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jueves, 14 de agosto de 2025

Después de la tempestad viene la calma.

Hola navegantes.

Después del día de infarto de antes de ayer, ayer fue un magnífico día de descubrimientos y de calma. Empezamos atravesando el túnel de Malpas, por donde se navega a través de una excavación en la montaña. 




Fue el primer túnel navegable del mundo (del siglo XVII) y atraviesa la colina de Malpas. Es de una sola dirección y hay que entrar tocando bocina de niebla,  porque si viene otro barco de vuelta encontrada uno de los dos tiene que salir en marcha atrás. Es algo impresionante verte navegando por el interior de un túnel de montaña. 

Por si fuera poco la misma colina está perforada por otro túnel  para el ferrocarril, que discurre por debajo del navegable. Si coincides en el túnel con el paso del tren se oye el chucuchú lejano, y es más sorprendente todavía.

Y por si eso todavía fuera poco,  al lado está la laguna desecada de Montady. Era un Etang como alguno de los que hemos navegado este verano, pero en el siglo XIII (entre 1250 y 1270) los monjes decidieron secarlo para conseguir tierras de cultivo. Esta sí que es buena. Hicieron un agujero en su centro para drenarlo, con unas fosas a cielo abierto y luego un túnel subterráneo, que atraviesa también la colina de Malpas, y acaba vertiendo el agua en el río Aude. O sea que la colina tiene tres túneles, de arriba abajo el navegable, el del tren, y el que evacúa el agua del Etang de Montady:
 

Donde antes estaba el étang ahora hay unas tierras de cultivo que recuerdan una caja de quesitos, porque las parcelas son triangulares y confluyen en el agujero de drenaje:


Paramos a comer en Poilhes, uno de los pocos sitios en que quedan árboles y por lo tanto sombra: 


Paramos al lado de una especie de merendero con una mesa y bancos, y por si fuera poco nos encontramos flotando una sombrilla enorme de bar. Servía para la mesa y comimos de maravilla y a la sombra. Enfrente entretenía la vista el barco de uno con el síndrome de Diógenes (son los que guardan todo, hasta la basura):


Como ya no le cabía más en el barco había empezado a colgarlo por la borda, y podéis ver colgada una silla, varias botellas vacías y una manguera. Además se ve que en peso del barco le ha hecho subir la linea de flotación. Ese lleva décadas sin navegar.

Acabamos el día en Capestang. Lo más destacable es su catedral del siglo XIV inacabada, llamada Colegiata de St-Etienne. Según la Guía Imray, “incluso en su estado inacabado, le viene grande al pueblo”, y es verdad. Está en una colina y se la ve desde todas partes, allí erguida y flaca. A mí me recordó mucho a los peces luna, que parece que un hachazo les ha quitado un trozo de su cuerpo. Pues la catedral de Capestang es igual: tiene una nave muy alta pero corta, y manifiestamente le falta terminar el trazado en cruz de la planta
de una catedral. 


La interrupción de la construcción se debió a la epidemia de peste negra que asoló Europa y mató a la tercera parte de su población, y a la guerra de los cien años. 

También hay en el pueblo un castillo que fue la residencia secundaria de los arzobispos de Narbona. Pero solo quedan unos trozos a los que se han dejado añadir viviendas particulares y lo deslucen. 


Me despido con la imagen del Corto en Capestang:


y con la dibufirma de Poilhes, que nos ha recordado lo que era el canal de Midi cuando tenía sombra:


Con cuidado, navegantes.

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