Pues si, así me siento hoy, teletransportado. Esta mañana estaba con el Corto Maltés en Narbona, y esta tarde con él en Santurce.
A las siete empezamos a cargar el barco en el camión, lo que nos llevó dos horas.
Nos despedimos de los nuevos amigos de Narbona: Dominique, el de la frente socrática, y su mujer Marie-Annick (el tercero es José Luis) deseándonos futuros reencuentros, aunque ya les dije que tal y como habíamos encontrado el canal de Midi era poco probable que volviéramos. Ellos también están pensando abandonar el Mediterráneo y llevarse la peniche a los canales de Bretaña.
Luego vinieron ocho horas de carretera y ¡plas!, el Corto Maltés en Santurce a sólo dos días de casa, en vez de el mes que nos costó a la ida. Esta noche duerme a buen resguardo en la nave de José Luis, y mañana volverá a tocar el agua salada del Cantábrico.
La idea original era terminar el viaje con una navegadita de ida y vuelta a vela por Euskadi con Mario, mi siguiente tripulante, en sustitución de la que se ha perdido de Burdeos a Santander por el mal rollo del canal de Midi. Pero con la novedad de los ataques de la pandilla de orcas en esta costa nos ha parecido tentar al diablo, y vamos a ir directos a Santander. Espero que en estos dos últimos días no nos hagan cerrar esta aventura con un epitafio.
Con cuidado, navegantes.
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