Hola navegantes.
Entre el confinamiento y la frustración por haber tenido que abortar el plan de este verano de llegar a Venecia en el Corto Maltés, estamos con unas ganas tan grandes de navegar que esta semana, a pesar de los vientos contrarios y los chubascos, me he ido con mi amigo Tito hasta Bilbao.
Como nos esperábamos, han sido unos días borrascosos con un tiempo tan indiferente al calendario que parecía diciembre más que junio. Y encima se invirtió el viento a mitad de la semana para venirnos de cara tanto a la ida como a la vuelta. A la ida tuvimos Nordeste bastante duro, y batí mi propio récord de llegada a Santoña: ¡11 horas!. Claro, con el viento de cara tuvimos que ir dando bordos y las aproximadamente 15 millas de rumbo directo se transformaron en casi 40, confirmando el dicho marinero de que ciñendo la distancia se multiplica hasta por 3 y el tiempo hasta por 5.
Tuvimos la suerte de poder remontar la ría del Asón hasta Colindres. Discurre por el Sur del arenal del puntal de Laredo, cerca de un bosque de pinos hasta el borde de la playa que oculta de la vista los rascacielos que tiene detrás. Un paisaje idílico, salpimentado con caballos de las cuadras de equitación que hay por la zona que llevan a los animales a caminar por la orilla.
Llegamos al puerto de Colindres, donde pasamos la noche abarloados a la draga.
El día siguiente fuimos a Bilbao, con el mismo patrón: viento fuerte del Nordeste, haciéndonos casi 40 millas en vez de las aproximadamente 20 que hay a rumbo directo, y con el agravante de que al llegar estaban cerradas las duchas por la COVID:
Para más inri, a la vuelta el viento se invirtió y nos entraba del Oeste y bastante duro (fuerza 5 con rachas de 6) y además cargado de chubascos. Dos días de navegar con el pescanova puesto, saliendo de un chaparrón sin tiempo de decir uf! antes de que llegase el siguiente. Y por supuesto con la misma elongación de las etapas debido a la navegación en zig-zag para enfrentar el viento de cara:
En resumen, la antítesis de esos días de verano en que el tiempo se evapora mientras dejas pasar las millas bajo el casco con los dedos de los pies en abanico. Pero así es el Norte, y a los de aquí nos gusta. Aunque realmente este viaje, visto en su conjunto de ida y vuelta por el trak de la baliza, parece una bonita costura del Cantábrico:
Aprovecho para enseñaros un invento que vimos en el puerto de Laredo, y que en principio se inventó para las motos de agua: un atraque seco. Consiste en unos tacos flotantes de plástico donde se sube la moto por su propio impulso, para que quede atracada en seco en vez de flotando y no se le ensucie el casco con algas y caracolillos. Pues ahora han ampliado su superficie para que sirva también para un barco (de momento una zodiac o una semirrígida de poco peso):
Aunque os parezca mentira, allí se sube la lancha cogiendo carrerilla, y de allí se baja metiendo el fueraborda en el agua y dando atrás. Espero que calcule bien, porque si acelera mucho pasa por encima del pantalán y vuelve al agua por el otro lado.
Con cuidado, navegantes.
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