Ya era
muy viejecita (José Ángel Buesa).
(Ver con el teléfono horizontal).
Ya era muy viejecita... Y un año y otro año
Ya era muy viejecita... Y un año y otro año
se
fue quedando sola con su tiempo sin fin.
Sola
con su sonrisa de que nada hace daño,
sola
como una hermana mayor en su jardín.
Se fue
quedando sola con los brazos abiertos,
que es como
crucifican los hijos que se van,
con su
suave manera de cruzar los cubiertos,
y aquel
olor a limpio de sus batas de holán.
Déjenme
recordarla con su vals en el piano,
como
yéndose un poco con lo que se le fue;
y con qué
pesadumbre se miraba la mano
cuando le
tintineaba su taza de café.
Se fue
quedando sola, sola, sola en su mesa,
en su
casita blanca y en su lento sillón;
y si
alguien no conoce qué soledad es esa,
no sabe
cuánta muerte cabe en un corazón.
Y diré que
en la tarde de aquel viernes con rosas,
en aquel
«hasta pronto» que fue un adiós final,
aprendí que
unas manos pueden ser mariposas,
dos
mariposas tristes volando en su portal.
Sé
que murió de noche. No quiero saber cuándo.
Nadie
estaba con ella, nadie, cuando murió:
ni
su hijo Guillermo, ni su hijo Fernando,
ni
el otro, el vagabundo sin patria, que soy yo.
Y ahora el dibupoema con las estrofas marcadas en rojo (clic encima):
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