Visitas al blog:

lunes, 18 de marzo de 2024

Día mundial de la poesía el jueves.

Hola navegantes. 

 El jueves 21 se celebra el día mundial de la poesía. Espero que nadie pida mi ametrallamiento por lo que voy a decir, pero es un género literario en plena crisis en esta época del lenguaje de los emoticonos, los like y las abreviaturas, los textos planos carentes de detalles donde cuenta más lo que se aparenta que lo que se siente, y la simplificación patológica de las ideas. A los que todavía la apreciáis os dedico este dibupoema al personaje que está llenando tantos años de mi vida (en el móvil se leen mejor las estrofas con la pantalla horizontal):

 A MI BARCO.

Hay algunos que dicen que no amas a un barco
si no consigues verlo como a otro ser vivo.
Yo no soy metafísico y lo digo más parco:
soy feliz despeinado y con la barba de chivo
en el Corto Maltés camino al desembarco,
despacio por el mar como por un negativo.

   Soy feliz cuando llego sobre la mar tendida
a un puerto extranjero del que nada conozco,
sabiendo que me espera lo bueno de la vida:
lugares, experiencias, alguien que nos convida,
gente dura del mar en quien me reconozco…
lo que mantiene a raya a La Cariacontecida.

   Y feliz cuando luego el sol de madrugada,
como una gigantesca naranja partida,
ve salir a mi barco entre los espigones,
y navego en la calma o en la turbonada,
comiendo mal y poco entre los chaparrones
o echando una siestecita al sol bien merecida.

   Y feliz cuando un atardecer inesperado,
por  no llegar a puerto, me quedo fondeado
bajo un cielo nocturno que parece un brasero,
y siento extinguirse la brisa convaleciente,
y veo acostarse el sol despacio por poniente
cogido de los dedos de la chica que quiero.

   Muchos de los momentos felices de mi historia
los he pasado dentro de su piel de resina:
jornadas luminosas, cielos de cartulina,
noches negras buscando una luz giratoria,
y hasta los ojos de Ana tras la Biodramina,
esa tierna mirada sin escapatoria.

   ¿Cómo no voy a querer a mi Corto Maltés?.
Él hará inmortales estas cosas antes o después.
 
 Y aquí el dibupoema (clic encina para verlo mejor):



 En la columna derecha del blog podéis obtener tres libros de dibupoemas, uno de ellos de descarga gratuita y otro para contribuir a la lucha contra el cáncer infantil. Además, durante esta semana, a quien me pida cualquiera de mis libros (al correo electrónico alvarogaledo@gmail.com) le regalaré uno de dibupoemas.

Con cuidado, navegantes.

viernes, 15 de marzo de 2024

Preguntas para Serge Testa.

Hola navegantes. 

 Os confirmo que la entrevista a Serge Teste la realizará Edu Araujo en Santander, el 22 de abril a bordo del Corto Maltés. Este personaje es quien tiene desde los años 80 el récord de la vuelta al mundo en el velero más pequeño, concretamente de 3,6 metros de eslora y con un fueraborda de 4 CV. Os lo conté aquí:

Clic aquí.

Y aquí el recorrido que realizó durante 3 años en semejante barquito:


Antes de ese viaje imposible su experiencia oceánica se resumía en la visión de las olas desde los acantilados de Australia, y su propia familia y sus amigos creían que la idea era suicidiaria. El barco lo diseñó y lo construyó él  mismo en aluminio para estar seguro de que era autoadrizable, insumergible (con 6 compartimentos estancos) y duro como un carro de asalto. Y finalmente lo logró. Otro al que puede aplicársele la famosa frase de Einstein: "como no sabía que era imposible, lo hice".

Para que todos podamos aprovechar mejor esta ocasión única, os propongo que planteéis aquí abajo, en los comentarios, las preguntas que os gustaría hacerle y yo se las transmitiré en la entrevista.

Por cierto, aunque su libro está agotado, se puede conseguir de segunda mano en Internet.

Con cuidado, navegantes.

miércoles, 13 de marzo de 2024

Balizamiento no apto para daltónicos.

Hola navegantes. 

 Las calles de las ciudades están  numeradas, desde el centro hacia la periferia, con los portales pares a la derecha y los impares a la izquierda y en sentido creciente. En  la náutica es al revés: desde el centro del puerto hacia alta mar veremos las boyas pares a la derecha y las impares a la izquierda, pero en sentido decreciente. La razón está en que lo difícil para un barco es entrar al puerto, no salir, y sobre todo si es desconocido como los que nos encontramos nosotros al navegar fuera del Cantábrico. La salida es más fácil porque ya conocemos el trayecto de cuando entramos, y además solemos salir de día por la mañana, mientras que las arribadas las hacemos al atardecer o de noche, y desconociendo todo. De esta manera, al acercarnos a un puerto desconocido buscamos las boyas 1 o 2, y a partir de ellas seguimos la numeración creciente que nos lleva al interior del puerto, dejando las pares a la izquierda (las rojas por babor) y las impares a la derecha (las verdes por estribor). 

Por alguna razón que desconozco, clásicamente se pintaron las boyas pares de rojo y las impares de verde, a la vez que las luces de posición de los barcos se establecieron en rojas a babor y verdes a estribor. Intuitivamente era lógico, para que al entrar a un puerto de noche coincidiera la luz del barco con la de la boya y fuera más fácil entrar. Lo que no sé es cómo se eligieron esos dos colores y no otros, pero a los daltónicos les hicieron la pascua, porque esa simple elección cerró las puertas de las profesiones náuticas al 8% de los varones.

Como en algunas condiciones meteorológicas, como la niebla, el crepúsculo, o cuando el sol está bajo en el horizonte tras la boya, los colores se distinguen mal, se decidió acompañar cada color de una marca geométrica en la parte superior de la boya: un rectángulo en las rojas y un cono en las verdes:


 Muchísimas veces la decisión de si la boya que estás viendo es verde o roja la tomamos por la forma de su marca, más que porque estemos distinguiendo su color. Por la noche las marcas no se ven, y tienes que fiarte sólo de su luz: lógicamente las verdes tienen la luz verde y las rojas, roja.

Lo que os he dicho es para el balizamiento en España. Porque aunque os parezca mentira, igual que hay países en los que se conduce por la izquierda o por la derecha, hay países (casi medio mundo, una originalidad americana) en que el balizamiento es al revés: entrando en el puerto las rojas a la derecha y las verdes a la izquierda. Entonces el mundo está dividido en dos zonas de balizamiento: la zona A que baliza como nosotros e incluye Europa, Asia, Oceanía y Groenlandia, y la zona B que baliza al revés, e incluye América:


 Para complicarlo aún más, hay tres países, Japón, Filipinas y Corea, que estando dentro de la zona A balizan como la zona B. No quiero ni pensar el lío de los capitanes que navegan por allí, teniendo que cambiar el chip mental según el país en el que entran. Que yo sepa, la Antártida no está todavía balizada y no sé si se ha decidido ya en cuál de las dos zonas estará incluida. Si alguien lo sabe que lo comparta.

Porque, en efecto, el cambio de zona de balizamiento supone una adaptación similar a la de pasar de conducir por la derecha a hacerlo por la izquierda. El caso típico es el de los navegantes que cruzan el Atlántico. Después de navegar toda su vida en Europa y tener los reflejos condicionados a nuestro balizamiento, se pasan 3 ó 4 semanas cabalgando sobre el mar de fondo elástico de los alisios sin ver puertos ni balizas, y llegan nerviosos de emoción a un puerto desconocido del Caribe que está balizado al revés. Es bastante frecuente que intenten entrar dejando las boyas rojas por babor cuando deberían dejarlas por estribor, y terminen varando fuera del canal. Lo vimos en Martinica en nuestra travesía desde Barbate en 2006.

Como bromita para recordar las cosas, en el puerto de St. Katharine, donde nos quedamos con el Corto Maltés cuando llegamos a Londres, vendían unos calcetines con los colores de balizamiento que podías colocarte indistintamente en cada pie. Navegando por Europa el calcetín verde en el pie derecho (y también en Inglaterra, porque aunque conducen al revés, en la náutica se han adaptado al balizamiento europeo) y si vas al Caribe, el verde en el pie izquierdo. Si navegando te surge alguna duda, sólo tienes que remangarte el pantalón para ver la chuleta y saber qué balizas tienes que dejar por cada lado del barco.


 

 Y también puedes recurrir al viejo truco de las chuletas en la mano:

 Todo sea por evitar una varada. Con cuidado, navegantes.