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viernes, 17 de febrero de 2023

No todo es optimismo.

 Hola navegantes.

A veces me dicen que doy una visión demasiado edulcorada del cáncer infantil, escribiendo sobre los que han tenido suerte y han sobrevivido. Por supuesto que he conocido muchos de los otros, los que fallecieron en el combate, pero no es cuestión de difundir ideas pesimistas el día que se celebra, precisamente, la lucha de los sanitarios y la sociedad contra el cáncer. 

Como ya ha pasado ese día, comparto esta poesía que escribí cuando me visitaron a la vez dos adolescentes que perdieron la vida muy jóvenes, el hijo de una amiga y compañera de trabajo por una leucemia, y  mi hermano Jesús con la moto. Tán jóvenes que seguramente al morir ni les dió tiempo a ver su existencia como en una moviola, porque había sido demasiado corta.  Para leerla en el móvil poned la pantalla horizontal:

 

 EL CHAVAL DE LA CICLOSPORINA GOLPEA MI PUERTA.

   El chaval de la ciclosporina golpea mi puerta,

y su golpe atraviesa mi alma, la agita y despierta.

    El chaval de la ciclosporina quedamente ha venido,

arropado en suspiros helados, sin nada de ruido.

    El chaval de la ciclosporina al mirar interroga,

tiene una triste mirada, profunda, que ahoga.

    Todo en él es un signo negrísimo de interrogación

cuando estoy agarrado al fonendo, o agarrado al timón.

    Me pregunta el sentido de aquellos crueles avatares,

de todos aquellos dolores finiseculares,

 y de todas las veces que un poco de esperanza le dimos,

¡cómo decirle lo poco con que los adultos nos redimimos!.

    El chaval de la ciclosporina viene de lejos

preguntando lo que no responden los sabios más viejos,

 con esa mirada tan triste, tan honda y profunda,

tan lánguida, y tan desesperadamente moribunda.

    Su llegada no fue, la verdad, tan sorpresiva,

suelo esperar la visita tenaz y furtiva

 de los que adelantan el viaje a la otra comarca

aviesa y zafiamente llevados por La Parca.

    Suele ser una visita desgarradora,

de las de maldecir el sitio y la hora,

 de las de no recordar los ojos ni la cara,

ni lo que se dijera ni se insinuara.

    Así me vino un día Jesús, el de la moto,

ese de la sonrisa dulce de la foto,

 haciéndome preguntas desde la estantería

desde la que su foto me hace compañía.

    Y vino como Jorge, venga a preguntar

lo que ni yo ni nadie consigue contestar,

 por más que hilvanando frases y palabras

nos salgan veinte o treinta de estas rimas macabras.

    Por eso cuando ayer oí un golpe en la puerta

(ese que espabiló mi alma medio muerta),

 y vi en Jorge las mismas interrogaciones

que me hizo Jesús en otras ocasiones,

 le pasé sin decir esta boca es mía

a sentarse a mi lado bajo la estantería.

    Y allí, en un silencio de fotografía,

con la ausencia de Jesús, de Jorge, y con la mía,

 para no contestar nada hemos hecho esta poesía:

para no contestar nada y hacernos compañía.

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Y aquí el dibupoema, hecho con las estrofas en rojo. Se empieza a leer en el texto a la izquierda de la cara (clic encima para verlo mejor):



Con cuidado, navegantes.

2 comentarios:

  1. Magnifico poema Álvaro. Me has emocionado. Un abrazo desde Altea

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  2. Muchas gracias por comentarlo. A veces tengo la sensación de que yo lo escribo y a nadie le sugiere nada. Un saludo.

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