03/06/2023 Santurtzi— Mutriku
Como en la vida —la navegación a vela tiene muchas semejanzas— las
cosas no salen siempre como uno desea. Aunque el plan a bordo sea
alcanzar Guetaria en la siguiente jornada, el escaso viento apenas
propicia la arribada a Mutriku. Nos resignaremos a dejar los hermosos
pueblos de Lekeitio y Elanchove por la borda de estribor.
Nada que objetar. Recorriendo sus calles descubrimos que es la patria chica del militar y científico Cosme Damián Churruca, capitán del navío San Juan Nepomuceno, muerto en la batalla de Trafalgar en 1805. También fue alcalde de la localidad antes de servir en la contienda. Algunas vidas cunden mucho.
Durante nuestra estancia, la villa celebra fiestas. En una de sus plazas se danza al son del chistu y el tamboril que pone la orquesta Gauargui. Es este un precioso pueblo, donde abundan las casas blasonadas que atestiguan su importancia en el pasado. Es curioso observar desde lo alto —muchos pueblos costeros vascos forman sus calles en empinadas cuestas—, las sucesivas ampliaciones del puerto. Desde el minúsculo ballenero original que cartografió y pintó Pedro Teixeira, hasta los dos largos brazos que le dan abrigo en la actualidad. El último espigón se dispara como una lanza mar adentro, lo protege de los temporales del oeste. Allí han instalado una central undimotriz: obtiene energía de las olas.
Recuerdo que, antes de alcanzar Mutriku y doblar el cabo Machichaco, navegamos frente al cadáver de la central nuclear de Lemóniz: allí siguen sus dos enormes silos, durmiendo el sueño de los justos desde el año 1984, cuando el gobierno de Felipe González aprobó la moratoria nuclear. Me pregunto por qué nunca se derruyen esos monstruos una vez su utilidad queda en entredicho o no se lleva a cabo. Al consultar la enciclopedia constato que se trata de 1000 toneladas de hierro y 200.000 metros cúbicos de hormigón armado. Parece mucho derribo, desde luego.
Miguel Cabero (https://caberomiguel.blogspot.com/)
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