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viernes, 24 de septiembre de 2021

Tratados como ganado.

 Hola navegantes.

Ayer, al anularse nuestro vuelo desde Bolonia por la huelga, gestionamos otro desde Roma a Santander y dedicamos el día a conseguir llegar a Roma. Teníamos que estar en el aeropuerto a las 4.30 h. de la madrugada, y preguntamos los posibles medios de transporte en cuatro sitios: la estación de tren, la empresa de autobuses, la estación de taxis y en un Bed and Breakfast. Finalmente fuimos en autobús y llegamos a las 12. Cuál no sería nuestra sorpresa al encontrarlo cerrado. 

Los pasajeros que habían hecho como nosotros nos encontramos en la calle, a la puerta de un edificio cerrado (aunque había personal dentro), durmiendo en un banco al raso, sin aseos, y con la máquina del café estropeada. Una forma delirante de tratar a los viajeros, como si fuéramos reses, y la lógica llevada al absurdo, pues mantienen líneas de transporte a una hora en que el aeropuerto está cerrado. Entre este colofón del viaje, el precio y la mala calidad de muchas de sus marinas, las sospechas de mal uso de los atraques de tránsito, la suciedad hecha costumbre, la pésima calidad de los servicios públicos y otros detalles, creo que no volveré a pisar ni navegar por Roma y sus alrededores hasta que haya vuelto la Unión Soviética o hasta que el Corto Maltés deje de medir 23 pies. 

La parte buena, haber descubierto otro uso de la mascarilla: ayudarte a dormir en la calle tapándote los ojos.

A una navegante solitaria que volvía de una vuelta al mundo a vela le preguntaron si había pasado miedo alguna vez. Y contestó: "sí, especialmente cuando me acechaban las fieras en los pasos cebra". Una forma irónica de decir que lo peor no estaba en el mar sino en tierra. Lo mismo voy a decir yo cuando me pregunten por lo peor de la vuelta a Italia: la anulación del vuelo de Bolonia a Santander. Ha sido una noche peor que la del promontorio Gargano cuando nos garreaba el fondeo.

Finalmente llegamos a Santander, donde nos esperaba la cola y los trámites del Covid, y que me ha recordado que, milagrosamente, lo que más temíamos este año no ha sucedido. Una interrupción o suspensión de la navegación por el maldito virus.
 
Si todo va bien esta noche llega José Luis con el barco a Santurce, y mañana le botaremos en Puerto Chico. Unos días después haré un balance en caliente de esta larga navegación.

Con cuidado, navegantes.

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