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miércoles, 13 de mayo de 2020

A por la vuelta al mundo en un velero de 4 metros.

Hola navegantes.

Yann Quenet, un francés de 50 años, ha atravesado el Atlántico y el Pacífico en un velero de 4 metros  y 400 kg de peso, construido por él mismo con un presupuesto de 4.000 euros. La última etapa salió de Panamá, llegó a Hiva Oa, en las islas Marquesas, tras 44 días de mar en su velerito "Baluchon". Ahora pretende continuar para terminar una vuelta al mundo.




Hace 5 años Yann lo intentó saliendo de Francia en otro velero 35 cm más largo, pero muy ancho ("parecía un ladrillo"), pero naufragó entre España y Cabo Verde. No le dio tiempo a sacar la balsa salvavidas y acabó en calzoncillos encima del barco volcado, con la suerte de que le rescató un mercante portugués cuando llevaba en esa comprometida situación 48 horas. El velero no fue capaz de enderezarse solo. Por cierto, uno de los inconvenientes de las patentes autopulimentantes (son las pinturas para la parte baja del barco, con la función de que no se peguen algas y caracolillos, y las de tipo autopulimentante son las que se van desprendiendo al navegar) es que son tan resbaladizas que si el barco vuelca no eres capaz de subirte ni mantenerte encima del barco volcado. En esa posición se convierte en un tobogán.

Tras este fracaso, diseñó un barco autoadrizable (que se desvuelca solo) y nació el "Baluchon". Parte del truco consistió en ponerle espuma de flotabilidad de forma asimétrica en las dos mitades del casco (babor y estribor) para que al volcar una parte flotase más que la otra y se enderezase solo, incluso lleno de agua. Además la quilla termina en un pesado bulbo que hace efecto "tentetieso":



El barco no lleva motor, y las maniobras cuando falta viento o en el interior de los puertos las hace con un único remo por la popa:



Para este segundo intento salió de Canarias con el objetivo de continuar la aventura donde la interrumpió con el barco anterior. Desde Canarias fue capaz de cruzar el Atlántico hasta Guadalupe, donde paró algunas semanas antes de dirigirse a Panamá. Allí continuó su Purgatorio, porque las tarifas del Canal son para millonarios, no se puede pasar el Canal sin motor, y las autoridades del Canal no sabían qué hacer con semejante minivelero. Yann lo resolvió atravesando el istmo de Centroamérica por carretera, en un remolque. Con la mala suerte que lo botó en el Pacífico 100 metros antes del final oficial del Canal de Panamá, donde fue detenido con el argumento de que estaba navegando por el canal sin motor.



Le remolcaron hasta una zona militar, donde le hizo la inspección del barco un soldado de 1,90 metros de estatura que no cabía en el barco ni a gatas. Yann dice que su principal problema durante la inspección era aguantarse la risa, y al acabar los soldados se hicieron una foto con el barco porque nunca habían inspeccionado algo tan pequeño. Finalmente le dejaron seguir, pero ya había llegado el coronavirus y los trámites para abandonar Panamá se habían paralizado. En vez de pagar una mordida para poder despedirse de América se marchó en plan pirata, esquivando los grandes mercantes y portacontenedores que salen del Canal, para afrontar un mes y medio de vela en solitario hasta las islas del Pacífico.


Pese a su pequeño tamaño, el Baluchon está muy bien aprovechado en sus espacios interiores, la cabina cerrada llega hasta la misma regala (el mismo borde del casco) y hasta el espejo de popa, y Yann se ha acostumbrado a estar cómodo en su pequeño  mundo. Viendo estas fotos del interior compruebo que es casi tan grande como el Corto Maltés, que tiene seis metros y pico.






En el Pacífico disfrutó de los alisios y padeció la zona de calmas ecuatoriales. A mitad del camino comprobó que su velocidad era ridícula, y buceando pudo descubrir que tenía el casco colonizado por anatifas, unos moluscos de las aguas tropicales que con su resistencia al agua no dejan avanzar a los barcos. Los despegó buceando, pero no volvió a bañarse hasta las Marquesas, porque en mitad de la tarea le obligó a salir del agua un tiburón de 2 metros que le rondaba.


Al llegar a Hiva Oa le esperaba otra sorpresa, que la Polinesia estaba también en cuarentena por el coronavirus. Deseando descender a tierra, los otros barcos fondeados le informaron de que estaba prohibido. La Polinesia aplica una cuarentena de 14 días a todos los barcos que llegan a sus costas, sin posibilidad de desembarcar. Gracias a la solidaridad de los otros trasmundistas pudo sobrevivir, porque le hacía falta agua y comida, que le ofrecieron en el fondeo. Frutas, huevos, chocolate, cerveza... cuánto lujo!.


Ahora sólo le queda resignarse por el bien superior de la salud, como hemos hecho todos,  y esperar el mejor momento para seguir hacia Australia. Le deseamos lo mejor y seguiremos sus pasos.

Con cuidado, navegantes.

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