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jueves, 11 de marzo de 2021

Los anodinos ánodos.

 Hola navegantes.

Perdón por la pedantería del título, pero no he podido resistirme. Muchos nuevos propietarios de un barco se quedan anonadados al ver que esta piececita que lleva el fueraborda en la cola, que es como un bloque de plomo:

al cabo de pocos meses está así:

 Y aquí la comparación:

 Y van preocupados al taller pensando que algo se ha estropeado. Pues es justo lo que tiene que pasar, que esa pieza se deshaga. Se llama un "ánodo de sacrificio", y es como en un circuito eléctrico el fusible, una pieza que debe fundirse antes de que lo haga un componente electrónico más importante y valioso.

Cuando dos metales están cerca y en un medio conductor de la electricidad, como el agua salada, se genera una corriente eléctrica (llamada "corriente galvánica") entre ambos, creando un flujo sostenido de electrones desde el metal más negativo (polo negativo o ánodo) al más positivo (cátodo), deshaciéndose el primero. 

 

Ocurre en todos los metales de un barco sumergidos. En los barcos de fibra sólo en las partes metálicas (motor, hélice, quilla) y en los barcos metálicos en el mismo casco, donde la corriente galvánica es más peligrosa pues puede perforarse el casco. Un clavo más en el ataúd de un barco viejo.

Existe una escala que clasifica a los metales según su resistencia a la corriente galvánica, pues no todos son iguales. Si se ponen dos metales juntos en una solución salada, el menos noble de la siguiente escala se deshará en favor del más noble, que quedará protegido:

Por ejemplo, un barco que tenga el eje de la hélice de acero inoxidable y la hélice de bronce o de cobre, puede encontrase que la hélice sale al cabo de un año desecha como el ánodo de la segunda foto. Y si el casco es de aluminio lo que puede deshacerse es el propio casco en las cercanías del eje de la hélice, hacerse un agujero y hundirse.

Para evitar esta catástrofe se pone en las proximidades de los metales sumergidos una piececita de un  metal aún menos noble para que se deshaga antes que los demás. Normalmente son de zinc y por eso a los ánodos mucha gente los llama "zines" (el plural anómalo de "zinc"). Esa pieza hay que renovarla a menudo, pues cuando se deshace entera empieza a deshacerse el siguiente metal menos noble, la hélice o el casco. De hecho, debe sustituirse cuando se ha deshecho al 50%, pues a partir de ahí pierde su capacidad de protección.

A medida que el ánodo se deshace, el material que se ha desprendido es llevado por la corriente eléctrica al metal más noble, que aparece como con una capa de polvo adherido, que son los restos del ánodo emigrados.

Como el ánodo se coloca siempre bajo la línea de flotación, una tentación es pintarlo con la patente igual que se pinta el resto de la obra viva. Un error gordísimo, pues la pintura evita que fluya la corriente galvánica y el ánodo pierde su función.

Otro error muy corriente es dejar la electricidad del barco conectada de forma permanente al enchufe del pantalán. Aparte del riesgo de cortocircuito y de incendio, el tema de la corrosión galvánica puede verse empeorado, y mucho. La corriente galvánica se ve potenciada, y sus efectos perjudiciales, por fugas eléctricas de los circuitos del barco. El cable de "tierra" de los 220 V une eléctricamente los circuidos de todos los barcos del pantalán. Si uno de ellos tiene una fuga eléctrica, puede afectar a todos los barcos del mismo pantalán.

Aunque los ánodos que más conocemos son los de cinc, para el agua salada, también los hay de magnesio para el agua dulce (barcos que navegan en los ríos, canales o pantanos) y de aluminio para las aguas mixtas (estuarios y zonas de mareas, o barcos que navegan pasando del río al mar por las esclusas).

Nosotros en el Corto Maltés  sacamos el fueraborda de su pozo cada 3-.4 meses para darle la patente, y aprovechamos para revisar y cambiar los ánodos. Una vez que el ánodo se desprendió por las vibraciones del motor (va atornillado) y no nos dimos cuenta, se deshizo la hélice y hubo que comprar un motor nuevo, pues la avería costaba más de la mitad del precio del motor.

Con cuidado, navegantes.

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