Hola navegantes.
Otra vez las lluvias intensas han decorado la bahía con el fenómeno de "la turbia", del que os he hablado otras veces, haciéndola parecer una peli en Technicolor:
Consiste en que el mar adquiere dos colores que no se juntan. El río Cubas arrastra tal cantidad de sedimentos que el color del agua en su desembocadura es marrón. Como además es agua dulce, no se mezcla con el agua salada y de color azul que ha entrado del mar, sino que quedan separadas por una línea que tarda varias mareas en difuminarse. Algo similar ocurre en el Amazonas donde confluye con su afluente el río Negro, cerca de Manaos, haciendo las aguas de dos colores un recorrido de más de cien kilómetros antes de mezclarse.
En Santander, y visto desde lejos, la bahía adquiere un aspecto bicolor extraordinario. Si se navega por la línea de separación se comprueba que la parte azul está limpia y la marrón asquerosa (de cerca no es tan bonito). La parte sucia lleva muchos animalillos (caracoles, babosas, grillos y otros insectos, etc.) arrastrados de los campos que recorre el río Cubas, y en la línea de intersección, al confluir el agua dulce con la salada, se generan remolinos que hacen aflorar a la superficie todos esos animalillos. Por este motivo los peces se sitúan en esa frontera para alimentarse, y a su vez las gaviotas y otras aves marinas suelen revolotear por encima para comérselos a ellos.
Si el río trae suficiente caudal, la mezcla no se produce dentro de la bahía sino en alta mar, y el agua marrón consigue "echar" de la bahía al agua azul y limpia, y su combate se prolonga hasta las inmediaciones de la Isla de los Ratones, en la entrada de nuestra bahía, o más allá.
Entonces la totalidad de la bahía queda de color marrón. Si además hay temporal en alta mar, se añaden más colores a la paleta, como en esta foto donde yo cuento al menos 6 colores distintos en el mar (gris, azul cielo, azul oscuro, marrón, negro y blanco):
En resumen, todo un espectáculo de vida que se disfruta mucho viéndolo de cerca. A veces pienso que debería ser obligatorio contemplar tanta belleza antes de que uno decidiera dónde iba a pasar el resto de sus días.
La parte mala, que por el fondo todo ese lodo de la turbia se va depositando, contribuyendo a cegar los canales de navegación y a colmatar la bahía.
Con cuidado, navegantes.
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