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viernes, 1 de agosto de 2025

Mil veces maldita la peniche.

Hola navegantes. 

Hoy empezamos un día relajado en el que pensábamos recorrer algunos de los puertos del Etang de Thau. Quién nos iba a decir cómo acabaría.

En efecto, visitamos Bouziges y Mèze. Pero ¿os acordáis lo que os conté de la peniche que en Aigues Mortes había chocado a varios barcos al entrar, y finalmente se había amarrado junto a nosotros?. No estábamos cuando entró, pero nos quedamos con la sospecha de que  lógicamente  también nos habría chocado a nosotros. Revisamos todo el barco y sólo notamos que se había descolocado un poco el palo. Como no vimos nada roto no le dimos importancia. 

Pues hoy  en Mèze nos hemos dado cuenta de que estaba desarraigada la pieza que hace de base del palo. Con el palo tumbado la usamos para sujetarlo hacia abajo, y al recibir un golpe debió transmitir la fuerza hacia arriba y desarraigarla de la cubierta. Porque aunque os parezca mentira, va atornillada a la fibra con tirafondos y no con tornillos pasantes y tuercas,  algo incomprensible. Es verdad que esa pieza aguanta sobre todo la compresión hacia abajo, pero es clave para sujetar la base del palo en su sitio, y a mí los tirafondos me parecen poco.


Con esa pieza suelta no se puede volver a levantar el palo y navegar a vela. Hay que resolverlo antes de arbolar. Por suerte estábamos a sólo una hora de donde dormimos ayer , Atelier Bilbo, que tiene todo tipo de profesionales, y decidimos volver. Nos ha pasado como a aquel que recibió un tiro en la cabeza y le dijo el médico: "tiene suerte, ha recibido el disparo en el mejor sitio que tiene el cerebro para alojar una bala". Ya he quedado mañana con un soldador y metalúrgico para hacer una pieza de aluminio que refuerce la cubierta y sujetarla con tornillos pasantes en vez de los tirafondos. Va a quedar mejor que la original, y sólo habremos perdido un día de los que nos sobraban.

Pero ya es tarde para localizar a la peniche, y sólo puedo maldecirlos mil veces por no decirme nada. Maldita chusmaca hipócrita que puede sonreírte y hablar contigo como si nada, sin alterar el color natural de su rostro, sabiendo lo que te han hecho. Ojalá se hundan.

 Con cuidado, navegantes.