Hola navegantes
Hoy salimos de Llanes con poco viento, pero se fue alegrando poco a poco hasta llegar a fuerza 5-6, y hemos venido al precioso pueblo de Lastres:
En vez de navegar con la mayor y el génova en orejas de burro, como ayer, nos hemos decidido por izar sólo el espí para probar una técnica que me recomendó Paul de Meerschman, que ha cruzado el Atlántico y recorrido muchos países europeos con un velerito de seis metros y medio (ver entrada del 14-2-22). Paul usa las rastras por la popa (son dos cabos haciendo un bucle) para estabilizar el rumbo del velero en los vientos de popa, quitar trabajo al piloto automático para que no tenga que corregir tantas orzadas, y estar más despreocupado haciendo otras tareas a bordo, aun a sabiendas de que el barco pierde un poco de velocidad. Cuenta que en algunas etapas sólo llevaba el génova parcialmente enrollado (una superficie muy pequeña pero que tira del barco desde la proa), la mayor arriada, y las rastras reteniendo la popa, y que así el barco iba más estable que nunca.
Hoy lo hemos probado Daniel y yo. Hemos puesto el espí y hemos echado por la popa la línea de vida que llevamos siempre unida con otro cabo igual de largo haciendo un bucle:
Además hemos subido la orza para evitar el efecto zancadilla (cuando una ola te aparta la popa, el barco tiene tendencia a desviarse de su rumbo en la dirección que marca la orza). Daniel y yo hemos estado de acuerdo en que el velero va más estable, el timón tira menos, el barco se va menos de orzada, y la pérdida de velocidad es inapreciable, como mucho una o dos décimas de nudo. Me lo quedo en la recámara y creo que lo usaré siempre cuando tenga que navegar con vientos boxeadores por la popa.
En Lastres no contestaba nadie por la radio y el club náutico estaba cerrado. Aparte de ser domingo, también hoy había un partido de fútbol de dos equipos asturianos (no me pidais más detalles) y estaba todo desierto. Mi amigo Dimas, que es de Lastres, me hizo el favor de contactar con el teléfono privado del Comodoro del club náutico, que nos dijo que saliéramos del pantalán dejando la puerta bloqueada en abierta para poder entrar, porque obviamente nadie nos dio una llave. Lo malo, que alguien con exceso de celo quitó el cabo y no podíamos entrar. Tuvimos que saltar del muelle a la pasarela.
La visita a Lastres fue preciosa, como siempre, subiendo por unas cuestas increíbles hasta la Iglesia de Santa María de Sábada, desde donde se tiene una vista aérea del puerto, con el Corto Maltés de tamaño pulga:
Y como curiosidad, han puesto un hotel para los insectos, os prometo que es verdad:
Mañana seguiremos hasta algún puerto del Este del Cabo de Peñas.
Con cuidado, navegantes.
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