En mala hora se me ocurrió desear el frío y la lluvia. Ayer estuvimos en Santurce toda la noche cayendo cuerdas de agua. Tanto es así que decidimos no salir hoy, y pedimos quedarnos un día más en el atraque. Pero a eso de las 10 se despejó y cambiamos de planes, saliendo a navegar.
Desde que salimos nos agarró un viento del Norte al Noroeste que no era ni mucho menos el fuerza 4 anunciado, más bien fuerza 5-6, justo de morro para salir del abra de Bilbao, y con olas que no eran de 1,3 metros como decía el pronóstico sino de 2 o 2,5 metros. Y todo ello aderezado con unos chubascos que nos caían encima como piedras y que hacían desaparecer el horizonte, porque había tanta agua por encima de la superficie del mar como por debajo. O sea que se cumplió mi deseo de mojarme y por partida doble, de agua dulce por los chubascos y salada por los rociones. Luego me enteré que esos chubascos habían provocado en Santander inundaciones, ríos de agua por las calles y cierre de túneles.
Navegamos la mayor parte del tiempo con la mayor en el primer rizo y el Génova al 50 %, y al final del trayecto, que el viento bajó un poco, con las dos velas izadas enteras.
Llegamos a Laredo muy tarde y acabamos de comer a las 18 h. Pero yo muy contento porque ya estoy sólo a una etapa de volver a mi casa y a mi familia después de tres meses, y porque sé que mañana será uno de esos días que se te imprimen como cera caliente dentro de los oídos. ¡Ah!, y porque no nos hemos encontrado con las Gladis (son las orcas cometimones).
Con cuidado, navegantes.
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