Este fin de semana en Béziers hemos estrenado la incorporación del grumetillo con muchos pequeños incordios, que recordaron un programa paródico de Martes y Trece.
Un día volvimos al barco y estábamos sin agua y sin electricidad. El capitán del puerto ya se había ido y no había posibilidad de solucionarlo hasta el día siguiente. Eso significaba no poder ducharnos y dormir con más de 30 grados, sin el alivio de los ventiladores. Por suerte la peniche de nuestra proa nos dejó compartir su toma de la luz. Por eso siempre recomiendo llevar a bordo un duplicador del enchufe náutico:
También es útil en las marinas en que un amarrista veterano, o uno de los que vive en el barco, se ha apropiado de varios enchufes dejando sin toma eléctrica a los que estamos de tránsito. Obviamente no es correcto pero se hace. En vez quitar el suyo y tener que discutir, se pone el duplicador y se comparte.
En este caso al parecer habíamos superado la cantidad de metros cúbicos y de kilovatios contratados. En otras marinas es indefinido pero en Béziers están tasados, y calculados para las estancias normales de uno o dos días. Como hemos estado una semana nos habíamos pasado.
El día siguiente fuimos a una piscina a intentar aguantar el calor sofocante. Después de una hora en la parada del autobús resultó que Béziers está en fiestas, tienen el centro de la ciudad cortado y las líneas de autobús modificadas. Total que tuvimos que ir andando, más de media hora bajo la canícula, y al llegar estaban a punto de cerrar para comer (¡una piscina!). Fuimos nosotros mismos a comer y al volver nos pidieron acompañar a un anciano a su residencia, que nos pillaba de camino. También a él le había afectado el cambio de los autobuses y llevaba dos horas y media andando con el andador en aquel infierno, y ya se había perdido la comida. Naturalmente iba muy despacio y haciendo muchas paradas, lo que nos retraso más.
Al llegar a la piscina resultó que el bañador de Daniel y el mío, que son bermudas, no estaban autorizados. Había que llevar los elásticos o UHF ("un huevo fuera") que naturalmente vendían ellos.
Al volver al barco volvíamos a estar sin agua, la que habíamos pagado por la mañana. Esta vez la causa no la sé, pero por suerte aún estaba el capitán del puerto y nos lo resolvió.
Y ya de noche una pareja lesbiana se había acomodado en el banco que tenemos a 3 o 4 metros del barco y nos estuvo distrayendo con sus risas, y a las 4 de la madrugada un grupo de chicos siguiendo con la fiesta.
Después de tantos incidentes hoy reanudamos nuestra ruta por los canales con el grumetillo. A ver qué nos depara el día.
Con cuidado navegantes.
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