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lunes, 30 de junio de 2025

¡El mar!.

Hola navegantes.

¡Por fin hemos llegado al mar!. Nos ha costado muchísimo y el último día parece que haya querido darnos la puntilla. Ya nos había advertido Dominique que encontraríamos algas, pero nunca pensamos que en tal concentración. Para empezar, el agua entre Narbona y La Nouvelle está asquerosa. Casi todos el camino fuimos haciendo eslalom  entre las algas y la porquería plástica, pero a partir de la segunda esclusa formaban como una alfombra verde imposible de esquivar:


Naturalmente el barco se quedaba parado y teníamos que quitar lo que podíamos del fueraborda y del timón con el bichero, y de la quilla dando atrás. Un horror porque todo eso había que hacerlo bajo un sol de justicia y sin una pizca de sombra. Para que quede claro lo voy a decir bien fuerte, y si estuvieseis aquí os diría que me lo leyerais en los labios: no vengáis al canal de Midi. Es uno de esos paraísos perdidos que tardarán, con suerte, una o dos generaciones en regenerarse, y para entonces habrá sucumbido a otros desastres. Venir aquí es poner en peligro tu salud y tu barco. Yo ya he empezado a hacer gestiones para volver a Santander en un camión con tal de no repetir esta experiencia.

Respecto al calado de este canal, a la hora en que paran para comer los escluseros nos abarloamos a una peniche en la única sombra que había en muchos kilómetros a la redonda. Su capitán nos dijo que cala un metro, y que ayer no había podido remontar hacia Narbona porque tocaba el fondo. Y nosotros, con 70 cm, tocamos fondo cuando intentamos acercarnos a otra sombra de la orilla. El de la peniche estaba allí esperando a ver si subía un poco el nivel del agua. Exasperante.

Por si fuera poco, me ha llegado un correo de Voies Navigables de France acusándome de no haber pagado la vignette (es la tasa por utilizar los canales) y amenazándome con una multa de 1.500 euros. La intenté pagar desde antes de salir de Santander por internet pero no funcionaba, y luego varias veces en el recorrido. En varias oficinas de Voies Navigables de France (VNF) intenté pagarla físicamente y me dijeron que ya no se podía, que había que hacerlo por Internet. Menos mal que, previendo el problema, en Carcassonne le pregunté al funcionario de VNF si podía dar su nombre para que actuase de testigo de que había intentado pagarla y no había podido. Me dijo que si y así lo he hecho, con lo que mi buena fe espero que no se ponga en duda. Pero es que, para más INRI, en el correo me daban un teléfono para gestionar el pago telefónico y resulta que al llamarles me dicen que se les ha estropeado la máquina de cobrar. ¿Os lo podéis creer?. Esto es más ridículo que poner maíz en el ataúd para hacer palomitas en la cremación, y desde luego más ridículo que en España.

Pero bueno, aunque no brindo  lo que cuenta es que ya estamos en el mar, que mañana ponemos el palo y que pasado mañana volveremos a navegar a vela por el Mediterráneo. 

 Con cuidado, navegantes.

domingo, 29 de junio de 2025

Un día de descanso en Narbona ¿sabéis con qué?, con más calor.

Hola navegantes.

En efecto,  hoy nos hemos quedado descansando en Narbona, pero con este calor no se descansa. Hemos salido del barco en cuanto empezó a darle el sol, y hemos aguantado en Narbona de sombra en sombra hasta que se metió. Y al volver al barco estaba a 39,8 ºC.

Como curiosidades, la Catedral de San Justo y San Pastor, que se supone que es la joya de Narbona pero fijaos, está inacabada y tiene cosas sorprendentes como un aparcamiento de coches al lado de un altar:


Es alucinante que a alguien se le ocurriera poner el crucifijo antes de cerrar la nave. 

Luego está el Gran Banco, se supone que es una obra de arte pero a nosotros nos ha servido, como al volver de Elba, para poner de manifiesto nuestra pequeñez:


Hemos visto el Pont des Marchands, sobre el canal de Midi, con viviendas encima y uno de los que estaban restaurando y nos hizo dudar si el canal estaría utilizable, porque durante la restauración se cerró: 



Es el más bajo del canal de Midi (3,3 metros en el centro y 2,3 metros en los lados) donde muchas peniches se dejan el toldo y algunos turistas la cabeza.

Cerca del canal está el monumento de los caídos, con un gallo encima de un monolito. El gallo representa a su patria. Proviene de un juego de palabras, ya que el término latino "gallus" significa al mismo tiempo "gallo" y "galo" (francés). Se encuentra también en sellos, monedas, etc. Napoleón lo rechazó por poco varonil, porque "el gallo no tiene fuerzas, no puede ser la imagen de un imperio como Francia". Pero tras él volvió a ser muy apreciado, debiendo figurar obligatoriamente en los botones de los uniformes y por encima de los estandartes de la guardia nacional, y se convirtió en símbolo casi oficial de la República. Actualmente prefieren a Mariana, la mujer con un pecho al aire, contra la que el gallo no tiene ninguna posibilidad.


Fuimos a un mercado "típico", que como todos se resume en lencería barata, ropa de segunda mano y alguna chamarilería.

Hemos vuelto a ver a unos amigos del viaje anterior, Dominique y Marie Annik, que siguen viviendo en su barco fluvial de acero en el canal. Por desgracia solo nos han dado malas noticias del canal. De aquí a Port-la-Nouvelle vuelve a haber algas, casi nadie usa ya está ruta y está mal mantenida. Al parecer antes se hacía en 2-3 horas; a ver lo que nos cuesta a nosotros arrastrando y quitando los sargazos.

Me despido con un mensaje sanitario que representa el viejo dicho de que más vale un mal día de navegación que un buen día de trabajo. Aunque con este calor alguien lo pondría en duda. 

 Con cuidado, navegantes. Y a ver si mañana os saludo desde el mar. Ojalá. 




Canales pelados

Hola navegantes.

Ayer seguimos con el calor del Sahel, agravado porque navegamos por las zonas donde se talaron los árboles debido al chancro colorado. Es un hongo que trajeron los norteamericanos en la 
Segunda Guerra Mundial en las cajas de munición, que estaban 
hechas con madera de plátano. Los árboles se secan y hay que 
cortarlos para que no contagien a los de alrededor. En nuestra vuelta a España los que iban a ser serrados los marcaban con rayas verdes. De vez en cuando aparecía en la orilla un tramo de cientos de metros 
completamente despoblado, donde habían tenido que serrar 
toda la fila por estar ya enferma. Luego los han replantado, pero lo que antes era así: 


se ha transformado en esto:


No es que disfrute dándoos la barrila con el tema del calor, pero es que esos plantones no dan sombra ni a las hormigas y tardarán décadas en estar como los anteriores. Algo deprimente y desde el punto de vista práctico insufrible, porque navegas al sol en vez de a la sombra sufriendo como los que les tocaba el reemplazo en el Sáhara.

Por la mañana, cuando salía el sol, fuimos a ver el lago de Jouarres, que habíamos visto de noche. Ya me han aclarado que es un lago artificial, parte de las infraestructuras del Canal de Midi, y que está conectado con el río Aude.




Tiene una islita en medio. Es curioso porque un cartel anuncia que está prohibido el baño y los deportes náuticos: 


pero han hecho una playa que tiene hasta vigilancia en verano: 




y un club de deportes náuticos:


Después nos hicimos las 20 millas que nos separaban de Narbona bajo la canícula. Pasamos por la curiosa "esclusa seca" después de Salleles d'Aude. Es una esclusa para varar las peniches y darles la patente. Tiene dos vasos, uno de los cuales normalmente no se usa y lo atraviesas con las compuertas abiertas. Cuando una peniche quiere utilizar la zona de varada le llenan esa vaso, se coloca sobre las traviesas, y lo vacían. La esclusa se puede seguir utilizando por los demás barcos. 


También pasamos por esclusas con saltos de nivel enormes, no tanto como las de la vuelta a Francia (pasamos una con 25 metros de desnivel) pero si de 3-4 metros, de las que asustan cuando se vacía, miras para atrás  y te imaginas el tsunami si las compuertas fallaran.


Como veis en la foto, en vez de tener norays o bitas en el muelle, tienen unas barras por donde pasas por seno tus amarras y sobre ellas suben y bajan con el barco.

También pasamos el corto tramo (apenas 500 metros) en que el canal aboca al propio río Aude. Es un tramo importantísimo porque allí no pueden garantizarte el calado estándar de los canales sino que depende del nivel del río, que lógicamente depende de la sequía y de las crecidas. Puede ocurrir que llegues hasta allí y la sequía haya bajado su nivel y no puedas seguir. Esos 500 metros pueden anular el tramo del canal que lleva a Port-la-Nouvelle. 


Como os dije llegamos a Narbona, y hoy vamos a tomarnos un día de descanso para recordar nuestras anteriores visitas con el Corto Maltés (en la vuelta a España y al volver de la Isla de Elba). Mañana iremos a Port-La-Nouvelle, ya en el Mediterráneo, donde pasado mañana levantaremos el palo y empezaremos las etapas mediterráneas de este viaje.

Con cuidado, navegantes.

sábado, 28 de junio de 2025

Un calor que te hace dudar de todo.

Hola navegantes.

Los del Norte no estamos acostumbrados a esto. Un calor infernal que te hace imposible disfrutar de la navegación y de los paisajes, y te hace difícil hasta la supervivencia más básica. Ayer nos hemos pasado 10 horas bajo la canícula, porque estos kilómetros de canal no tienen árboles, y por momentos notas hasta que te mareas o no te concentras en lo que tienes que hacer, con el riesgo de tener un accidente dentro de la esclusa. El teléfono se me paró por tercera vez por calentamiento. El calor se está haciendo insoportable, navegamos debajo del paraguas, nos remojamos con el cubo cada media hora o menos para sentir un poco el fresco, y conseguir que nos congelen los frigolines es nuestra principal tarea al parar por la tarde. Y el ruido del fueraborda, que otras veces era lo más incómodo, ahora está tapado por el de las chicharras, que nos acompaña desde que salimos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche. Ayer hacia las 22 h  estaba escribiendo el blog y casi no podía hablar con Ana por su rechinar, y por cierto siempre tenemos a mano las pomada de las picaduras, por los mosquitos y los tábanos.


Estamos encontrando muy pasotas y enfadosos a los escluseros, lo que ha sido una sorpresa muy desagradable. Igual es por el calor. En vez de, como antes, acercarse a charlar de tu viaje y compartir sus experiencias, casi no te dirigen la palabra. A veces ni siquiera están pendientes de que llegas a su esclusa, como es su obligación, y tenemos que sonar la bocina de niebla para que se den cuenta de que hemos llegado. Uno incluso me regañó por avisarle con la bocina  porque al parecer eso sólo pueden hacerlo los profesionales, no los deportivos. Y ni siquiera hacen amago de ayudarte con las amarras, ayuda que, siendo sólo dos a bordo, sería muy bien recibida. Supongo que tendrán sus propias insatisfacciones laborales, porque ya os dije que los han reducido a las tercera parte con la automatización de las esclusas.

Las casas de los escluseros, que en la vuelta a España nos sorprendieron tanto, están la mayoría cerradas. Ya conté que al principio tenían que vivir allí, como los torreros en su faro, pero que con el tiempo dejaron de hacerlo y se han ido vendiendo o alquilando para los más diversos usos: vivienda particular, bar, sala de exposiciones, airbnb para ciclistas, etc. Ahora la mayoría están cerradas y dan un aspecto deprimente. 

La que si se conserva es la de Aiguille, la de los autómatas. El antiguo esclusero, que ya se jubiló, hacía muñecos metálicos con piezas recicladas y les dotaba de movimiento. Supongo que al jubilarse no tuvo dónde llevárselos, y ahora están en venta, pero todavía pueden visitarse como un museo.


Al final nos hemos quedado a dormir en el puerto de Homps. Su pasarela peatonal azul cielo sobre el canal es muy característica, así como el ensanche del canal, al Norte,  para la flota de alquiler de Leboat.



El puerto es una oda a la mala organización. Cierra a las 18.30 y abre a las 10 h, y con las oficinas cierran los baños y las duchas. Como las esclusas cierran a las 19 y abren a las 9, si aprovechas al máximo el horario de las esclusas (lo que intentemos hacer todos) te quedas sin ducharte. Le dije por teléfono a las de la oficina que si no nos podíamos duchar no nos quedábamos, que si no podía hacer una excepción, y debí de darle pena porque me concedió media hora: hasta las 19 h. Aún así llegamos muy justos y Ana se fue duchando mientras yo hacía el registro. Y menos mal,  porque sólo hay una ducha para todos y si no lo hubiera hecho así uno se quedaba sin ducharse. Luego la empleada con los ojos de color avellana, sin duda ajena a la organización de sus horarios y consciente del trastorno, me cobró sólo una ducha en vez de dos "por haberme hecho correr". Eso es la letra pequeña de los canales.

Al lado de la base de alquiler de Leboat hay un camping de caravanas y prácticamente no se distinguen. Esto está lleno de americanos y alemanes alquilando las peniches.

 Ya de noche, fuimos dando un paseo al Lago de Jouarres. 


Es una extraña laguna de 1 km de diámetro, al Norte de Homps, que no se comunica ni con el canal ni con el río Aude (que es el que ahora corre paralelo al canal) al menos en superficie, porque subterráneamente casi seguro que se nutre de él. Está habilitado para los deportes náuticos, tiene una pequeña playa artificial, pero también una discoteca o similar que contaminada el aire con su música garajera. Una joya de sitio que también consiguieron estropear.

Hoy seguiremos hacia Narbona. Ya estamos necesitando el mar como un adicto su dosis. 

 Con cuidado, navegantes.

jueves, 26 de junio de 2025

Navegación y turismo.

Hola navegantes. 

Hoy ha sido un día de una navegación corta porque íbamos a llegar a Carcassonne, una ciudad que merece una visita y que en la vuelta a España nos había encantado. En las navegaciones largas, y a no ser que seas adicto al barco, es bueno tomarse el tiempo de hacer una pausa con actividades distintas a puramente navegar, porque si no acabas de los nervios.

Salimos de Bram con el cielo nublado y así se mantuvo hasta media mañana. Cuando llegamos al puerto de Carcassonne a las 12.15 h. volvía a hacer un sol de derretir el plomo, y por desgracia los atraques volvían a estar al sol. Por el camino la única incidencia fue ver en la orilla del canal una peniche medio hundida y vandalizada, que según el esclusero lleva allí más de dos años sin que nadie la retire.


En el puerto de Carcassonne nos han dado un ataque muy raro, porque en vez de donde están las peniches nos han mandado a la orilla de enfrente del canal, por suerte con algo de sombra por los altos árboles, y además lejos de todas esas peniches de alquiler que directamente te hablan en inglés sin hacer el mínimo esfuerzo por hacerse entender en el idioma del país en el que están. Americanos, vamos.



Hemos dedicado la tarde a la intendencia y a una visita turística a La Cité, con la que no voy a aburriros.

 Con cuidado, navegantes.

miércoles, 25 de junio de 2025

Todo tiene sus inconvenientes.

Hola navegantes. 

Hoy salimos de la esclusa de Encassan, donde dormimos, con intención de llegar, siendo muy optimistas  a Carcassonne, y siendo más realistas al puerto de Bram. Iba a ser un día señalado porque alcanzaríamos el punto más elevado de los canales (194 m. sobre el mar) y empezaríamos a descender hacia el Mediterráneo. Parece otra tontería, pero es sorprendente haber navegado con un velero a 194 metros sobre el nivel del mar.

   Bajar desde esa altura hasta el nivel del mar en el Mediterráneo tiene una consecuencia práctica importantísima: que las esclusas son descendentes. Hasta ahora, que estábamos subiendo, entrábamos en una esclusa vacía que se llenaba con el barco dentro. Eso genera unos remolinos y unas olas impresionantes, que te chocan con las paredes a las que estás amarrado, y siempre tienes miedo de romper algo. En las esclusas descendentes entramos en una esclusa llena que se vacía con el barco dentro, pero ahora los remolinos y las olas se hacen fuera, y el barco desciende suavemente. 


Aparte de esta comodidad, nos las prometíamos tan felices porque salió un viento que refrescaba el ambiente, y el mismo sol de los últimos días se notaba menos. Pero como dijo uno que al poco de morir su suegra le presentaron la factura del entierro, "todo tiene sus inconvenientes". En nuestro caso ese viento azotaba la esclusa precisamente cuando entrábamos, al estar más altos sobre el suelo, y era en el momento en que había que amarrar el barco.

En la esclusa triple de Lauren el viento nos separó de las paredes de estribor antes de que pudiéramos amarrar. Debo decir que llevo el barco preparado para amarrar por estribor, con las defensas más gordas y las amarras listas. Al no poder amarrarnos por estribor nos chocamos con la pared de babor, con pocas defensas y sin las amarras preparadas. Además chocó la punta del palo con la pared  y la trompa le salvó de que se rompiera algo. El resto del día, que hemos pasado veintitantas, cambiamos de táctica y en vez de saltar Ana y yo cada uno con una amarra (la de proa y la de popa) saltaba sólo Ana con una amarra en el centro del barco (al cáncamo de los puntales) y la tenía que hacer firme enseguida, y lo más tirante posible. Esa amarra lo estabilizaba contra la pared, y ya sin prisa amarrábamos la proa y la popa. Aunque ha sido tan agotador como en las ascendentes, al menos hemos podido controlar el barco

En las esclusas de Castelnaudary y las siguientes coincidimos con una peniche de alquiler con tres parejas norteamericanas. Nos pusimos de acuerdo para que ellos pasaran primero y se situasen a babor, dejándonos a nosotros el sitio de estribor. Pues en una de las esclusas pasaron antes de tiempo (mientras se abren las puertas el semáforo está en rojo y verde, y cuando ya se han abierto se pone sólo verde y es cuando puedes pasar). La esclusa se bloqueó y los norteamericanos, que no sabían francés, por probar apretaron el botón rojo. Trump no lo hubiera hecho mejor. Es el botón del pánico, y sólo está para cuando ocurre un accidente, como que se caiga alguien al agua o las puertas pillen a un barco, y detiene todo el proceso. Con el lío tuvimos que esperar a que viniera un esclusero a resolverlo, y con el retraso no pudimos llegar a Carcassonne.

Uno de los norteamericanos tiene un velero y se interesó por cuánto tardaríamos en hacer todo el canal,  del Cantábrico al Mediterráneo. Le dije que 12 o 14 días, y que aunque en algunos sitios dicen que 10 no me parece realista. Lo que apostilló diciendo: "claro, no tienen en cuenta que un americano tonto puede venir y apretar el botón rojo". Por lo menos una forma simpática de tomarse la situación.

Así que nos hemos quedado en el puerto de Bram. El nombre es un eufemismo pues se trata de un muelle lineal en una orilla del río,  propiedad de la empresa de alquiler de peniches Locaboat y Castel  Nautique, donde no nos dieron amarre y hemos tenido que quedarnos otra vez en precario en la orilla del río. Aunque por suerte hemos encontrado un punto de luz, el dueño del chiringo nos ha dado hielos,  y con tan poca cosa nos conformamos.

 Con cuidado, navegantes.

martes, 24 de junio de 2025

Dos mundos.

Hola navegantes. 

No recuerdo quién dijo que hay tres tipos de hombres, los que están vivos, los que están muertos,  y los que navegan. Y no le faltaba razón, porque algo especial sí que tenemos, aunque a muchos les parezca algo muy tonto, como viajar de un punto A  a un punto B por el camino menos directo, en el vehículo más lento, con las máximas incertidumbres y sufriendo sin protección la meteorología más adversa, como los primitivos.

Hoy se ha puesto claramente de manifiesto cuando hemos navegado con el Corto Maltés por encima de la autopista y se han cruzado dos mundos. El nuestro lento y parsimonioso, y el de los que iban acelerados por la autopista.


Estaba deseando grabar este video  que en la vuelta a España se me escapó, porque cuando cuento que he navegado con el Corto Maltés sobre una autopista no me creen.  Como cuando cuento que he navegado por un túnel de montaña de 5 km., pero eso sí lo grabé, fue en la vuelta a Francia.

Hoy ha vuelto a ser un día de mucho calor  aunque más llevadero, porque gran parte del camino ha sido a la sombra de los enormes plátanos que rodean el canal de Midi. Ha habido pequeños incidentes, como trabar ramas con el timón o el fueraborda, aunque por suerte sin romper nada:


pasar esclusas de las que llenan hasta el mismo borde, como esas piscinas que rebosan, y que hacen peligrar el casco porque las defensas, por mucho que las bajes, se quedan flotando:


o que nos tocara un esclusero que estaba haciendo pruebas con el nivel de agua de una esclusa, nos hiciera perder media hora, lo justo para no poder pasar la anterior al Port Lauragais, donde pensábamos quedarnos, y habernos tenido que quedar otra vez en el pantalán de espera de la esclusa de Encassan, en mitad de la nada. 


Un sitio muy idílico en la foto,  oyendo a las ranas y a los pajaritos, pero en la práctica sin agua, electricidad ni duchas, y rodeados de hordas de mosquitos de los que parece que no han hecho una comida completa en su vida. La vida del navegante.

Por cierto, en la revista Voiles et Voiliers de julio va a salir un artículo sobre nuestras navegación a Londres en el Corto Maltés después de la pandemia covidiana. Por si os interesa. Supongo que a mí, en Francia, me será fácil encontrar un quiosquero que lo tenga.

 Con cuidado, navegantes.

Calor sin límites.

Hola navegantes. 

Ayer salimos pronto del pantalán de espera de la esclusa donde dormimos, con intención de llegar a Toulouse a media mañana. Pero no fue así. Para empezar nos faltaban 6 esclusas, no 3, porque aunque en efecto nos quedamos en la número 3 contando desde Toulouse, luego hay otras 3 dentro de la ciudad antes de llegar al puerto. Y por si fuera poco, las de dentro de la ciudad son con esclusero, lo que significa que se cierran de 12 a 13 h. para su pausa para comer. Como no contábamos con ello resultó que justo la última la embocamos a las 11.55 h., y ya no nos la abrieron. Con las ganas que teníamos de llegar al puerto para ducharnos y comer tranquilos, nos encontramos en el sitio de la foto (aunque parece idílico su acceso era un váter público al aire libre) y sin comida. 


Menos mal que estábamos cerca de la estación de tren y nos acercamos a comprar allí una focaccia y una pizza.

La entrada a Toulouse, como a las grandes ciudades, por el canal es sorprendente, porque circulas con el barco entre los coches, los camiones o los trenes como si fueras un vehículo más por la carretera:


Y da mucha pena  porque debajo de los cruces vive el lumpenproletariado de la ciudad, los sintecho que buscan la sombra y la protección de la lluvia en tiendas de campaña o chabolas de cartón. 


Este vivía bajo uno de los puentes gemelos, uno de los sitios míticos de los canales porque es donde confluyen el Canal de Midi hacia el Sur y el Canal Lateral del Garona hacia el Norte.


En Toulouse queríamos quedarnos en el Halte Nautique porque llevábamos varios días sin ducha y queríamos poder enchufar la neverita. Pero es un puerto expuesto al sol infernal y nos pasamos mucho tiempo en el hall de la oficina, que tiene aire acondicionado. En el barco era imposible. Entre otras cosas hice las gestiones para arbolar en Port-La-Nouvelle a primeros de la semana que viene. El canal de Midi es algo que no paraban de recomendarme hasta que empecé a ser yo el que lo recomendaba, pero ahora,  con este calor y con las algas y los mosquitos, empiezo a ponerlo en duda.

Cuando empezaba a refrescar salimos para ver Toulouse y recordar los sitios de nuestro paso anterior, en la vuelta a España. En aquella ocasión no vimos mucho pero por la lluvia, que cayó con rabia y nos hizo algunas goteras. Pues ayer, al coger las bicis, vimos que la pequeña tenía la rueda desinflada. Perdía por la válvula y no tenía arreglo. Como llevo casi un taller en la mochila le puse la cámara de repuesto, pero ésta se pinchó. Por suerte fue a unos cientos de metros de una tienda de bicis y pudimos solucionarlo.


Lo que vimos de Toulouse en el crepúsculo nos encantó. A ver si a la vuelta no hace tanto calor y podemos verla con más calma. Especialmente nos llamó la atención la enorme animación en las calles para ser un lunes. Supongo que todos quieren salir de casa cuando llega el fresco, después de haber estado ocultos en su cueva para huir del calor. Para esta semana esperan casi 41 ºC.




Hoy empezamos el descenso por el Canal de Midi. Las esclusas van a ser la mayoría con esclusero, pero fijaos qué curioso, hasta las que son automáticas cierran de 12 a  13 h. para "la comida". ¿Qué comerá la esclusa?.

Y aquí el kit de supervivencia que vamos a llevar siempre en la mochila, hasta que lleguemos al Mediterráneo, si es que llegamos:


 Aunque no está en la foto, también incluye la pomada para las picaduras.

Con cuidado, navegantes.

NOTA: debido al gran número de personas que se han suscrito a este blog, resulta que agoto el número de correos electrónicos disponibles a mitad de mes. Es posible que los últimos días de cada mes no os lleguen las entradas ni los comentarios a vuestro correo electrónico, y tengáis que entrar directamente al blog.

domingo, 22 de junio de 2025

A las puertas de Toulouse.

Hola navegantes.

¡Qué gusto!. Nunca pensé que lo diría, pero hoy amaneció todo nublado y con chirimiri, ¡y nos alegramos!. Después del calor tórrido de los últimos días ha sido como un regalo. Y se ha mantenido así toda la mañana y una parte de la tarde, haciendo la navegación y la vida más agradable. Porque entre otras cosas, Ana y yo daríamos para hacer un atlas gráfico de dermatología sobre las distintas picaduras de mosquito.

A media mañana pasamos por Montech, de donde sale una rama del canal que conduce al pueblo de Montauban, donde está enterrado Manuel Azaña. En la vuelta a España cogimos este ramal para conocer el pueblo. Hoy no hemos podido porque está cortado por un accidente. Una peniche se empotró con la puerta de una esclusa y ha roto la barra hidráulica que la controla. En la foto la entrada al ramal que lleva a Montauban.


Montech es también famoso en todo el mundo por la rampa de agua. Es una obra de ingeniería de los canales única en el mundo, construida en 1973,  y consiste en una especie de tobogán por el que dos máquinas hacen subir una cuña de agua con el barco dentro. Las máquinas son dos locomotoras de ferrocarril con motor de gasoil adaptadas (les han sustituido las ruedas de tren por unas con neumáticos de camión) soldadas una a la otra por una superestructura que va sobre el tobogán de lado a lado. 
Entre ellas arrastran una pared que corre hermética por el interior 
del tobogán empujando la cuña de agua donde flota el barco. Al 
llegar al extremo superior o inferior tiene unas compuertas como 
las de cualquier esclusa y el barco prosigue su camino. 


Cuando dimos la vuelta a España la rampa estaba fuera de uso desde hacía tres años, al parecer porque las locomotoras incumplían alguna norma europea de seguridad, pero había la voluntad de solucionarlo. 
No nos extrañó porque cuando funcionaba era un atractivo de 
la región que estaba anunciado en los folletos turísticos y hasta 
en las señales de la carretera, y había incluso un apeadero desde 
donde contemplar su funcionamiento con buena perspectiva. Por desgracia han pasado 13 años más y sigue inactiva.
Podía subir barcos de hasta 35 metros de eslora que salvaban 
en un solo viaje la altura equivalente a cinco esclusas, con un 
ahorro impresionante de tiempo. Tanto en la vuelta a España como hoy nos quedamos con las ganas de meter el Corto Maltés en aquel invento, como una experiencia única. 

El cierre de la “rampa de agua” afectó a todo el tráfico comercial entre Toulouse y Burdeos, pues todos los barcos que antes podían medir hasta 35 metros habían tenido que ser recortados a 28, que es el tamaño de las esclusas alternativas para salvar el desnivel que antes salvaba la rampa. Ahora todo el entorno de la rampa es un espacio expositivo explicando aquel invento, que por desgracia no se consolidó.



A media mañana nos cruzamos con un velero que estaba parado en mitad del canal sin hacer nada y sin moverse. Los tripulantes no nos pidieron ayuda pero aquello era raro, raro. Yo creo que habían varado y estaban pensando lo que hacer o encomendándose a un dios pagano. El velero era muy grande y, si no fuera de orza abatible, seguro que por ese canal no cabía. El de la peniche que nos congeló anoche los frigolines tenía el bichero graduado de 10 en 10 cm para ver la profundidad, y donde dormimos ayer había 80 cm.

Toda la tarde hemos estado dudando si llegaríamos hoy a Toulouse o no. La final fue que no pero por muy poco, porque las esclusas cierran a las 19 h. pero se sobreentiende que a esa hora has tenido que haber terminado de pasar, o sea que tienes que presentarte por lo menos a las 18.30.h. Y no llegamos por poco. Como las últimas esclusas están muy cerca de la ciudad en un ambiente más urbanita, hemos preferido quedarnos en la número 3, siete km. antes de la ciudad, donde todavía se oye cantar a los pajaritos y el rumor del agua de la esclusa cayendo. 


Mañana llegaremos a Toulouse por la mañana, y descansaremos de esta semana tan intensa y a ver si se nos deshinchan estas manos que escandalizarían a una manicura. Será la mitad del tránsito por los canales, y en otra semana más llegaremos al Mediterráneo.

 Con cuidado, navegantes.

sábado, 21 de junio de 2025

Más averías...y más algas.

Hola navegantes. 

Hoy salimos de Valence d'Agen con intención de llegar a Montech,  pero enseguida comprenderéis por qué no lo conseguimos. La esclusa 26, Espagnette, no se abría al girar la trompa y tardaron una hora en venir a resolverlo. La esclusera que vino, una chica de sonrisa fácil con los dientes desorganizados, amablemente me dijo que posiblemente también fallara la 16. Yo seguí tan tranquilo porque eso sería como que te tocara las lotería dos veces, muy improbable. Pero resultó que sí, y también nos falló la 16, Escatalens. Aquí veis al Corto dentro de la esclusa como en una cárcel.


Esta vez la puerta se abrió para dejarnos pasar pero luego no se cerraba. Otra hora de espera y ya eran las 18 h, cuando las esclusas dejan de estar operativas a las 19 h. No nos quedó más remedio que quedarnos a dormir en la salida de la esclusa de Escatalens. La parte buena, que mientras esperábamos Ana descubrió un ciruelo lleno de ciruelas pequeñas maduras  (son típicas para hacer una tarta de ciruelas) y hemos recogido como un kilo.


Parecen tomatitos pero son ciruelas.

Otro motivo del atraso y de preocupación es que vuelve a haber algas en algunas zonas, que nos han obligado a las maniobras de siempre, y eso bajo un sol con uñas que arañaba el cuello y la espalda.


Y peor aún,  en la esclusa donde se enredaron había dos escluseros, vieron que me quedaba parado en mitad del canal, me preguntaron qué pasaba, les dije que había cogido algas con la hélice, me miraron con cara de por qué habré venido, y se marcharon sin hacer un amago de intentar ayudarme. Conseguí llegar a la orilla gracias a un viandante que me cogió el cabo que le lancé y me acercó. La siguiente foto es durante el lío del fueraborda, para que comprendais que una bonita imagen a veces oculta un gran problema.


En la parte buena, conocer a gente amable que quiere ayudarte sin conocerte de nada. En Castelsarrasin paramos a comer y dudábamos si terminar allí la etapa, pero resultó ser un muelle expuesto a la canícula y con la capitanía cerrada por ser sábado. Nos habría costado 21 € sólo por la luz y la electricidad, sin aseos ni duchas. Pues dos propietarios de peniches allí establecidas, sin conocernos de nada, nos ofrecieron ducharnos en su peniche. Y en Escatalens, donde estamos para pasar la noche, el dueño de una peniche que no nos conoce de nada nos ha dejado sus frigolines para la noche, y nos va a congelar los nuestros para devolvérnoslos mañana. La famosa solidaridad náutica.

Y también en la parte buena, que hoy hemos atravesado el puente-canal de Cacor,  un acueducto impresionante, de 356 metros, que salva el río Tarn y permite a los barcos de los canales sobrevolar el río. La sensación es curiosísima. 



Para conseguir las fotos la pobre Ana se bajó del barco y se recorrió el puente a paso ligero.

Por lo demás, hemos cogido la costumbre de, cuando nos remojamos nosotros, remojar también el fueraborda. Parece una tontería pero su carcasa es negra y trabaja casi todo el día recibiendo encima un sol como el as de oros. La tocas y arde. Hay que mimarle porque hasta el Mediterráneo es nuestra única propulsión.

Con cuidado, navegantes. 

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