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miércoles, 20 de agosto de 2025

Hogar, dulce hogar.

Hola navegantes. 

Aunque aún no he llegado a casa  puedo usar esta expresión por encontrarme en el Cantábrico. Qué ganas tenía de volver a escuchar despotricar en castellano a mis compatriotas mientras desayunan un sol y sombra, de pasar frío y mojarme con un poco de lluvia. Y hoy he tenido esas cosas. 

A primera hora vino mi amigo Iker a ayudarme a bajar el barco del camión y arbolarlo. Además ayer me dejó dormir en su barco, que el Corto ya os dije que durmió en una nave. 




La carena estaba limpísima, seguramente por haber estado la mitad del tiempo en agua dulce. No tenía ni un poco de verdín. Después Ana y yo dedicamos la mañana a recolocar la jarcia móvil, las velas, volver a reorganizar los espacios del barco para la nueva condición de "velero", y a ajustar la curva y la caída del palo,  que ha habido que volver a equilibrar al haberle metido la placa de aluminio bajo su base.

Mañana saldremos hacia Santander mi amigo Mario y yo, con un pronóstico de lo que tanto estaba añorando en la canícula de los canales de Francia: cielo cubierto, lluvia todo el día, viento frío de cara (el "gallego") y olas de 1,3 metros. Seguramente nos tocará dar bordos para avanzar hacia Laredo. No sé si mañana a estas horas estaré echando pestes de esta meteorología cantábrica, que nos hará volver a ponernos el traje y las botas de agua y los jerseys. De momento he vuelto a sacar el saco de plumas para dormir,  y los pantalones largos.
 
 Entre las curiosidades de Santurce, los semáforos para peatones en el suelo. Como ya nos movemos mirando siempre el móvil  hacia abajo, han puesto una línea de luces led en el borde de la acera con el color del semáforo de peatones:



No es original de aquí, que ya lo hemos visto en muchas ciudades. Hay que adaptarse a los tiempos. 

 Con cuidado, navegantes.

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