El registro de voluntades (Alvaro
González de Aledo).
Para
tomar un poco de distancia con la oncología
te fuiste a descansar un tiempo fuera de la
ciudad, María,
pero al volver pasaste por el registro de
voluntades,
el as de picas negro al final de las enfermedades.
Pero por
esa firma no dejes de luchar, no te resignes,
no dejes que lo triste estropee todo lo que nos
queda,
no cedas a ese miedo al vacío, viejo como la
rueda,
ni oigas al sacerdote, ni te confieses, ni te
persignes.
Tú mira
confiada unos años de grandes alamedas
navegando conmigo con la ropa más vieja y con las
chanclas,
en nuestra hermosa bahía tomando rizos, levando
anclas,
o con mochila por los montes, los valles y las
veredas.
Mírate enseñando a vivir a un lindo grumetillo,
viéndole crecer desde la cuna a la
Universidad,
confidente de sus miedos de los cuentos
de Simbad,
y de mayor de sus mujeres y los besos de
tornillo.
Y sí, mira otra vez tu miedo, dentro de muchos años,
delante de los papeles del registro de
voluntades,
pero esta vez como todos, rodeada de
ancianidades
con cachabas, andadores, docenas de
cumpleaños,
rebosante de recuerdos, de álbumes, de achaques y de nietos,
esperando como todos a la Vieja de los
Negros Amuletos.
Y aquí el dibupoema, hecho como siempre con las estrofas marcadas en rojo (hacer clic encima para verlo mejor):
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