Hola navegantes.
Sí, lo habéis leído bien. En 1988 el francés Remy Bricka cruzó el Atlántico andando sobre el agua con unos esquís. Los 80 y los 90 fueron unos años raros, en que la gente se lanzó a cruzar los océanos en los artilugios más variados, por supuesto jugándose la vida. Lo contó en el libro "L'homme qui marche sur l'eau, l'Atlantique sans eau ni vivres" ("El hombre que anda sobre el agua, el Atlántico sin agua ni víveres") uno de esos libros que son un pedazo de vida más que una creación artística, y cuyo título lo dice todo.
Remi era de profesión "hombre-orquesta", dando espectáculos en los que era capaz de tocar 27 instrumentos a la vez. Había salido en programas de televisión, tenía un disco de oro con una de sus canciones (más de 250.000 ejemplares vendidos) y figuraba en el libro Guinness.
Pero simultáneamente había perfeccionado un sistema de desplazarse sobre el agua con una especie de esquís, que en realidad eran unas piraguas de 4,2 metros de largo y 0,32 metros de ancho, o sea, un poquito más pequeñas que un kayak de mar. Se equilibraba con un remo doble con el mango larguísimo (3,80 metros) para poder usarlo de pie. Los dos esquís estaban unidos entre sí por unos cabitos para que no se abrieran y le rompieran las caderas, igual que atan las patas a las vacas cuando van a un mercado de ganado con el suelo resbaladizo. Con este sistema había cruzado previamente el Canal de la Mancha y el Mediterráneo. Afirma que podía alcanzar una velocidad de 4 a 5 nudos.
La única experiencia de navegación de altura de Remi había sido un curso de una semana en la escuela Glénans. Para la travesía del Atlántico necesitaba un habitáculo donde dormir, refugiarse en las tormentas y llevar el material de supervivencia. Agua y comida no llevaba, porque además de la hazaña deportiva quería hacer una demostración de supervivencia, y salió sin nada. El habitáculo pretendía llevarlo a remolque de su cuerpo y era una especie de sarcófago sobre unos flotadores de catamarán, y pesaba 300 kg.
Como veis en la foto, llevaba una balsa salvavidas homologada, una "bulla" para ver el mar encerrado en el interior, y una superestructura con unos depósitos arriba que no contenían agua sino aire, para que en caso de vuelco el sarcófago se enderezase solo. La balsa salvavidas no llevaba las raciones habituales de agua y comida, para "no hacer trampa".
En el sarcófago apenas cabía sentado ni tumbado, y de hecho en los primeros días de la travesía prefirió prescindir del colchón inflable, con lo que ganaba unos 10 cm de altura en el interior a costa de dormir sobre el suelo.
El tema de la supervivencia lo había preparado a conciencia. Como sabía que iba a salir sin víveres acudió a un nutricionista, que le obligó a una alimentación hipercalórica para acumular reservas para el largo periodo de ayuno que se avecinaba, consiguiendo ganar 6 kg. Llevaba varios destiladores de agua de mar, un desalinizador por ósmosis inversa, redes de plancton, material de pesca y un fusil de pesca submarina.
La salida la hizo desde Tenerife, con destino final la isla de Guadalupe. El gobierno francés le había negado el permiso de salida, y el español le había hecho firmar un documento prohibiéndole la salida, pero él se escabulló hasta llegar a las aguas internacionales. Allí empezó una larga deriva de dos meses hasta que fue recogido por un barco de pesca japonés cerca de la isla de Trinidad. El sarcófago intentaron remolcarlo, pero se perdió por el camino, acabó llagando a una playa y allí le robaron todo, hasta los tapones de oído usados y el cepillo de dientes.
Su experiencia puede valorarse desde tres puntos de vista:
En el aspecto deportivo, Remi afirma que cruzó el atlántico sobre los esquís, lo que es muy dudoso. Quiere que nos creamos que cuando llevaba un mes sin probar bocado (su primer dorado lo pescó al mes) o al final de la travesía, donde había perdido ya 20 kg y sólo había comido 15 peces en 2 meses y por lo tanto estaría emaciado como los prisioneros de los nazis, esquiaba de 8 a 10 horas diarias. Incluso dice que intentó fabricarse una especie de estay y de backestay que sujetaran su propio cuerpo sobre los esquís cuando la debilidad le vencía (no confirma si finalmente los hizo, pero da idea de su estado) y que a veces esquiaba dormido (!). Las velas que había colocado en el sarcófago, hechas con los sacos de dormir y la colchoneta (que se ven en la siguiente foto, tomada desde el barco que le rescató) afirma que las puso en el segundo mes de la travesía y que eran sólo para liberarle del peso de arrastrarlo, no para desplazarse en él. Además llevaba dos cometas como las de kitesurf. La primera la utilizó una semana, hasta que la perdió en el océano, y la segunda dice que no fue capaz de hacerla volar. Por todo ello podemos suponer que hizo parte de la travesía "a vela" en esa balsa. De todos es sabido que cualquier cuerpo flotante echado al mar en Canarias llega al Caribe en 2-3 meses, arrastrado por las corrientes y los vientos, y en eso se basan muchos aventureros. Es cuestión de resistir.
El aspecto de navegación también fue un desastre. Salió sin un navegador por satélite a propósito, sólo con una baliza Argos que enviaba su posición a su familia, aunque él no la
conocía. Afirma que hacía cálculos de navegación astronómica con un sextante de plástico y un reloj de pilas, y eso después de haber sufrido varias inundaciones que con seguridad habían dañado los libros de las efemérides, y estando en un estado mental que a veces le provocaba alucinaciones, amén de las sabidas dificultades para tomar posiciones desde una embarcación tan pequeña y la falta de espacio hasta para hacer los cálculos sentado. Además cometió desde el principio un error de paralaje, pues no llevaba el compás frente a sí sino en el esquí derecho, con lo que el rumbo lo veía siempre 2-3 grados más hacia el Norte del real. El hecho cierto es que en vez de llegar a Guadalupe lo hizo a Trinidad, casi 1.000 km más al Sur. La cita que tenía con su mujer y su equipo de seguimiento cerca de Cabo Verde (siguiendo el rastro de la baliza Argos) para filmarle, ayudarle en eventuales reparaciones y suministrarle el material que no había podido embarcar en Canarias (como algunas redes de plancton) no pudo tener lugar pues no se encontraron.
Lo que fue un éxito, si consideramos así al hecho de que no murió, fue el aspecto de supervivencia, máxime teniendo en cuenta que quiso juntar un desafío deportivo extremo con una experiencia de supervivencia también extrema (normalmente los náufragos están en una actitud pasiva que consume pocas calorías). Prácticamente estuvo dos meses de ayuno, y el libro es una larga sucesión de lamentaciones sobre el hambre y las comidas que se imaginaba. A pesar de llevar un fusil submarino y varios aparejos, no pescó casi nada (en dos meses 15 peces, pero la mayoría peces voladores que cayeron ellos solos encima de la balsa). Consiguió recoger algo de plancton con unas redes especiales, y cuando se le rompieron, con unas medias de su mujer. También comió anatifas, esos moluscos parecidos a percebes que se pegan en el fondo de las embarcaciones. Aquí tuvo suerte, porque no le había dado pintura antiincrustante a la balsa por motivos ecológicos, y eso hizo que las anatifas crecieran mejor. Bebió cada día unos 800 ml de agua de mar, además de la dulce que le suministraban los destiladores. Y sobre todo demostró una voluntad de hierro en conseguir su objetivo, porque la baliza Argos tenía un botón de socorro que si lo hubiera activado habrían ido a rescatarle, y no lo hizo.
A su vuelta Remi prometió a su mujer que no repetiría la experiencia, pero 12 años después, en el 2000, intentó cruzar el Pacífico por el mismo procedimiento. Salió de Los Ángeles rumbo a Australia, y al cabo de 5 meses estaba perdido en algún lugar al Sur de Hawaii. Participó en el equipo de búsqueda Jo Le Guen, otro aventurero del que os hablé en las entradas de 21-10-20 y 6-11-20. Le encontraron y esto es lo que dice exactamente Jo Le Guen en su libro:
"Sabemos que ya no está esquiando, sólo derivando" (lo sabían por las posiciones de su baliza Argos)...Y cuando finalmente le encuentran y le van a subir a bordo del velero escribe: "Cuando nos declara que subirá a bordo de nuestro barco pero sólo después de que le hayamos filmado sobre los esquís, nos miramos alucinados. Entonces Remi se activa. Se pone el chaleco salvavidas y una gorra con los colores de su esponsor, desata los esquís, se los calza y empieza a remar... no alcanza a avanzar ni tres metros. Después de varios ensayos infructuosos, y bajo nuestra amable presión, renuncia. ¡Uf!".
También en esta se salvó por los pelos.
Con cuidado, navegantes.
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