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miércoles, 1 de noviembre de 2023

Santander-Nantes, la crónica de mi tripulante. 11) La Rochelle-L’Herbaudiere.

 13/06/2023 La Rochelle-Bourgenay

Dejar atrás un puerto nos expone a la añoranza una vez queda en la estela; poner rumbo a otro que, con un poco de fortuna, habrá de correr la misma suerte; es la eterna disyuntiva del marinero: proa, popa; lo que dejamos, lo que anhelamos no son necesariamente lo mismo.


Nuestro propósito este día es alcanzar la isla de Yeu, pero un obstinado viento del norte (al ponerlo por escrito caigo en la cuenta de que contrarío el espíritu de la navegación deportiva: la única brisa mala es la ausente) nos obliga a dar amplios bordos tras hacer media travesía a motor entre la isla de Ré y el continente. Su persistencia conseguirá que montemos el tormentín y naveguemos sobre un mar color berilio encrespado, aunque manejable con la nueva vela. A media tarde caemos en la cuenta de que el propósito diseñado a primera hora es demasiado ambicioso para las condiciones reinantes. Nada tiene de deshonroso resignarse a lo que imponen mar o meteorología: buscaremos abrigo en el puerto más próximo. Este resulta ser Bourguenay, una estrecha entrada que conduce a una marina abrigada y calma como un útero. Cualquier renuncia es mejor que una mala experiencia. En ese aspecto me tengo por un tripulante afortunado: el capitán siempre respeta esa máxima.

14/06/2023 Bourgenay-L’Herbaudiere

De Bouguenay a L’Herbaudier alternaremos motor, vela y escollos (alguno aparece a golpe de vista y prismáticos llenándonos el corazón de congoja). Navegamos una mañana de plata fundida ante la mítica población de Les Sables d’Olone, punto de partida y llegada de la regata Vendée Globe. El lugar no tendría nada de singular de no conocer ese dato. De hecho, la costa vista desde el mar consiste en una sucesión de feos apartamentos y enormes edificios turísticos sin gracia ninguna. El puerto de L’Herbaudier es, con diferencia, el más intrincado de cuantos hayamos atracado en toda la travesía.





Escollos a ambos lados de un estrecho canal dragado, en cuyo frente se alzan dos imponentes espigones que dan cobijo a un centenar de barcos y al servicio francés de salvamento de esa localidad en el estuario del río Loira. Puertos como este confirman la pasión de los franceses por la náutica deportiva, aunque es seguro que nuestro capitán recalará en otros significativamente peores.

Por lo demás, en L’Herbaudier daré cuenta de la mejor ración de ostras, acompañadas en esta ocasión de langostinos y pan con mantequilla, de toda la travesía. La camarera que las sirve acompaña con un festivo ho-ho-ho la exclamación de asombro que profiero en el momento en que las tengo delante, boccati di cardinalle.

Nota luctuosa: hoy ha muerto nuestro amado perro Cody, tras varios días de enfermedad; no puedo más que dar gracias por los años de felicidad que nos regaló. Una imagen que siempre asociaré a la dicha es la de su compañía al navegar, a pesar de no gustarle en absoluto.

 Miguel Cabero (https://caberomiguel.blogspot.com/)  

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