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jueves, 4 de junio de 2020

A la Vendée Globe con una sola mano.


Damien Seguin nació sin la mano izquierda.  A pesar de esta importante minusvalía, se ha hecho famoso en el mundo de la vela paraolímpica y acaba de conseguir lo que parecía una utopía: participar en la Vendée Globe en igualdad de condiciones que los marinos sin hándicap. Es un reto impresionante, porque la Vendée Globe es una regata de vuelta al mundo sin escalas, sin asistencia y en solitario, pasando por el Sur de los tres grandes cabos (Buena Esperanza, Lewin y Hornos). Si yo navegase con una sola mano, aparte de no saber cómo izar una vela o cazar una escota, creo que me caería al agua antes del mediodía, porque en el barco hay un dicho: "una mano para el barco, y otra para la maniobra", o sea, que hay que moverse siempre por la cubierta con una mano agarrada a algo, y Damien no puede.

 
Para llegar hasta aquí Damien se ha construido una carrera deportiva con método y obstinación. Antes de la osadía de participar en la Vendée Globe, Damien ganó una medalla de oro en vela paraolímpica en 2005, y a raíz de este éxito solicitó poder participar en igualdad de condiciones en la Solitario Figaro, otra regata oceánica para solitarios, de entre 1.000 y 2.000 millas, que se celebra en Francia desde 1970. En aquella ocasión se denegó su petición alegando motivos de seguridad por su minusvalía. 

Damien no se rindió, y en 2006 y sucesivos pudo participar en esa regata y otras oceánicas similares, en igualdad de condiciones con los regatistas sin minusvalía. En 2010 participó en la Ruta del Ron, una regata transatlántica en solitario, sin escalas y sin asistencia, que tiene lugar cada 4 años entre Saint-Malo, Francia, y Pointe-à-Pitre, Guadalupe. En 2011 participó en la Transat Jacques Vabre, otra regata que sigue la histórica ruta comercial del café entre Francia y Brasil, y quedó segundo. En 2016 volvió a ganar un título paraolímpico, y en 2017 ganó la vuelta a Francia a vela. Y finalmente, en 2018 consiguió integrarse en el circuito de regatas oceánicas IMOCA (monocascos de 50 y 60 pies).
 

Para estas regatas adquirió un velero de segunda mano que ya había ganado una Vendée Globe (la 2016-17) pero que en el mundillo de la vela ya se había quedado anticuado, porque la tecnología naval avanza a pasos de gigante. Con él quedó sexto en la Ruta del Ron de 2018 y es con el que se está preparando para la Vendée Globe. Cuenta con el apoyo técnico de Jean Le Cam, otro marino francés que además también está apuntado a la Vendée Globe, o sea que serán rivales. Su objetivo en la Vendée es terminar el primero de los barcos sin foils (son esos alerones que sacan el barco del agua como si volara sobre su superficie).

De momento Damien cuenta con el espónsor de Groupe Apicil, y han realizado varios cambios en el velero: reducción de su peso en 500 kg, quillas nuevas, mejora de los lastres de agua, etc. Han cambiado la cabina, y una de las pocas modificaciones que se ha hecho para su hándicap es la adaptación del "molinillo de café". Se llama así a una columna de winchi que se trabaja con las dos manos como los pedales de una bici. Al faltarle una mano, le han hecho una carcasa para adaptar la manivela al muñón y que pueda accionarlo con la fuerza de los dos brazos:
 

"Para todo lo demás soy yo quien  se adapta al barco, y no el barco a mí", ha declarado humildemente.

Antes de la Vendée Globe, Damien va a participar en una nueva regata, la Vendée-Artico-Les Sables d'Olonne, que saldrá el 4 de julio de Les Sables (Francia) para llegar a Islandia, las Azores y volver, unas 3.600 millas en solitario y con ese enorme barco de casi 18 metros de eslora. Posteriormente vendrá la prueba definitiva, la Vendée Globe que saldrá de Francia el 8 de noviembre. Acerca de su participación, Damien ha declarado que, pase lo que pase, el mero hecho de estar en la salida en una sagrada victoria, por haber conseguido que la presencia de un manco en esta prueba no sólo ya no se prohíba por motivos de seguridad (significa que ha demostrado que navega igual de seguro que los demás) sino que no extrañe ya a nadie.

En la entrada del blog de 4-12-15 podéis releer la historia de Keith White,otro manco que intentó la vuelta al mundo por los tres cabos, pero esta vez fuera de regata, como un reto personal.

Personalmente no deja de sorprenderme que nadie conozca a estos héroes, y sin embargo se idolatre a los doce que corren una hora y media a la semana detrás de una pelota.

Con cuidado, navegantes.

PD: perdón, creo que son once, no doce. Me lo ha recordado la frase de Santiago Bernabeu, de que el fútbol es el único raro ejemplo de 80.000 obreros pagando para ver correr a once millonarios.


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