Hola navegantes.
Hoy voy a contaros los momentos malos, que claro que también los hubo.
El susto en el desembarco del camión en Port La Nouvelle. El único sitio que encontramos para hacerlo fue en un muelle de piedra, donde había que pasar el barco por encima de un pantalán flotante, el que veis en la foto. Había seis u ocho metros hasta el otro lado del pantalán. A mitad de la maniobra, con la tonelada y media del barco tan alejada del camión y el brazo de la grúa estirado en horizontal, empezaron a levantarse del suelo las patas del camión del lado contrario. En una nube como las de los cómics vi a mi barco estrellado en el pantalán y el viaje abortado, pero por suerte no pasó. Interrumpimos la varada y cambiamos de sitio (entrada del blog de 10-6-21).
Los problemas para encontrar atraque en el entorno de Roma, lo que nos obligó a pasar algunas noches fondeados, con menos comodidades y sin poder desembarcar. Llegamos a la conclusión de que los navegantes de Roma, para sus vacaciones, se apropian para dos o tres meses de las plazas
que están pensadas para estancias cortas, de uno o dos días, dejándonos sin ellas a los de tránsito. Se repitió en el Sur del Adriático, esta vez por la saturación de los puertos con los barcos que quieren dar el salto a Grecia (entradas del blog de 28 y 29-6-21).
La noche fondeados y garreando al Sur del Promontorio Gargano, por no haber alcanzado el puerto de Vieste debido a las fuertes rachas (entradas del blog de 18 y 19-8-21). En el puertecito de Mattinata no nos acogieron a pesar de la meteorología. El fondeo garreaba en un fondo de algas, y hasta nos agarramos a una boya y también a esa la hacíamos garrear. Estuvimos pensando, incluso, pedir ayuda a uno de los veleros grandes que también habían fondeado allí, que aparentemente aguantaban bien, para que nos dejasen amarrarnos a su popa. A la 1:30 h. un velero más grande, que había fondeado después que nosotros, se puso a garrear, y nosotros también, y estábamos a punto de colisionar. Viendo que quedaban pocos minutos para la que la luna se metiera y nos íbamos a quedar a oscuras, nos fuimos a buscar una segunda boya a la que agarrarnos, cruzando los dedos para que aguantase hasta que alumbrara el día. Pero ni eso se cumplió, porque a las 5.00 h. el viento refrescó y la boya se puso a garrear, teniendo que dejarla antes de salir el sol. Sin haber dormido y hechos polvo seguimos de noche en dirección a Vieste. El track de aquella noche da fe de lo mal que lo pasamos.
Los fallos del piloto automático, que nos obligaron a navegar muchas jornadas pilotando a mano, lo que al cabo de 10 o 12 horas se hace insoportable. Hicimos hasta un circuito nuevo desde la batería para intentar solucionarlo, que no funcionó (entrada del blog de 5-7-21). Finalmente se debió a una pieza defectuosa, y como el piloto era nuevo me la sustituyeron dentro de la garantía, pero ya al volver a Santander.
Las dos roturas del espí, una rifadura de lado a lado que primero nos cosieron en una velería de Salerno, volvió a romperse por la costura, y finalmente conseguimos comprar uno de segunda mano en Sicilia para terminar el viaje. Esos días sin espí nos vimos perjudicados porque perdemos un nudo o nudo y medio de velocidad sin su ayuda (entrada de 10-7-21).
La tromba de agua una noche antes del amanecer, frente a San Bennedetto, en el Adriático. Caía tanta agua que aplanaba las olas, y veíamos que fuera del aguacero las crestas rompían, pero dentro del aguacero se quedaban planchadas. El viento variaba de dirección (del Oeste al Noroeste) y fuerza (6 ó 7 en los chubascos, 2 ó 3 entre ellos) teniendo que ponernos a la capa para poder manejar la situación, porque navegar era imposible (entrada del blog de 25-8-21).
El día que nos alcanzó el temido viento Bora, en el Adriático al Norte de Ancona. Estando ya en el mar recibimos un aviso de Securité de viento del Este de fuerza 7. Hay que tener en cuenta que en el pronóstico se da el viento “promedio”, pero que en las rachas aumenta uno o dos grados Beaufort. Sólo con el génova a menos del 50%, sin vela mayor, corríamos a 6 nudos, con picos de más de 7. Yo no había recibido tanto viento en la vida. Toda la superficie de las olas (incluso los valles) levantaba espumarajos blancos, y no sólo las crestas como en las rompientes habituales. Juan y yo casi no nos oíamos por el rugido del viento y teníamos que hablarnos a gritos. Y lo que es peor, teníamos la costa a sotavento, a escasos quinientos metros (entrada del blog de 28-8-21).
La colmatación de algas en el Río Po, antes de Mantova, que nos produjo un calentón del fueraborda (entrada del blog de 17-9-21).
Y en general los altos precios y la mala calidad de las marinas en Italia.
Por suerte estos momentos malos ya han pasado al anecdotario y allí están bien.
Con cuidado, navegantes.
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