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sábado, 20 de agosto de 2022

Bilbao-Santander en 6 h. (o encontramos el dinosaurio vivo).

 Hola navegantes.

En la entrada del 14 de agosto, preparando la navegación a Bilbao, os dije que en la vela los vientos portantes son más raros de encontrar que un dinosaurio vivo. Pues los hemos encontrado. A la ida batimos nuestros propios récords con Santander-Santoña en 3 horas y Colindres-Bilbao en 5. Pues hoy hemos venido de Bilbao a Santander (38,6 millas náuticas) en 6 horas, haciendo un rumbo directo como si hubiéramos venido en una motora:


 Salimos de Santurce con un pronóstico de vientos flojos del NE que pronosticaban muchas horas de motor, y con intención de recalar en Laredo. La primera hora tuvimos que ayudarnos con el motor, pero a las 12, con el cielo completamente despejado, salió un viento del NE de fuerza 3, que fue aumentando hasta fuerza 5, que toreábamos con la mayor y el espinnaker haciendo puntas de velocidad de más de 10 nudos al coger las olas en surf:


(en "duración total" pone 7 h. porque pongo en marcha el Navionics al empezar la maniobra de desatracar y lo apago cuando terminamos de arranchar el barco a la llegada, e incluye por lo tanto tiempos muertos de navegación). Juan y yo nos encontrábamos tan a piñón con aquel viento portante que decidimos intentar aprovecharlo hasta Santander, porque si nos quedábamos en Laredo mañana tendríamos vientos del NW (o sea, de cara) y el cielo cubierto, que nos harían la travesía muy desagradable. Y así lo hicimos. El viento fue aumentando progresivamente hasta que comprendimos, por alguna  orzada mal controlada, que llevábamos demasiada vela y quitamos la mayor y echamos unas rastras por la popa para equilibrar la dirección, aparte de subir la orza. Con esa disposición hemos hecho casi todo el viaje, con el barco bien equilibrado y turnándonos al timón, porque era agotador. El resultado, una MEDIA de 6 nudos, que es la velocidad máxima teórica de mi barco, y mantenida durante 6 horas. Impresionante.

El balance de esta semana, en lo deportivo magnífico, como acabo de contar. En la experiencia náutica, haber aumentado el poso de conocimientos con la experiencia del puente colgante, que he pasado tantas veces y he comprendido que lo hacía mal. En lo humano, una convivencia magnífica con Juan, que ya nos ha acompañado en otras navegaciones, y una hospitalidad maravillosa de la gente de Euskadi, con unos puertos acogedores y unos navegantes que enseguida se prestan a ayudarte, a conversar, a compartir anécdotas y proyectos.



 Y el gustazo de volver a pasear por Bilbao, una ciudad preciosa que cada vez que volvemos a ella nos descubre algún encanto nuevo o algún rincón desconocido. Y sólo lamentar, como comenté otro día, que la isla fluvial del Manhattan Vasco nos impida llegar a Bilbao en el futuro con el velero, perdiéndonos esa experiencia tan bonita. Lo mismo pasó con el puente de Somo, que nos cerró el acceso al Río Cubas en Santander.

Con cuidado, navegantes.

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