Hoy el día empezó mal. En las tres primeras esclusas tuvimos el dejà vu de los canales de Bretaña en la navegación a Londres, y estuvimos luchando con las algas. El barco va perdiendo velocidad, el ruido del motor cambia y se hace como cuando cavita al salir la hélice del agua, y empieza a calentarse. Y nosotros quitando algas del timón con el bichero, sacando el fueraborda del pozo para limpiarlo, y dando atrás para que se suelten las algas que hayan quedado en la orza.
Pero en la cuarta esclusa ocurrió el milagro y nos cruzamos no con una, sino con dos cortacésped trabajando en dirección contraria a nosotros. Eso significaba que de allí en adelante los canales estarían limpios, y así fue.
Fijaos que es una máquina que avanza con ruedas de superficie en vez de con una hélice sumergida, para no caer ella misma en la trampa de las algas.
Estamos padeciendo un calor tremendo durante el día, y sin embargo por la noche hace frío. Hoy estaba grabando un vídeo del paso de una esclusa con mi teléfono, y se me paró por exceso de calor. Tuve que meterlo en la neverita, que por suerte hoy estaba fría ya que nos habían congelado los frigolines en Castets-en-Dorthe.
En este tramo del canal las esclusas son automáticas, con el sistema de la trompa colgada. No hay esclusero. Unos 100 metros antes de la esclusa te encuentras colgando en medio del canal una especie de trompa que hay que coger y retorcer. Eso desencadena la apertura de la primera compuerta.
¿A qué parece mentira en el siglo de la inteligencia artificial?. Entonces te metes en la esclusa, hay que amarrar el barco y uno de los tripulantes bajarse por una escala llena de verdín a activar el siguiente paso con un botón verde, junto a la caseta. Ese botón activa el llenado y la apertura de la segunda compuerta para salir. Si hay un accidente el tripulante que ha saltado a tierra tiene que dar a un botón rojo que lo para todo. Para que os hagáis idea de lo que se usa la navegación interior, los botones tienen telarañas, y hasta ahora nos hemos cruzado con un solo velero.
Entre las esclusas 44 y 45 hemos visto muchísimos peces muertos. Podría deberse a la eutrofización antes de pasar la cortacésped, que les habría dejado sin oxígeno, o a las tormentas de los últimos días (las que a nosotros nos cogieron en Burdeos) que habría arrastrado productos químicos o abonos desde las orillas al agua del canal. Una pena.
Nos hemos quedado en la base de Le Boat de Le Mas d'Agenais, que tiene aseos, duchas, agua y electricidad en el pantalán (en estos días de calor es algo vital) y que además nos han guardado a congelar los frigolines. Luego hemos ido con las bicis a la compra por una carretera local toda cuesta arriba, y hemos vuelto tan derrengados que no nos ha apetecido volver a salir. Aquí estamos recluidos en el barco intentando huir del alcance de las chicharras.
Y finalmente, como otro hito del viaje, hoy hemos cruzado el meridiano de Greenwich, pasando de longitud Oeste a longitud Este. Una pequeña tontería pero que a los que no somos Sandokán nos animan el día.
Me despido con una foto de la sombra donde hoy hemos parado a comer. Que no puede ser todo contar lo malo.
Con cuidado, navegantes.
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