o 14 días, y que aunque en algunos sitios dicen que 10 no me parece realista. Lo que apostilló diciendo: "claro, no tienen en cuenta que un americano tonto puede venir y apretar el botón rojo". Por lo menos una forma simpática de tomarse la situación.

Así que nos hemos quedado en el puerto de Bram. El nombre es un eufemismo pues se trata de un muelle lineal en una orilla del río,  propiedad de la empresa de alquiler de peniches Locaboat y Castel  Nautique, donde no nos dieron amarre y hemos tenido que quedarnos otra vez en precario en la orilla del río. Aunque por suerte hemos encontrado un punto de luz, el dueño del chiringo nos ha dado hielos,  y con tan poca cosa nos conformamos.

 Con cuidado, navegantes.

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