Ocaso (Manuel Machado).
Era un suspiro lánguido y
sonoro
la voz del mar aquella
tarde... El día,
no queriendo morir, con
garras de oro
de los acantilados se
prendía.
Pero su seno el mar alzó
potente,
y el sol, al fin, como en
soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada
frente,
en una brasa cárdena
deshecho.
Para mi pobre cuerpo
dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida
fatigada...
¡el mar amado, el mar
apetecido,
el mar, el mar, y no
pensar nada...!Y ahora el dibupoema (hacer clic encima para verlo mejor):
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