Hola navegantes.
En la entrada del 27-11-20 os conté la hazaña del francés Christian Marty, el primer hombre que cruzó el Atlántico en una tabla de surf. Fue en 1981, y para la intendencia le acompañó un velero durante la travesía.
Pues pocos años después otro francés, Stéphane Peyron, lo cruzó en solitario, sin barco acompañante. Stéphane pertenece a una familia de navegantes (sus hermanos Bruno y Loïk son también asiduos del papel couché de las revistas náuticas), hijos de un capitán de la mercante que inoculó el virus del mar a sus cinco hijos. Se dice que Stéphane aprendió a navegar a los 18 meses.
Para entrenarse, primero había cruzado el Atlántico en una tabla de surf doble, de Dakar a Guadalupe, acompañado de Alain Pichavant, en 1986, empleando 24 días. Fue en una tabla habitable que le hizo imaginar la posibilidad de hacerlo en solitario, lo que intentó el año siguiente.
Obviamente para su travesía en solitario de 1987 necesitó transformar la tabla de surf en algo que le permitiera dormir y llevar el agua y los alimentos. Fue una especie de sarcófago de 7,5 metros de eslora y 1,3 de manga, donde sólo cabía tumbado:
Llevaba paneles solares y comunicación por satélite. El espacio vital era compartido entre "dormitorio" y "despensa", aunque sólo cargó víveres y agua para la mitad de la travesía, planificando un encuentro con un barco en mitad del océano para suministrarle la segunda mitad. Llevaba una comida liofilizada especial sin nada de sal, para poder rehidratarla con agua de mar y así ahorrar agua dulce.
El compartimento vital, de aproximadamente un metro cúbico, era por supuesto estanco por si volcaba, garantizando aire suficiente para respirar durante 10 horas. De hecho volcó en varias ocasiones, unas veces por las tormentas pero otra por las olas de un mercante que le pasó demasiado cerca, sin verle.
La travesía en solitario la realizó de Oeste a Este, saliendo de Nueva York y llegando a La Rochelle. Como curiosidad, al salir de Nueva York le vieron colocarse un parche contra el mareo detrás de la oreja, para evitar marearse los primeros días. Gente práctica. Pasaba de 8 a 12 horas diarias manejando la vela, el resto descansando y en temas de intendencia y mantenimiento. Las noches que podía enganchaba a la tabla un cometa de kitesurf para adelantar camino. Llegó a La Rochelle al cabo de 46 días.
Después de Estéphane otros navegantes han repetido la hazaña, y especialmente una mujer francesa, Raphaela Le Gouvelo, veterinaria de profesión, que ha cruzado en la misma tabla el Atlántico (en 2000), el Mediterráneo (en 2002), el Pacífico (en 2003) y el Índico (en 2006), o sea, en viajes separados se ha dado la vuelta al mundo en windsurf. Otra heroína desconocida.
Con cuidado, navegantes.
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